Ya no recordaba la última vez que fui a una jornada,
simposio, congreso o algo así: entrada, acreditaciones, folder, bolsito,
escenario, discursos, aparición fugaz de los políticos… Y aunque el comienzo
respondió a lo habitual, lo que siguió fue una sorpresa que me rompió muchos
esquemas y nos hizo vivir un total carrusel de emociones.
La Asociación Cuidándonos de Badajoz forma parte de una
red llamada Compassionate Communities creada en 2016 por profesionales de los
cuidados paliativos con el propósito de “sensibilizar, concienciar,
formar y capacitar a la comunidad en el acompañamiento y cuidado de las
personas con enfermedades avanzadas o en situación de final de vida”.
El origen de este movimiento de ciudades compasivas está en
la necesidad de promover los cuidados paliativos, y por eso estábamos mis
hermanas y yo allí. La vivencia de acompañar a mi mamá en sus últimos días,
y la ayuda que nos prestaron a todos Miguel Ángel y Montaña, nuestros
paliativistas, nos han marcado. Semanas antes se habían agotado las inscripciones. El aforo se completó al toque.
Tras los saludos protocolarios, lo primero fue un breve
concierto de cuatro violinistas de la Orquesta Barroca de Badajoz. La finura
y elegancia de sus melodías concedió a la jornada la belleza y el ornato de
sensibilidad que se requiere al abordar el tema de la muerte desde la
perspectiva de una vida plena, ensanchada y acompañada hasta el fin.
La ponencia estrella fue la de Enric Benito, una autoridad
internacional en cuidados paliativos, con décadas de recorrido en el
acompañamiento de enfermos “terminales”, y lo pongo entre comillas porque me
impresionó escuchar de un hombre como él que “No somos seres humanos con una
dimensión espiritual, sino seres espirituales con una dimensión humana”.
Todo está “bien organizado” por una conciencia universal de amor con la que
podemos conectar, y el “murimiento” es como el nacimiento, el paso a una
realidad de plenitud y bienestar definitivos.
Desde su perspectiva, la muerte como final no existe, y
eso inspira para atender a los enfermos con amor y delicadeza, respetando sus
decisiones, ayudándoles a aceptar y a soltar, a no resistirse, superando
el miedo y venciendo la tristeza con la esperanza y el cariño. Me impactó profundamente que la práctica
vocacional de los cuidados paliativos abre de manera natural a la experiencia
creyente o espiritual, la intuición profunda de que “no estamos
desamparados”.
Así ocurrió siempre para el ser humano: el misterio de la
muerte es una puerta a la pregunta por el sentido de la vida y al
presentimiento espontáneo de la Trascendencia. Y por tanto, la llamada
silenciosa a la espiritualidad, que se manifiesta en la diversidad de
religiones. Javier Melloni expresa esta distinción con precisión y hermosura: “Podríamos
decir que las religiones son las copas; la espiritualidad, el vino; las
creencias, las denominaciones de origen de cada vino, y la mística es beber de
ese vino hasta embriagarse”. Esto me sigue haciendo pensar.
Se fueron sucediendo intervenciones en un tono muy ameno,
alejado del academicismo, con formatos ágiles y participativos, incluyendo la
música y la danza. Cuando tomaban la palabra los familiares de personas ya
fallecidas y contaban cómo habían vivido el proceso de la despedida, nos
estremecíamos y nos agarrábamos de las manos, nos volvía todo. Pero también
hubo espacio para el humor, la risa y hasta algún bailoteo.
En enfoque de esta asociación pretende ir más allá del mundo
de los cuidados paliativos. El proyecto “Badajoz Compasiva” trabaja para promover
“un modelo de liderazgo colaborativo a través de la inteligencia
conectiva para fomentar la participación de familiares, amigos, vecinos,
voluntarios, instituciones públicas, empresas, colegios profesionales,
escuelas, universidades, asociaciones (…) en la creación de redes de cuidados
con el objetivo de formar “Comunidades que Cuidan””. Además de cursos de
formación, potencian acciones de sensibilización como los Death Café o Árboles
para el recuerdo. Se puede conocer más en su web https://www.badajozciudadcompasiva.com/.
Los cuidados paliativos son un paradigma de la misma vida. Acoger
a cada persona con toda su dignidad, acompañar para que pueda concluir su
camino en esta tierra sana, serena, sin dolor, con calidad y conciencia,
dueña de las circunstancias y los modos de su muerte. Un instrumento clave
para ello puede ser el Documento de Voluntades Anticipadas. Lo tengo que
estudiar con detenimiento.
Ojalá tengamos la dicha de ultimar esta etapa acompañados
por personas que nos cuiden como un privilegio, no como una carga. Que su esmero
nos ayude a mirar el tránsito cara a cara, con agradecimiento y lucidez, libres
del temor, como un momento espiritual. Que, siendo manos y rostro de la
ternura divina, ellos nos faciliten ensanchar la vida hasta su último segundo.
Morir rodeados de amor.
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