martes, 31 de marzo de 2015

REGRESO A PARVULITOS

Estar en Perú es, en cierto modo, como volver a ser niño o joven que tiene que aprenderlo todo, pero con 44 años. Cada día lo nuevo y lo diferente te salen al paso, te extrañan y te piden respuesta en forma de adaptación, y otras veces simplemente tienes que bajarte los humos y al cole… ¿Quién me iba a decir a mí que tendría que sacarme el carnet de conducir tras 21 años de ya tenerlo? Pues eso es lo que hice, como todo el mundo, la semana pasada.

Ya fue una odisea poder presentarme al examen. Entre la pila de papeles obligatorios había que acreditar que tengo la secundaria completa, y por más que intenté con un certificado del obispo, no valía: hubo que hacer traer de España el título de Bachiller… pero con la Apostilla de la Haya (http://es.wikipedia.org/wiki/Apostilla_de_La_Haya) nada menos. ¿Y qué me cuentas del certificado médico? Las pruebas son pa cagarse: un test psicotécnico con cuentas, resolver un laberinto, preguntas de lógica y dibujar un niño (¡!); el ejercicio del compás para conocer el estado de tu pulso (llevar una agujita con dos mandos por una línea sin salirse, ¿lo habrá hecho bien alguna vez alguien?); prueba de reflejos pegando un pisotón a un pedal y, por supuesto, revisión de la vista descifrando letras en miniatura. Hora y media, no te ve ningún doctor, te preguntan tu grupo sanguíneo, se lo dices y aún así te sacan sangre, y al final aparece el certificado firmado por ocho médicos previo pago de 70 soles.

En Transportes te venden un sidí (CD) con varios balotarios (cuestionarios) de preguntas de examen, para que te prepares el teórico. Puedes elegir el día entre lunes, martes y jueves, y si apruebas, ese mismo día puedes hacer el práctico. Paso tres días resolviendo tests y el día de la misa Crismal en Chachapoyas (donde transcurre toda esta historia) voy temprano a examinarme. Efectivamente, me sientan delante de una pantalla y salen mis preguntas para ir marcando la respuesta correcta. La cosa empieza bacan, pero enseguida se torcerá.

Al momento observo que hay un grupo de unas 6 preguntas que no aparecían en ningún cuestionario, así que voy a protestar. La señorita (ya somos como de familia) me dice “Pucha, ya han cambiado los exámenes sin renovar el sidí, todos los años lo mismo. Yo le ayudo a contestar, no se preocupe”. Vamos pasando preguntas nuevas, y a pesar de que ella va al manual a mirar las respuestas, se equivoca en tres, así que acabo teniendo cuatro fallos y apruebo de milagro. Uuuuf.

Pasamos al examen de manejo. Para hacerlo tienes que traer tu propio carro (¡!) en perfectas condiciones y presentando la tarjeta de propiedad. El examinador es un tipo bajito, con gorra y bigote que no me da muy buena espina cuando me manda recoger unas vallas de hierro y cargarlas en la tolva de la camioneta. Me lleva a una zona universitaria, y pienso que en los tres minutos que dura el trayecto ya debe haber visto que yo sé manejar.
- “Abra el capó de su vehículo… Dígame, ¿qué comprobaría antes de salir por la mañana? ¿Dónde están los fusibles?”
- “Mire usted, no tengo ni idea de dónde están los fusibles porque es la primera vez que abro el capó de este carro”.
Me pega una bronca y me explica cómo se cambia un fusible en carretera, mientras pienso: “¿le pego un bocinazo a este zonzo (sonso), es decir, tonto? Luego me sienta al volante, me pide que le explique lo que veo (los mandos, el salpicadero, los espejos…) y noto que me voy calentando más cuando me pregunta cuántos pedales hay.

Pasamos a la prueba del sardinel: se trata de conducir marcha atrás unos 400 metros paralelo a la acera, sin tocarla ni hacer zig-zag. Lo hago, según él, “más o menos”; ahora toca estacionar: “usted podría hacerlo en un minuto, me dice, pero yo le voy a dar tres”. Aparco en menos de un minuto y me pregunto qué más se le va a ocurrir para intentar jalarme. De regreso a la oficina, me pregunta: “¿Qué le diría usted a una persona que estuviera sentada en el asiento del copiloto y no llevase puesto el cinturón de seguridad?”. “Que se lo ponga”. “Pero he observado que en las dos ocasiones en que me he sentado acá, no me lo he puesto y no me ha dicho nada”. (“¿Le jarreo al gilip. este?”). Freno, le miro y le digo: “Pues porque es usted el examinador y no me he atrevido, ¿comprende?”. “¡Pues ni aunque fuera el presidente, usted me lo tiene que decir!”.

- “Nada, que me ha tocado un zonzo”.
- “Lo que pasa es que es adventista”, mis compañeros se carcajeaban durante el almuerzo, un rato después. “O racista, y le gusta j. a los gringos”, jejeje.
Ay Diosito.  Período de adaptación.Volvemos a preescolar y a los palotes. Reaprender a vivir es tan estimulante como agotador. Ser novato exige rodarte, equivocarte, preguntar, tropezarte y levantarte, aceptar que en muchos aspectos eres inútil y que lo que te valía en tu hábitat aquí se te cae de las manos. Aunque oyes, tontos hay por todos lados, eso es un universal cultural.

2 comentarios:

Pepa dijo...

¡Qué odisea!.Eso sí que es sacarse el carnet de conducir en toda regla.Enhorabuena,jeje...
Un abrazo.

Jesús dijo...

Enhorabuena!!
Todos tus post, son muy buenos, pero este es para contarlo en el club de la comedia o algo así, y a los pocos días tienes el video como trending topic en youtube.
Aunque cuando tuvieses al tipo del bigote delante, seguramente no se te pasaba eso por la cabeza, jeje.
Muy bueno lo de tenerse que llevar cada uno su carro (eso si sin que te pillen los polis claro, jeje).Y lo de los fusibles ya me dirás, eso valía para un panda o un R4, que tenían 7 u 8 a lo más, pero ese q llevabas tiene que tener unos 50 ó 60 y cada uno con un amperaje distinto de rotura, así que de na te serviría a no ser que llevases muchos. Una vez aprovado el carnet, le deberías haber dicho al tipo que se te había ido un fusible del ventilador, haber si tenía narices a saber cual era,jeje.

Un abrazo y haber cuando nos invitas a dar una vuelta, ahora que ya tienes carnet, jeje.