jueves, 18 de julio de 2024

ESTAR MISIO


Pensaba yo que esta expresión era una pura jerga coloquial medio chistosa de la calle peruana, pero se me ocurrió buscar “misio” nada menos que en el diccionario de la RAE y toma castaña, ahí lo tenemos como palabra que viene del latín miser y que significa “pobre, indigente, necesitado, desprotegido”.

Y, sí. Cuando alguien te dice “estoy misio” te está diciendo que no tiene plata, que va por esos mundos sin un sol en el bolsillo. No es broma, muy a menudo es literal, y se presenta con una crudeza que me deja patidifuso y que hace tiempo que me cotocircuita las meninges y los ventrículos.

La última vez fue ayer. Una señora trae a su papá desde una comunidad varias horas río abajo al hospital de Santa Clotilde (desde donde escribo hoy). Su hija me llama para que por favor atendamos a su abuelito… pero también si podemos ver un apoyo para la alimentación de su mamá. Efectivamente, cuando le pregunto a la seño me dice: “padre, es que me he venido con 10 soles, todo lo que tenía”; 2,6 €.

Otro ejemplo muy frecuente: alguien que llega (a Islandia muchas veces) en su canoa a hacer gestiones en la municipalidad o donde sea, y a mediodía se presenta en la casa y te pide su gasolina “para que pueda regresar a mi comunidad”. O sea, que ha navegado de bajada con su motor, pero sin guardar combustible para surcar… “¿Y qué harías si no te diéramos unos galoncitos?”. Se encoge de hombros.

¿Valentía? ¿Temeridad? ¿Fe en la providencia? Creo que no. Más bien necesidad de tirar para adelante a como dé lugar, acostumbrados desde niños a manejarse sin nada. Sin dramas ni excesivos lamentos, más bien con un asombroso sentido práctico, concepto ligero de las cosas y espíritu valeroso. Y confianza en las relaciones personales, que están fundadas sobre la reciprocidad.

No se puede sobrevivir solo acá, siempre dependemos unos de otros. Quiero construir mi casa, y entonces llamo a mis vecinos, compadres y amigos y armo una minga; ellos me ayudan, yo les doy su pango de boquichico y les invito a masato, y más tarde se invertirá el término de la necesidad y seré yo el que apoyaré a otro. La vida, el sustento, la fuerza, el trabajo, todo ello es una corriente que fluye entre todos y se comparte.

Todo está conectado, todos somos interdependientes, todo es, de alguna manera, de todos, como los guayos (frutos) de los árboles o los animales del monte. Por eso no se puede mezquinar, es decir, no compartir, negar la ayuda a quien te pide porque está misio, teniendo tú alguito. Mezquinar es el más feo pecado en nuestro pueblo, y compartir palabra mágica y deber sagrado.

La señora Esther de Tacsha tiene a su esposo en Lima hace casi dos años recuperándose de una herida por accidente de caza. La buscamos para que prepare el almuerzo a los misioneros el fin de semana próximo, pero hemos darle una parte del monto acordado para que compre los alimentos, porque ella hay días que no tiene ni para el pan de sus hijos. Sin el hombre trabajando, la pobreza feroz se recrudece.

Los estudiantes en Iquitos suelen estar misios del todo. - “Padre, tenemos que dar 10 soles para una actividad de la universidad, ¿podrías apoyarme?”. Wow, ¿es que no tienes siquiera 10 solcitos en tu bolsillo? O hay que comprar un material extra, o el uniforme… Cualquier situación imprevista descuadra completamente la economía familiar, que está prendida con alfileres. Si la gente sale cada día a buscar nomás el culqui para la comida de hoy, ¿cómo hacer cuando se presenta una enfermedad y en la posta piden medicinas que cuestan 100 soles?

Pero ocurre también con profesionales con salario: nadie tiene plata nunca para nada, todo el mundo se declara misio. - “Tengo que ir a la UGEL a reclamar por mi sueldo, ¿podrías prestarme padrecito 20 soles para mi movilidad?”. – “Pero profe, ¿no tienes absolutamente nada para tu motocar? ¿Y cómo pensabas ir?”. – “Confiaba en que tú me darías un cachuelo”.

En mi querido Perú, con el 60% de la población misia (pobre, pobre extrema o en situación de vulnerabilidad económica, aumento del 29% este año), compartir es a la vez fino arte, obligación moral, galardón, responsabilidad y una de las cláusulas del contrato de misionero.

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