Creo que el problema número uno del Perú es la educación. Por delante de temas como la corrupción, la delincuencia, la pobreza o la crisis del poder judicial, incluso del fracaso generalizado de las instituciones del Estado, que cualquier encuesta colocarían en el top ten de las preocupaciones de los ciudadanos. Para mí, la raíz de estas y de otras muchas cuestiones es la educación.
En marzo, cuando comienza el año escolar,
los noticieros se llenan de imágenes de escuelas
y colegios no aptos para recibir a los alumnos: con tejados caídos, inundados
por lluvias o huaycos, o armados precariamente con plásticos y calaminas, o
simplemente convertidos en basureros, como el otro día vimos acá en el
Yavarí, en Santa Teresa II zona. Porque edificios hay; el Estado hizo hace
tiempo un gran esfuerzo y construyó los famosos y enormes “colegios
emblemáticos”, y también escuelitas hasta en los lugares más alejados. He
entrado en muchas de ellas y he encontrado también implementos: pupitres (que acá se llaman “carpetas”), sillas y
siempre esas cajas con materiales didácticos de todo tipo. Una vez vi hasta un
esqueleto de plástico completo. Centros educativos que son conchas de caracol
vacías.
De modo que se invirtió y se gasta en
educación; desde luego no todo lo que debería dedicarse, pero pienso que no es un problema de dinero. Y lo digo
también porque sé que mis padres, por ejemplo, estudiaron con muchos menos
medios; o mi generación, que aprendió a leer en una época no digital, sin las
computadoras, tablets o proyectores que se ven en muchos colegios de Lima y la
costa. Pienso que la clave está en la figura del profesor.
Primero está su formación: muchos profesores en el Perú no son
profesores, no tienen los estudios terminados, no tienen título… Es una
profesión muy desprestigiada, porque además los maestros ganan poco y
normalmente tienen que tener otros trabajos para sacar adelante a sus hijos.
Hay muchos que en la tarde son taxistas, tenderos o mecánicos de motores acá en
el río, por ejemplo. Y luego está la motivación, que lo es todo en la vida. El
otro día, con Santa Rita inundada, estaba el profe sentado en su casa a las 2 de la tarde. Digo casa
por ser misericordioso: eran cuatro palos encima del agua, sin baño, sin
cocina, nada… A más de tres días de distancia de su familia en Caballo Cocha.
Con una lista de diez alumnos matriculados en esa comunidad recóndita y
cobrando una miseria. Hay que tenerlo muy claro o no encontrar otra ocupación
mejor.
Por eso muchas veces los profes faltan, se
van los jueves y vuelven los martes… Y a esto hay que sumar un problema de organización y gestión:
las UGEL (Unidades de Gestión Educativa Local) se ven desbordadas o atacadas
por la ineficacia y el caos. No encuentran profesionales para las comunidades
más lejanas, asignan plazas por influencias políticas, coimas o intereses
arbitrarios… En Islandia, dos semanas después de comenzadas las clases, faltan
como 8 profesores entre primaria y secundaria, no hay secretario, no hay
psicólogo (ni lo habrá). Hay varias comunidades donde a día de hoy sigue sin
aparecer ningún maestro. O los lugares donde no lo habrá y los niños tendrán
que ir en bote todos los días al caserío más cercano con escuela…
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