Esta frase me desafió apenas la vi. Estaba decorando el
frontal de la maloka de Indiana al llegar al encuentro vicarial de animadores y
animadoras; hasta ahora me hace pensar. Esta tierra, aunque explotada y maltratada por décadas, es virgen en muchos aspectos, y en ella es posible soñar y
sembrar.
Hemos trabajado fundamentalmente sobre el documento Querida
Amazonía dedicando un día a cada uno de los cuatro sueños del Papa. Acá en la
selva, cuando alguien te sueña es que algo va a suceder, y los rukus
(abuelos, sabios) son capaces de interpretar los sueños para que conozcas y te prepares.
Francisco ha soñado, Dios nos ha soñado, y el sueño de
Dios es como su Palabra, crea la realidad con suavidad y eficacia, escribiendo
con renglones humanos pero firmes. La Amazonía es el más habitable entorno
para el deseo de Diosito, para sus más hondas aspiraciones… para la Iglesia.
Buscamos caminar juntos para alinearnos con su sueño: se
llama discernimiento. Y lo hemos hecho estos días con powerpoints, bajo chaparrones
de números de QA, entre muchos diálogos de grupo y plenario, produciendo
papelotes escritos con la torpe letra de la gente de nuestras chacras, pero
preñados de sabiduría, realismo e ilusión.
Los animadores y animadoras resaltan la necesidad de cuidar
las raíces (QA 33), de trabajar en la recuperación de las identidades
culturales, porque las tradiciones y espiritualidades de nuestros pueblos
indígenas son revelaciones del Evangelio. En la noche de fiesta, entre
risas y disfraces, se expresó esta inquietud, que dota de contenido a la acción
pastoral.
Se contaron muchas experiencias directas de tala ilegal, de dragas,
de engaños, de contaminación, de depredación sin escrúpulos. Se habló del manejo
sostenible de los recursos (QA 51), de la urgencia de un cambio de hábitos de
vida y por supuesto del agua: “nacemos y vivimos en el río, nuestra vida
está ligada al agua… pero no tenemos agua para beber”. Una paradoja que
es una maldición cotidiana. Estamos obligados a aportar como Iglesia al cuidado
y al crecimiento de la Amazonía (QA 60).
Es una entre tantas injusticias que claman al cielo, abusos tan
recurrentes que, o bien los hemos naturalizado, o bien están sepultados bajo
una losa de silencio por vergüenza o por miedo. Indignarse (QA 15) y alzar
la voz: ¿cómo denunciar?, ¿cómo penetrar en esferas de incidencia política?
¿Cómo articular respuestas efectivas ante las violaciones de los derechos
humanos (QA 75)? ¿Cómo potenciar la oficina central para que sea como un
corazón que recibe, asesora, informa, apoya… pero que también bombea formación
en los puestos, acompañamiento, materiales, estrategias…?
Hay un llamado a crecer como comunidades laicales (QA 94) y
ministeriales, pasando del paradigma del “animador varón representante del
párroco y responsable de todo” al equipo, al consejo de la comunidad, donde se
diversifican los servicios y las funciones. De la navaja suiza a la
orquesta, del personalismo a la corresponsabilidad. Lo trabajamos a través de dramas
que ellos representaron, y en los que, a su manera divertida, evidenciaron la situación
no siempre tan ideal de las pequeñas comunidades rurales.
Dar este giro implicará adentrarnos por quebradas desconocidas,
tomar riesgos, revolucionar hábitos muy arraigados, transformar procesos
formativos y estructuras organizativas… Y necesitamos incluir con determinación
en el liderazgo oficial a las mujeres (QA 103), que llevan siglos
moviendo todo, pero desde la retaguardia. Pues la Amazonía es femenina, y sin
las mujeres la Iglesia no estaría en pie.
No será fácil, pero Dios sueña para que despertemos.
La visión de Dios la intuimos al compartirla, la vamos descubriendo y
desplegando mano con mano, haciéndonos uno, misioneros y pueblos nativos y
ribereños. Es apasionante amanecer a una Iglesia más sinodal, más sencilla,
samaritana y valiente. Una Iglesia descalza y con rasgos amazónicos, que sirve
con alegría el masato del Buen Vivir -la vida plena (QA 71)- a todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario