La verdad es que este verano me lo estoy pasando estupendamente; hacía dos año que no tenía la suerte de vivir un verano tan completo, con ejercicios, campamento y unas vacaciones impresionantes.
He podido desconectarme de la rutina, olvidar bastante el ordenador (se nota, ¿no?), alejarme física y emocionalmente del escenario del trabajo del curso... La playa estaba preciosa, el tiempo un poco asfixiante pero agradable, el pescado exquisito (¡mi madre me ha sometido a un proceso de engorde) y mis sobrinos Pilar y Nanete inconmensurables. Verlos rebozarse en la arena, lanzarlos por los aires en el mar, pasear hasta La Antilla, ir a ver los barcos, ponerles Bob Esponja, reírnos con el show de "¡¡¡¡ sien-tes !!!!", investigar en el libro mágico si la marea sube o baja, ver que hay lechugas de mar... no tiene precio.
Y no cuento nada de dormir con Piluki, las dos camas pegadas, escuchar en la oscuridad su respiración e incluso un mini-ronquido de niña de 3 años, encontrártela encima tuya de madrugada, observarla cuando sale el sol... Debe ser más o menos lo que cuenta preciosamente Nino Bravo:
Amanecer de nuevo entre tus brazos
sentirte aquí junto a mi corazón
Poder vivir la luz de nuevos días
es la razón por la que esperaré
que vuelvas otra vez.
Las vacaciones que paso en el pueblo no se quedan cortas, son los días de fiestas los que merecen el calificativo de "imparables". No me conocía yo en mi faceta noctámbula en la feria de Santa Ana: ¡todos los días hasta las 5 de la madrugada! Claro, los trasnochamientos y el efecto de 4 o 5 acuarius por noche me dejaron hecho papilla. Y tras el descanso playero, ahora la feria del Valle, más de lo mismo: salir a las 12, charlar, estar a gusto con unos y otros... Esta noche hago un receso porque la juerga dura hoy y mañana.
Y termino destacando esta jornada de fiesta patronal... ¡qué gozada! La fiesta de día tiene otra luz, otra alegría, otro ritmo. La iglesia vallera a tope, la procesión con una banda preciosa y un abanico propicio... Cervezas con unos y otros y me quedo con el cariño de la gente a la Virgen: al entrar en la iglesia, sin prepararlo, nos hemos puesto a cantar la Salve, a decir vivas y a ¡hacernos fotos con La Asunción! ¡Ole el Valle de Matamoros!
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