jueves, 5 de septiembre de 2013

SOLO LAS MONTAÑAS NO SE REENCUENTRAN


Son más de las 11 de la noche en Lima. En mi habitación las maletas hechas, los encargos cumplidos, las llamadas realizadas... todo preparado para volar mañana a España. Hay silencio; ha sido un día de risas y bromas con las hermanas, de compras y de conversación, pero a esta hora la calma domina la casa.

Y penetra hasta mi interior. Porque me siento muy sereno; muy pleno, muy feliz, pero ante todo tranquilo. Paladeo ahora con lentitud cada lugar, cada instante, cada rostro de este mes maravilloso. Vuelvo a disfrutar las sensaciones, a notar el calor de las sonrisas y a vibrar con las sorpresas. Es un momento incomparable.

El agradecimiento se abre paso en mi corazón hasta llenarlo todo. Me siento pequeño ante tanta bondad y solo deseo disponer de vida para regresar a esta tierra hermosa, dura y humilde que es el Perú.

Dicen que ánimo, que no les olvide, que hay mucho que hacer... Y ya escribí que no hay nada más estimulante que sentirse esperado. El refrán que encabeza estas palabras lo aprendí en África, y esta noche se me graba en el corazón. Gracias, Señor, por este tiempo. Gracias por tu regalo.

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