sábado, 29 de octubre de 2016

DISCERNIMIENTO


Creo que se ha convertido en mi palabra favorita. Eso no significa que yo lo practique siempre, a veces me comporto como un verdadero cabeza hueca, pero al menos me doy cuenta, y lo hago cada vez más "en tiempo real".

Pasan los años y me parece más y más necesario. Y no tanto como un ejercicio o una táctica, sino como un reflejo que cada día debería arrancar en mí haciéndose poco a poco una segunda piel, un parpadeo del corazón que siente, piensa y decide.

Al principio de la jornada intento dedicarle un tiempito. Me pregunto cómo estoy, qué posos dejó el día de ayer, con qué sabor me levanto, por dónde camino, en qué cosas ando metido, cuál es la banda sonora de estos días de mi vida y la temperatura del viento en cuya dirección remo. Reviso las mociones -sentimientos, planteamientos, pensamientos, deseos...- que experimento y trato de interpretarlas como lenguaje de Dios.

El enemigo que está dentro de mí suele emplear parecidas trampas y engaños, las piedras en las que habitualmente tropiezo; pero el discernimiento me enseña a intuir el peligro, a percartarme cuando se encienden las luces de alarma y a poner en marcha las medidas adecuadas para no equivocarme, o al menos no demasiado.

Este vídeo, que he descubierto en la página de los jesuitas de España (www.jesuitas.es) lo explica magníficamente con muy pocas palabras y en algo más de un minuto. Lo recomiendo, el vídeo y el tesoro que muestra: el proceso permanente y creativo por el que aprendemos, de la mano de Dios, a vivir. El discernimiento.

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