jueves, 26 de octubre de 2017
HASTA SIEMPRE SANTI
¿Durante la vida somos capaces de expresar todo el afecto que sentimos o lo damos por supuesto? Incluso cuando perdemos a alguien tan íntimo como un amigo de la infancia, las palabras que decimos, ¿fueron pronunciadas antes tal vez de otras maneras más gráficas y espontáneas, menos solemnes y descargadas de tristeza? Ojalá. Para nuestro amigo Santi Cordero, esto fue lo que nos salió a Antonio Amores, a Iñaki Gómez Carrillo y a mí.
Queridos familiares de Santi, amigos, hermanos todos.
Hemos invadido un poco esta Eucaristía de domingo en nuestro colegio para orar por el descanso eterno de nuestro querido amigo, despedirlo de manera más íntima y dedicarle un sencillo homenaje. Si nos estás viendo, Santi, compañero, tranquilo, que sabemos que lo aparatoso no te gusta: tú has sido siempre un hombre discreto, enemigo de protagonismos; pero comprende que necesitamos decirte algunas cosas porque estamos todavía perplejos y como paralizados por la tristeza, no acabamos de creernos que te hayas ido.
Tus amigos coincidimos en la sorpresa que nos causa apreciar estos días lo importante que eres para nosotros y cuánto influiste siempre en nuestra vida. Tanto nos diste y de manera tan auténtica y desinteresada, tal y como tú eres, que te metiste en lo más hondo de nuestros corazones sin que supiéramos percibir hasta el momento en el que nos has faltado lo que significabas realmente para nosotros.
Nuestra niñez fue muy bonita, entre estos patios, a salvo de los videojuegos. Fuimos niños que disfrutamos juntos de juegos como los bolindres, el pinche, y las carreras a policías y ladrones, divirtiéndonos y aprendiendo unos de otros mientras crecíamos e intercambiábamos experiencias. Pronto descubrimos el gusto por leer, por los idiomas, el deporte y la música. Algunos, en tu casa, descubrimos a Alan Parsons, Mike Oldfield y Pink Floyd; no sé cómo pero tú te conocías todos los músicos. Inventamos revistas en las que dibujabas como nadie e hicimos nuestros pinitos en inglés (donde tú siempre destacaste). Éramos adolescentes sanos, capaces de pensar, responsables, con un rico interior, y con inquietudes. Fue una época muy hermosa en la que se formó un grupo de amigos, de compañeros, con un vínculo especial, y tú perteneces a ella; estuviste siempre ahí, lleno de cualidades, siempre un paso por delante en saber, adornado de una inteligencia fina, una humildad sin límites y con capacidades extraordinarias para la escucha, la fidelidad y la amistad.
Luego, el paso de los años nos fue distanciando a unos más, a otros menos. Pero lo sembrado cuando chicos fue cuajando en tu rica personalidad. Nuestro amigo Iñaki lo expresa magníficamente en el mensaje que te dedicó: “tu caballerosa discreción; tu sonrisa apacible; el estoico pecho; el buen juicio que te orientaba; las perlas de humor atinado y elegante; el despiste entrañable que en ocasiones se escapaba de las lindes de tu flemática postura; la fabulosa exposición de conocimientos que desplegabas en las partidas de Trivial; tu inquebrantable compañía en las buenas y en las malas”.
Hace poco que estuvimos juntos. No importaba que llevásemos bastante sin vernos, la magia de los viejos amigos hizo que rápidamente la conversación conectase y nos sintiéramos en casa. Tenemos ese tesoro que se fraguó desde nuestra más tierna infancia; esa facilidad para formar parte unos de la vida de los otros a pesar de distancias, tiempos y ocupaciones. Lo comprendemos estos días en que un poco aturdidos y aún incrédulos lloramos tu pérdida, amigo Santi; lo mismo que vemos con claridad lo que significas para todos nosotros, lo que amamos en ti; igual que el alpinista distingue más claramente los detalles de la belleza de la montaña cuando se aleja que cuando la está escalando, como dice Gibrán.
Te has marchado haciendo lo que más te gustaba, justamente subir montañas. Pero vas a seguir estando siempre en nosotros, tus amigos, porque nunca vamos a olvidarte, Santi. Tu melodía nos acompañará siempre en nuestros encuentros, en el devenir de nuestra vida que esperamos que nos llevará a lo más alto, donde tú estás ahora.
Cuando termine esta misa tus amigos pasaremos a besar el pie de nuestra Virgen, nuestra Auxiliadora, un gesto que hemos repetido cientos de veces en el recreo. No te preocupes que nosotros lo haremos en tu nombre. Ahora tú ya estás con ella.
Gracias por haber sido simplemente Santi. Te queremos.
Hasta siempre, amigo.
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