viernes, 2 de diciembre de 2016
LA CASA HOGAR
Poco he hablado de ella porque ha sido, durante todo el año, una fuente permanente de dificultades, contratiempos y problemas de todo tipo. Pero siempre entrelazados con risas adolescentes, cuadernos escolares y esperanzas de futuro. Ahora llevamos una época más tranquila, y eso es bueno, porque merece la pena trabajar por estos chicos.
La Casa Hogar "San Francisco de Asís" es una obra social de nuestra parroquia. Antonio León la pensó para ser residencia de ancianos, pero pronto evolucionó para convertirse en una institución de acogida de chicos y chicas procedentes de pueblos lejanos que venían a Mendoza a estudiar la secundaria y sus familias disponían de pocos recursos económicos. Una iniciativa de desarrollo de primera categoría en la que Lolo, el profe Echegaray y Ángel se dejaron la piel.
Los años han pasado y la vida ha ido cambiando en la provincia; ahora hay muchos más colegios y la movilidad ha mejorado notablemente, pero la Casa continúa ofreciendo su servicio a hijos de campesinos pobres que por 150 soles al mes (43 euros) quieren estudiar para poder ir mañana a la universidad y ser profesionales. Tratamos de asegurar las condiciones para que los jóvenes aprovechen el tiempo y la oportunidad; en Mendoza hay muchos compañeros suyos, de los pueblos, que sus padres ponen en cuartos pagando más del doble y sin nadie "que los vea", con los previsibles resultados catastróficos en muchos casos.
El día a día también es diferente respecto a los inicios. Como ahora hay jornada completa, los muchachos almuerzan en el colegio (una mototaxi les lleva los tapers todos los días) y pasan menos tiempo en la Casa; trabajan en el huerto, pero no tanto como antes; salen más a hacer trabajos o a internet, todo es más rápido y más variado. Adelaida es su tutora y la responsable de la Casa, además de cocinera. Ella es la que conversa con los profes, va a las reuniones, lidia con los críos a todas horas, reniega, escucha, aconseja, limpia, organiza... una auténtica todoterreno.
A los papás los llamamos cada tres meses para un día de faena comunal (desherbar la huerta, juntar el café de la chacra que la Casa tiene, acarrear leña, etc.) en el que siempre hay una reunión para informar de cómo van las cosas y cambiar impresiones. Ellos indefectiblemente expresan su agradecimiento a la parroquia por el bien que se les hace a sus hijos. Y es que entre los antiguos alumnos hay de todo, hasta alcaldes e ingenieros. Da gusto encontrarse con alguno, ya grande, que también está agradecido.
La pensión que pagan a duras penas alcanza para los gastos corrientes de alimentación, luz, gas y demás. La Casa afronta gastos extra de reparaciones, compras de mobiliario y obras con las ayudas que llegan de España, de la ONG Yanaptasiñani de Oliva de la Frontera. Gracias a ellos y a otras aportaciones se pueden ir haciendo cositas. Lo digo por si alguien lee esto y se anima a colaborar.
Este año varios jóvenes salieron (querían ser libres...) pero llegaron otros, algunos enviados por la fiscalía y los servicios sociales de la municipalidad por casos de malos tratos o abandono. Está André que es un perla, y Shani una auténtica pishpirilla*; Nilver y Clever mostrando a todas horas su hombría; Heyli un encanto de persona, y Magalit y Lloisy las típicas niñas maduras y responsables. La verdad es que los pocos ratos que tengo para pasar con ellos me divierto mucho. Es como vivir en un eterno campamento de verano, una gozada.
* En quechua: ligerilla, traviesilla.
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