martes, 27 de diciembre de 2016

ADEMÁS DE PASTORITAS, TAMBIÉN HAY PASTORAZAS


Algunas con 60 y 70 años, pero ahí las tienes bailando en el momento del ofertorio en Mendoza, sonajas en mano, sonriendo y superando el roche, jeje. No dejo de sorprenderme cada día en mi Perú y en mi país huayacho, y sospecho que siempre será así.

El recorrido navideño acabó mucho mejor que empezó. El pie de Abilia mejora (ahorita vengo de acompañarla a que le saquen los puntos y el asunto se va espabilando poco a poco), la moto se afinó y las operaciones en mi dedito parece que surtieron efecto (mañana revisión con mis cirujanas, ayyy). Pero lo más importante: las celebraciones en los pueblos de la carretera de Omia fueron muy lindas; en Tuemal, en Cushillo, en Gebil...

El 24 resultó un día algo apretadito. Por la mañana fui a Huayruro a su fiesta patronal con la hermana Panchita. Íbamos bien de hora, pero al regresar a Huambo en mototaxi, ¡pum! se cae el tubo de escape (y nosotros casi nos mandamos a la acequia). Mientras lo repararon y regresé a Mendoza en moto, ya iba tarde para llegar a Izcuchaca, ni me dio tiempo a almorzar. Ahí empezó la misa a las 3 y cuarto, pero tenía que haber sido a las 2 (...). Al regreso, el carro que me llevó se detiene y me hace bajar porque había operativo de tráfico y no tenía seguro; tocó caminar hasta que al rato me recogió de nuevo.

Quería avanzar para llamar a mi casa antes de que fuese muy de noche, y lo logré. Siempre el día de Nochebuena se me hace difícil, es la realidad, pero ese ratito en el Skype ayuda. A las 6, de vuelta  a Huambo para compartir la cena con las religiosas, ¡qué deliciosos asado y jamón! Qué suerte encontrar "cien veces más hermanos y hermanas" (Mt 19, 29) por todas partes. La misa huambina fue un desbarajuste que me recordó a La Lapa: un montón de niños, un ruido tremendo y ahí te las tienes que apañar para que salga algo parecido a una Eucaristía. Jaja.

El 25 fue un gustazo. En Omia estrené mi última piedra, la pila bautismal. De ahí pasé al almuerzo invitado por la hermosa madrina de uno de los bautizos. Por fin comí rico, tranquilo, con tiempo, y disfruté montonazo de la compañía. Tanto que me sentí en familia, como debe ser el día de Navidad, aunque estoy lejos de los míos. De Omia, regresando por la pista, a Mito; a esta comunidad hemos ayudado con un dinero para comprar un nuevo terreno donde reubicar su capilla, y era mi última visita allí, así que recibí un baño de sencillo agradecimiento, discursos, chocolate y panetón. Las pastoritas veneran preciosamente al Niño Jesús, y al terminar, Nataly, que tiene doce años, me abraza y me dice: "No debes irte, padrecito".

Nataly
Pasando por Nueva Esperanza (Charito quiso decir unas palabras de despedida pero las atajaron las lágrimas), la jornada acababa en Mariscal. Yo estaba ya hecho mazamorra a esas horas de las 7 de la noche, pero mira por dónde me encontré con una Eucaristía bien divertida, con equipo de sonido nuevo y achorado, coro, instrumentos y muchísima participación. Las bromas en la homilía me salían solas, y todos nos reíamos, relajados y contentos. Hasta bailamos "suavecito suavecito" al final (Mª José, habrías alucinado).

Augusto y Delia nos invitaron a Jhony, a Silver y a mí a su casa porque también eran padrinos (Dosito, habré bautizado estos días a media provincia), así que nos juntamos una buena peña, con sus hijos Gilmer y Ever y las doctoras saca-nigua Liz y Nilma. Hubo cuy, cocoa, panetón -obligado en estas fechas- y aparecieron unas cuantas cervezas. Los ojos continuaron brillándonos y las carcajadas volando al cielo de Huayabamba. Como todo el día, yo me encontré en casa, querido por mí mismo y no solo por ser "el padre", con el gozo inigualable de haber encontrado amigos. Y me sentí feliz.

¡Qué tal nube sobre Mendoza al salir de la radio!

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