viernes, 9 de noviembre de 2018

SANARME A MÍ MISMO


El cuerpo tiene una asombrosa capacidad para regenerarse, cerrar las heridas, curar los golpes, sanarse del mal.

Me sano a mí mismo aceptando, recibiendo, estando presente, percibiendo la realidad con los ojos abiertos, con limpieza, sin juicio, con compasión, puesto que “todo está conectado”.

Me sano a mí mismo amándome, creyendo en mí a pesar de todo, mirándome con benevolencia y esperanza.

Me sana el amor de los otros, alimenta mi poder para reconstruirme y cicatrizar mis traumas. El amor conecta y activa mi energía de Luz, moviliza la eficacia de la Gracia en mí.

El amor incondicional, la ternura… no hay nada más sanador, nada que te haga sentirte tan realmente aquí y ahora, digno de ser amado, y por tanto merecedor de vivir y ser feliz, más allá de todas las derrotas y de los zarpazos de la ignorancia y del mal.

Ser tocado, acariciado por manos que dan salvación, reencontrar la armonía, moldear mi propio equilibrio y disfrutarlo con gratuidad y sonriendo.

Todo está en mi cuerpo. Escrito en él. Mi historia tatuada en mis músculos, mis articulaciones y órganos, depositada en cada una de mis células.

La memoria de mi camino junto a la expresión de mis posibilidades, emociones ya cristalizadas y esbozos de lo aún no vivido, energía de crecimiento y felicidad futura que mi cuerpo desprende con discreto resplandor…

Para levantarme si caigo, para correr con ligereza y para volar.

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