2023 comienza con algo
nuevo-nuevo, ilusionante y genial, ese tipo de ideas que solo pueden surgir de
la creatividad luminosa del Espíritu derramada sobre unas neuronas jóvenes y
capaces de soñar. Qué gozada y qué suerte pasar por ahí y poder echar una
mano.
Fue durante la visita
a Yanashi con motivo de la Confirmación. Se estaban confesando los confirmandos
y los padrinos, cuando se acerca una madrina a la que yo conocía:
- ¡Cecily! ¡A los
tiempos! – la saludé.
- Buenas tardes
padre…
- ¿Cómo estás?
- ¿Cómo estás?
Y me contó su
experiencia de estudiante universitaria en Iquitos. Cómo el inicio de su
carrera coincidió con la cuarentena y la pandemia, los meses encerrada en un
cuarto alquilado, solita con su pantalla, los contactos humanos únicamente
virtuales… “Lo pasé fatal”. Y de hecho, rebobinando y trayendo a la
memoria la chica que yo conocí seis años atrás, en el encuentro nacional de la
JEC, algo no me cuadraba: esta Ceci, que entonces era indiscutible líder de su
grupo con 14 años, está como apagada.
Al día siguiente por
la mañana el Espíritu repartió sus dones, con sigilo y efectividad. En la tarde
Cecily y yo quedamos y conversamos acerca de la situación de los jóvenes de
nuestros puestos de misión que se marchan a la gran ciudad a estudiar. Los años
de su adolescencia en sus comunidades son una experiencia hermosa: con su
familia, sus amigos, el colegio, la parroquia, el deporte… Una vida abierta,
libre, rural, afectivamente segura y completa, que se desmorona apenas emprenden
la aventura universitaria.
De pronto en Iquitos se quedan solos y pierden todas sus
referencias. Su entorno habitual, donde todos se conocen, es reemplazado
por el anonimato de una ciudad enorme y peligrosa. En la facultad encuentran
dificultades para hacer amigos; habitan en cuartos de quintas, con
vecinos desconocidos; aparte de para las clases, apenas salen, por miedo (sobre
todo las chicas) o por falta de presupuesto, ya que movilizarse en Iquitos
implicar tomar motocarro y por tanto plata. Y tampoco tienen ya un ámbito
donde vivir la fe.
¿Y si armamos en
Iquitos un grupo de los jóvenes estudiantes de nuestros pueblos del Vicariato? ¡BACÁN!
¡EXCELENTE! Lo que nació en
aquella conversa en Yanashi fue tomando forma las semanas siguientes. Cecily
vino a Punchana, se lo contamos a Griselda, misionera en Tamshiyacu, fuimos
precisando la idea, escribimos, llamamos a Nayelly Briana, que es de Islandia y
estudia Derecho; Nayelly y Ceci se hicieron socias, comenzaron a
contactar a algunos amigos, siempre antiguos de la pastoral juvenil, la
catequesis, la parroquia.
Fijamos la primera
fecha: sábado 7 de enero a las 9 de la mañana. Craneamos juntos en qué
iba a consistir el encuentro para invitar con contenido. Las hermanas de Pevas
y San Pablo llamaron a más gente, pasamos la voz a jóvenes de Indiana, Orellana
y otros lugares… y llegó el día. No sabíamos qué podría pasar, si habría
respuesta, la maloka estaba preparada y adornada, los materiales listos…
En total participaron
14 jóvenes, todas chicas menos Sander. Comenzó el asunto un tanto frío, pero la
música y los bailes pronto nos animaron. Presentaciones, risas, dinámicas, y
ante todo mucho agradecimiento y mucha expectativa por estar juntos. El
núcleo de esta reunión era, a partir de lo que cada cual vive, plantear qué
podríamos armar. Hubo grupos pequeños para facilitar el diálogo en torno a tres
cuestiones: ¿qué necesitamos? ¿qué vamos a hacer? ¿cómo lo vamos a hacer?
El plenario puso sobre
la mesa la necesidad de amistad verdadera, de acompañamiento; un lugar donde
compartir la fe y retomar los valores en los que se formaron; de diversión
sana, escucha y acogida. “¡Creamos un grupo!” Se concretó algo del
contenido (oración, deporte, solidaridad…) y hasta se fueron decantando las
coordenadas de día y hora. Nos comunicaremos por un grupo de whatsapp y
las socias quedaron encargadas de la coordinación por el momento. Y con
una certeza: de este espacio los jóvenes serán los absolutos protagonistas.
No sé cómo va a
continuar, si volverán, qué será de esto (ya con el otro día ha merecido la
pena); no tengo ni idea de cómo lo vamos a poder acompañar los misioneros que
estuvimos (unas viven fuera de Iquitos y yo paro viajando); ignoro por dónde
discurrirá esta nueva peripecia. Pero estoy seguro de que proviene de la
originalidad y el dinamismo de Dios+los jóvenes, me dejo llevar y me dispongo a
disfrutar de cuanto de bueno nos depara, y a aprender lo que en este momento me
hace falta.
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