Habitualmente en la iglesia de Islandia estamos dos y el del tambor (que se llama Carlos), pero a veces ocurre que hay llenazo, como el viernes pasado, al final de la novena del Señor de los Milagros. Nos dimos el gusto de planear, trabajar y realizar algo diferente, y salió bien. Hay que contarlo.
Se le ocurrió a Ivanês, que tiene más tiros daos en eventos masivos por su
experiencia en parroquias brasileñas gigantes. “Vamos a armar una bendición de las familias”, un día para que traigan
su agüita, cantar juntos, con los niños, ser todos bendecidos… esto a la gente
le encanta. Es cierto: si este pueblo,
incluso los “católicos”, no son de ir a la iglesia ni los domingos… ¿cómo vamos
a pretender que vengan a nueve misas nueve días seguidos? No pues. Pero sí
podemos inventarnos una noche especial de celebración, tal vez algunos acudan.
Así discurrimos.
Así que en el Consejo de Pastoral nos
repartimos las calles del pueblo, y por grupos o parejas nos fuimos invitando a
todas las familias católicas (o que nos parecía que podían serlo) a esta
fiesta. Yo iba con la profe Floralba por mi calle, entrábamos en las casas que ella indicaba, les dábamos la tarjeta
recordándoles el día, la hora, y que habrá “refrigerio”; es decir, que se
dará de comer, cosa fundamental si queremos que algo funcione en todas las
partes del mundo (creo).
No podía ser una misa “muy seria”, así que
me acordé de la Nochebuena en La Lapa y tiré palante. Empezó la cosa nombrando
a la gente de cada calle, que se ponía de pie y se cantaba el estribillo “Bienvenido lelé, bienvenido lalá, paz y
bien para usted, que vino a participar”. Jeje. Se leyó un número del
documento preparatorio del Sínodo, se cantó aleluya y al evangelio le siguió
como reflexión un cuento. Y enseguida la bendición, con las familias puestas de
pie y yo bañando a la gente; como acá no se puede cultivar, todas las flores de la iglesia son de
plástico, y Marina me puso de asperje unas tan tiesas que el agua le caía a las
personas como proyectiles. Pero las caras estaban sonrientes.
Siguieron unas peticiones-letanías, las
ofrendas y una plegaria rápida y adaptada
(los liturgistas no lean esto). El padrenuestro todos unidos, y la comunión;
pocas oraciones leídas y muchas canciones con palmas. Y aplausos. Al final,
la bendición de todas las aguas que trajeron y de los cuadritos del Señor de
los Milagros. Y como colofón, la Marinera. Una misa más ligera,
participada, musical y divertida.
Bueno, al menos eso intentamos.
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