Con motivo del Jubileo de 2025, el Papa Francisco ha pedido
a las iglesias particulares aportar nombres para completar una lista
(“catálogo”) de todos aquellos mártires “que han derramado su sangre para
confesar a Cristo y testimoniar su Evangelio”, en palabras textuales del
documento de la Conferencia Episcopal que nos llegó el otro día. Desde la
Amazonía creo que podríamos sugerir que se incluyan a los defensores
ambientales asesinados en los últimos años.
Las cifras oscilan según la fuente, pero son siempre escandalosas
e inadmisibles: según Global Witness entre 2012 y 2021 fueron asesinados 51
defensores ambientales, 12 de ellos solo en la pandemia 2020-2021; la
organización AIDESEP sitúa en 32 el número de líderes y lideresas victimados en
la década 2013-2023. Perú pasa por ser el cuarto país más peligroso del mundo
para un defensor ambiental.
¿Quiénes son estas personas? Son frecuentemente autoridades
representativas de sus comunidades (apu, presidente comunal, etc.) que
de manera decidida promueven y protegen el derecho a vivir en un ambiente
sano y sostenible, luchando por resguardar sus territorios y sus recursos
naturales frente a actividades ilegales que suponen la degradación del medio
ambiente, la contaminación y la violencia.
El último caso, el de Mariano Isacama, en la región Ucayali,
es emblemático. Llegan los narcotraficantes e invaden una zona, que por tanto
se llena de sembríos de coca, drones de vigilancia, “cocinas” para producir la
pasta básica en plena selva, pistas clandestinas, y muchas armas. El crimen
organizado aprovecha la impunidad para campar a sus anchas: el Estado está
ausente, no hay consulta previa, no hay policía o es inoperante o está
coimeada, y predomina la sensación de que cada cual puede hacer lo que le dé la
gana y no ocurrirá nada.
El señor Mariano no se deja comprar por “la empresa”, que en
otros lugares es maderera, o minera, o una mafia de tráfico de tierras. Le
ofrecen 400 soles para que “de permiso” a entrar, pero él habla con fuerza
en la reunión comunal para que no se deje a esta gente hacer sus fechorías. Es
consciente de lo que está en juego: los árboles serán talados a 50 soles
cada palo, los animales del bosque se extinguirán, el agua del río y los peces serán
envenenados por la extracción de oro, los jóvenes no estudiarán, más bien el
dinero fácil de la coca incrementará el alcoholismo, su cultura estará en
peligro, la vida humana no valdrá nada…
Cuando los líderes y lideresas se posicionan así, a menudo
bien asesorados por organizaciones indígenas y ecologistas, comienzan las
amenazas, las campañas de desprestigio, los ataques. Las garantías otorgadas se
han revelado débiles e inútiles, así como las denuncias en los medios; el
pueblo se sabe indefenso ante semejantes poderes y el miedo impera. Los
dirigentes, “aun sabiendo los peligros que corren” (dice el documento
citado), permanecen firmes, la tensión aumenta, hasta que desaparecen y poco
después se halla su cadáver.
Además de la pérdida de vidas humanas, el impacto en las
poblaciones locales es brutal. Se impone un clima de terror y represión,
que impide que puedan pelear por sus derechos. Por si fuera poco, hay un vacío
en el código penal peruano, que no reconoce la figura de los defensores
ambientales, y por tanto este delito está tipificado como asesinato común. Los
procesos judiciales son largos, los crímenes suelen quedar sin castigo, las
víctimas no reciben reparación económica, los daños psicológicos son enormes y
el desamparo en que quedan familias y comunidades, desolador.
Es la circularidad implacable de la impunidad. Porque
los capos del crimen organizado, los traficantes y tratantes, los inversores en
la tala ilegal, los dueños de las mineras… están en el Congreso, dando
cobertura institucional a sus negociazos y perpetrando leyes que les
aseguren la depredación de la Amazonía sin obstáculos. Los pobladores y sus
autoridades, especialmente los indígenas, resultan una molestia que es preciso
eliminar.
Edwin Chota, Isidro López, José Napoleón Tarrillo, Roberto
Carlos Pacheco, Mariano Isacama y muchos otros … estos valientes son la primera
línea de defensa contra el colapso climático. Como expresa la Conferencia, “(…)
son asesinados por socorrer con caridad la vida de quien es pobre, por cuidar a
los descartados de la sociedad, por custodiar y promover el don de la paz (…)”.
Pobre Amazonía convertida en una despensa (Documento Final del Sínodo para la
Amazonía, 17), selva descartada que clama (Laudato Si 22; Documento Final, 10),
nuevamente colonizada (Querida Amazonía, 12-14); pero cuidada, custodiada y
defendida hasta la muerte por estos verdaderos mártires de hoy,
merecedores del honor de ser modelos de coherencia, humanidad y coraje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario