Pensaba yo
que esta expresión era una pura jerga coloquial medio chistosa de la calle
peruana, pero se me ocurrió buscar “misio” nada menos que en el diccionario
de la RAE y toma castaña, ahí lo tenemos como palabra que viene del latín miser
y que significa “pobre, indigente, necesitado, desprotegido”.
Y, sí. Cuando
alguien te dice “estoy misio” te está diciendo que no tiene plata, que va por esos
mundos sin un sol en el bolsillo. No es broma, muy a menudo es literal, y
se presenta con una crudeza que me deja patidifuso y que hace tiempo que me
cotocircuita las meninges y los ventrículos.
La última vez
fue ayer. Una señora trae a su papá desde una comunidad varias horas río abajo al
hospital de Santa Clotilde (desde donde escribo hoy). Su hija me llama para que
por favor atendamos a su abuelito… pero también si podemos ver un apoyo para la
alimentación de su mamá. Efectivamente, cuando le pregunto a la seño me
dice: “padre, es que me he venido con 10 soles, todo lo que tenía”;
2,6 €.
Otro ejemplo
muy frecuente: alguien que llega (a Islandia muchas veces) en su canoa a hacer
gestiones en la municipalidad o donde sea, y a mediodía se presenta en la casa
y te pide su gasolina “para que pueda regresar a mi comunidad”. O
sea, que ha navegado de bajada con su motor, pero sin guardar combustible para
surcar… “¿Y qué harías si no te diéramos unos galoncitos?”. Se
encoge de hombros.
¿Valentía?
¿Temeridad? ¿Fe en la providencia? Creo que no. Más bien necesidad de tirar
para adelante a como dé lugar, acostumbrados desde niños a manejarse sin
nada. Sin dramas ni excesivos lamentos, más bien con un asombroso sentido
práctico, concepto ligero de las cosas y espíritu valeroso. Y
confianza en las relaciones personales, que están fundadas sobre la reciprocidad.
No se puede
sobrevivir solo acá, siempre dependemos unos de otros. Quiero construir mi
casa, y entonces llamo a mis vecinos, compadres y amigos y armo una minga;
ellos me ayudan, yo les doy su pango de boquichico y les invito a masato, y más
tarde se invertirá el término de la necesidad y seré yo el que apoyaré a otro.
La vida, el sustento, la fuerza, el trabajo, todo ello es una corriente que
fluye entre todos y se comparte.
Todo está
conectado, todos somos interdependientes, todo es, de alguna manera, de todos,
como los guayos (frutos) de los árboles o los animales del monte. Por eso no
se puede mezquinar, es decir, no compartir, negar la ayuda a quien te
pide porque está misio, teniendo tú alguito. Mezquinar es el más feo pecado
en nuestro pueblo, y compartir palabra mágica y deber sagrado.
La señora
Esther de Tacsha tiene a su esposo en Lima hace casi dos años recuperándose de
una herida por accidente de caza. La buscamos para que prepare el almuerzo a
los misioneros el fin de semana próximo, pero hemos darle una parte del
monto acordado para que compre los alimentos, porque ella hay días que no tiene
ni para el pan de sus hijos. Sin el hombre trabajando, la pobreza feroz se
recrudece.
Los estudiantes
en Iquitos suelen estar misios del todo. - “Padre, tenemos que dar 10 soles
para una actividad de la universidad, ¿podrías apoyarme?”. Wow, ¿es que no
tienes siquiera 10 solcitos en tu bolsillo? O hay que comprar un material extra,
o el uniforme… Cualquier situación imprevista descuadra completamente la
economía familiar, que está prendida con alfileres. Si la gente sale cada
día a buscar nomás el culqui para la comida de hoy, ¿cómo hacer cuando
se presenta una enfermedad y en la posta piden medicinas que cuestan 100 soles?
Pero ocurre
también con profesionales con salario: nadie tiene plata nunca para nada,
todo el mundo se declara misio. - “Tengo que ir a la UGEL a reclamar por mi
sueldo, ¿podrías prestarme padrecito 20 soles para mi movilidad?”. – “Pero
profe, ¿no tienes absolutamente nada para tu motocar? ¿Y cómo pensabas ir?”.
– “Confiaba en que tú me darías un cachuelo”.
En mi querido Perú, con el 60% de la población misia (pobre,
pobre extrema o en situación de vulnerabilidad económica, aumento del 29% este
año), compartir es a la vez fino arte, obligación moral, galardón,
responsabilidad y una de las cláusulas del contrato de misionero.
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