No me resulta fácil conducirme en la maraña de comentarios, entrevistas, cartas, respuestas y declaraciones a própósito del trámite parlametario del anteproyecto de la nueva ley que regulará el aborto en nuestro país. Difícil porque creo que desde diferentes instancias sociales simplemente se hablan lenguajes disintos, se esgrimen argumentos que para otros son sencllamente ininteigibles porque están formulados desde paradigmas mentales distintos, desde mundos aparentemente contrapuestos.
Como persona y como cura no voy a escribir hoy qué me parece el proyecto de ley porque no lo conozco suficientemente; no voy a caer en la tentación de opinar superficialmente sobre algo tan importante como una ley que trata de ordenar legislativamente algo tan serio como el aborto. Lo que está en juego es en el fondo la licitud del aborto como cuestión moral y social... pero en el fondo; lo concreto es una ley, es una forma puntual del ordenamiento jurídico, algo por lo tanto funcional, transitorio y fundamentalmente "laico", es decir, competencia de las instituciones de un país aconfesional como el nuestro. Conviene no olvidarlo.
En segundo lugar, me parece que este tema se ha convertido desde hace tiempo en un símbolo que utilizan los políticos y en general las personas "progresistas" para etiquetar y descalificar al catolicismo llamado "conservador". Pero también veo en este asunto un argumento recurrente de la Jerarquía para cargar periódicamente contra los gobiernos y sectores sociales que no son afines a las posturas de la Iglesia institución.
Este desenfoque, esta desinformación y este mutuo encasillamiento creo que lamentablemente impide cualquier debate sano, constructivo y democrático. No hay diálogo si "unos" recuerdan a "otros" que no están en su ámbito... cosa que no es cierta porque en la esfera pública cualquier persona puede legítimamete expresar su opinión sobre cualquier tema y no solamente los internautas (pobrecitos ellos hombre...) sino también los obispos. Pero tampoco hay diálogo si los "otros" se dedican a excluir a los "unos" que se atreven a disentir de la doctrina oficial, como si alguien pudiera jamás atribuirse la razón incontestable. Así no se puede.
Esta ley necesita mucho más consenso social, y para que haya algo parecido a un consenso tiene que haber un debate social suficientemente articulado, participativo, amplio y maduro; pero no me parece que las actitudes sea las más adecuadas. Cada cual debería revisar si sus cartucheras están libres de prejucios seculares y sus pistolas descargadas.
Por último... como católico, ¿cabe la posibilidad de disentir serena y lealmente de las posiciones oficialmente sostenidas por la autoridad? ¿Por qué se pide a los parlamentarios que disientan de las posiciones de su partido para ser coherentes con su conciencia o con su fe y no se admite que los creyentes puedan disentir de la doctrina oficial, no por frivolidad, sino también por coherencia consigo mismos, sin que nadie los excluya? ¿No es acaso esto una tautología?
Y sigo sin expresar qué me parece la ley y qué opino del aborto, que conste... Pero lo que más me preocupa es que se hable más de los derechos de autor que de la situación de los agricultores.
1 comentario:
Personas con estos ideales, de amor al necesitado, amor al que aún sin nececitarlo, se le da porque brota del corazón, siga en esa linea que se recoge de lo que uno siembra.
Saludos
Publicar un comentario