jueves, 24 de diciembre de 2009

ES NOCHEBUENA


Este es la homilía que he preparado para esta noche de Nochebuena o para mañana día de Navidad (tanto da).



DIOS ES DEPENDIENTE

Dios ha querido ser... niño. Para salvar, Dios ha querido ser pequeño, Dios ha querido no saber, ser débil y sencillo como un niño; Dios ha elegido necesitar de los demás.

Y eso nos confunde: Dios está justo donde no se esperaría encontrarle. Dios está allí donde se manifiesta “lo contrario de Dios”: un bebé que no tiene ni mantas, un pequeño cuerpecito que hay que achuchar.

“Lo contrario de Dios” es lo más pequeño, lo que más necesita ayuda, lo que está a punto de desmoronarse: DIOS NOS SALVA NECESITÁNDONOS, NECESITANDO NUESTRO AMOR, NOS SALVA RECIBIENDO NUESTRA SOLIDARIDAD, NUESTRO SERVICIO. Así nos salva Dios. El bebé de Belén, tan pequeño, tan pobre e insignificante, es la persona más importante de la historia, en Él encontramos a Dios.

Dios nos salva cuando lo vemos:
· ¿quiénes en nuestro mundo son los que “no son nadie”, los que no cuentan…?
· ¿quiénes en nuestro pueblo las están pasando canutas, quiénes están en paro, quiénes no llegan a fin de mes, quiénes están enfermos, quiénes están solos, quiénes lloran y no tienen a nadie para compartir las lágrimas, quiénes malviven, quiénes están heridos o marcados, quiénes se hunden en la depresión, quiénes odian o son despreciados, quiénes son unos desgraciados, quiénes son dependientes…?

Dios nos salva cuando, en estas personas, recibe nuestro amor, nuestra solidaridad, nuestro compromiso, nuestra cercanía. Dios dependiente nos salva cuando damos un paso hacia Él, o sea, hacia quien sufre; Dios nos salva cuando vendamos un corazón, cuando acercamos una cuchara a una boca, cuando cambiamos un pañal o arropamos una carne desnuda, cuando calmamos un llanto en medio de la noche. Eso es lo único, lo auténticamente “religioso”.

Entonces es Navidad; cuando Dios dependiente nos salva porque recibe nuestro amor. Entonces podemos mirar al cielo y ver la estrella.

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