Después de pasar un fin de semana estupendo en el Encuentro General del Movimiento Rural Cristiano, tengo muchas ganas de escribir sobre ello para seguir dando en las narices a quienes dicen "de memoria" que la acción católica está espachurrá... Pero me voy a contener para no ser cansino y voy a contar solamente lo de los huevos, que es de hace un cuarto de hora, fresquito, una doceeeena...
Ser cura de pueblo consiste en salir "pa ná", es decir, salir "a ver gente" sin ningún motivo especial, simplemente por preguntar al personal cómo está, por hacerse uno el encontradizo, medir si el brillo de estos ojos está hoy más apagado o sencillamente decir "hola".
Esta mañana salí así y vi a mi alcaldesa (se me olvidó felicitarla porque hoy es el día de la mujer ... trabajadora, ¿hay alguna que no lo sea?), luego me gusta asomar la gaita por la tienda de Poli, que o mismo te rellena la bonoloto que te vende un cuarto kilo de jamón york; y paso por casa de Enrique saludo a su madre, Maxi, en la cama muy mayor (¡hoy sí se acordaba de quién sy yo y no me confundía con el praticante); luego le ha tocado a Saturnino y Agustina, y más tarde a su vecino Perico. Resulta que a Perico ¡le han quitado hoy una catarata!, qué puntería mireusté. Me dejo atrás a Anita, que hoy en el piso titulado estaba mu mala; hacia ella iba cuando salió ulián, muy nervioso, tengo el vientre malo, padre, voy a dir al médico y no encuentro la cartilla -no pasa nada, le digo, se lleva el DNI y le atienden igual. Casi no me escuchaba pero yo sentía que mi mano en el hombro sí le servía.
Sitio especialmente agradable para decir hola es el estanco, donde siempre hay gente, donde me invitan a una café y donde está María Luisa, que es una persona con quien merece la pena echar un rato. Ser cura de pueblo consiste en buena medida en estar, en mezclarse con la gente sin pretender nada concreto, ni "ayudarles" ni "que vengan a misa", solamente compartir lo de todos los días, salir a ver qué aprendo hoy, qué recibo, cómo me hacen crecer, cómo me enriquecen sin siquiera sospecharlo.
Agustina, la mujer de Saturnino, me había dicho: "cuando vaya de vuelta de Perico, pase". Pasé y me esperaba una docena de huevos de campo, bien frescos, gordos y bonitos. Los huevos son la expresión material del bien que cada día me hacen mis vecinos. Voy a ver si frío un par de ellos y me los jinco.
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