miércoles, 5 de marzo de 2014
"PARA QUE MÁS LE AME Y LE SIGA"
Cuando se baja de la habitación al aula "Pedro Arrupe", al salir de la escalera, se encuentra uno con este cuadro.Y es que en la Escuela de Ejercicios de Salamanca hasta las paredes están llenas de palabras ignacianas, como las mezquitas tapizadas de versos del Corán. Aquí lo de Ignacio se te pega, te entra por la piel.
Son unos días especiales para mí, ya lo he contado otras veces. "Quién pudiera desconectarse así", me dice un amigo por sms. Desde luego. Salir momentáneamente del vértigo de lo cotidiano para concentrarse en los Ejercicios, vaya lujo. Como si fuésemos estudiantes de medicina, colocamos el texto sobre la mesa y lo diseccionamos, lo destripamos, investigamos su lógica interna, descubrimos qué pretende Ignacio con cada meditación o contemplación, cuáles son los procesos que quiere desencadenar en el ejercitante, qué dinámicas y experiencias interiores intenta provocar...
En vez de ponernos la bata blanca nos descalzamos el corazón, porque de alguna manera lo que estudiamos es nuestra propia vida. Mientras los profesores hablan, sobrevuelan nuestras propias consolaciones, desolaciones, dudas, lágrimas, hallazgos, luces, batallas, decisiones. Los Ejercicios no son solo un camino de encuentro con Dios, ni siquiera un método para vivir como seguidores de Jesús... son la vida misma. Y al transitar por sus entresijos advertimos, con pudorosa emoción, recuerdos y huellas de nuestro propio crecimiento, jirones de vida, hitos que vuelven a iluminarnos y nos mueven suavemente a agradecer.
Uno de mis números favoritos de los Ejercicios, quizá el que más me gusta, es éste, el 104: la petición que vamos repitiendo, como una letanía, durante la Segunda Semana. Se pide conocimiento interno de Jesús para más amarle y seguirle. Aquí el conocimiento es, además, compartido. Se construye en la convivencia con los compañeros, en el pensar juntos, ofrecer trozos de humilde camino y enriquecerse de la vida ignacianamente saboreada de estas personas excelentes.
Si nos dormimos en clase, roncamos juntos. Si nos perdemos por Salamanca, vamos bromeando con el GPS de Juan. Tenemos a Luciana que, con cuatro meses, está a punto de soltar sus primeras palabras, que serán "Dos Banderas". Y en caso de duda siempre podemos recurrir a Avelino, que con sus más de ochenta años rezuma entusiasmo por los Ejercicios y nos lo contagia con su sonrisa. A lo mejor es él quien ha puesto el cuadro.
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