¿Cuántas
veces hay que “fracasar” para ver una posibilidad de éxito? ¿Cuántos chascos aparentemente inútiles son necesarios para
paladear un gramo de victoria? Seguramente varios. Lo vivimos en la última
visita a la quebrada Sacambú: hacía un año del último intento, pero las cosas
fueron (casi) rodadas, cómo te quedas.
La crónica de este corto viaje destaca que
por fin hemos encontrado la manera de entrar. Solo habíamos ido una vez porque
sencillamente no encontrábamos motorista
que quisiera llevarnos. Uno porque es una zona roja, y dos porque es bien complicadita la geografía, con
muchas vueltas y revueltas del río y sus furos,
y si uno no conoce bien, se pierde rapidito. Pero increíblemente Michael, el
animador de 28 de Julio, se ofreció a llevarnos y traernos en el bote de su
hermano Wilder, un deslizador de aluminio con un motor de 60 CV, o sea, un
auténtico fórmula 1 fluvial.
De modo que en una hora ya estábamos allí,
y nos recibieron con gaseosa y galletas. Mientras iban llegando sus tres
hermanos con sus respectivas esposas e hijos, Michael avisaba a la gente. Uno
de ellos trajo su guitarra, que cayó obligadamente
en mis manos y al toque nos pusimos a ensayar para la celebración. Son
muchachos jóvenes criados en el internado de las religiosas del Estrecho y
saben muchas canciones, además de nombrar a la madre Lupe a cada rato. Para que pensemos en qué momento se
cosecha… a veces años más tarde y lejos. Cantábamos y tomábamos más
gaseosa.
Llegaron como 40 niños (no exagero),
volaron las láminas de colorear y los caramelos, mientras los adultos teníamos
una animada conversación sobre el
Bautismo, con muchas preguntas e intervenciones, y después celebración de
la Palabra, con guitarra, full cantos
y todos los aparejos. Al terminar, por supuesto, gaseosita para todos;
“gaseosa” es un concepto general, es cualquier bebida dulce con gas: coca cola,
inka cola, guaraná, fanta y similares… De ahí, al toque, a San Mateo, otro
pueblo a 10 minutos en el Ferrari acuático.
Allí la cosa se desarrolló de manera
similar: gaseosa con galletas, charlita y celebración, igualmente con música
pero un poco más sencilla que en la tarde. La clave estuvo después: “¿Qué persona podría ser el animador o
animadora de esta comunidad? ¿A quién elegirían ustedes?” – preguntamos. Y votaron a Miller y a su esposa Heidy, una
pareja bien valiosa que puede dar mucho juego acá (si hubiera tenido que
escoger yo, también hubiera apuntado a ellos). Para celebrarlo, adivinen… gaseosa.
El regreso a 28 de Julio, a las 9 de la
noche, lo hacemos lentamente en medio de
la oscuridad, por un paraje de belleza enigmática, los árboles enterrados
en el agua negra y plateada, el silencio envolvente habitado por infinidad de
vidas que se intuyen en esta selva profunda, y todo como captado en su
inmovilidad por una frágil luz de luna acechada por inmensos nubarrones. Nos
alumbramos con nuestras linternas de mano esperando que los narcos estuvieran
ocupados tomando su caldo de gallina.
Cuando en mitad de mi “ducha” a oscuras se
descolgó un tremendo aguacero, me sonreí calculando cuántos vasos de gaseosa
habría trincado ese día. Luego, acostado ya dentro de mi carpa, recordé las
palabras de José Antonio, una lejana noche en Togo: “En la misión, lo que empieza fácil no será muy sólido ni durará mucho;
en cambio, lo que comienza con dolor y dificultad, como los partos,
probablemente lleve a algo que merezca la pena”. 23 años después de su muerte, él me sigue inspirando.
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