Teníamos entre ceja y ceja mi obispo y yo un viaje al
corazón de la cristiandad para tratar la
tesitura jurídica y económica del Vicariato, y se dio la oportunidad
durante las vacaciones en España. Pero rumbo a Roma, adonde todo sendero
conduce, la escala destacada fue Madrid.
La primera parada de aquella mañana fue en la sede de
Mensajeros de la Paz, en la céntrica y castiza calle Ribera de Curtidores.
Nieves y Elena nos esperaban con un café durante el cual nos agradecimos
mutuamente: nosotros a Mensajeros por las
iniciativas sociales que nos viene financiando, y especialmente por su ayuda
durante los meses duros de la COVID; ellas al Vicariato por la labor que
llevamos a cabo y por la transparencia en las cuentas. Una visita al economato
y esta foto:
De ahí pasamos raudos y veloces a la Conferencia Episcopal
Española (c/Añastro, 1). El p. Juan
Martínez, director del Fondo Nueva Evangelización, nos atendió muy
amablemente a pesar de estar fuera de su horario. Le informamos sobre proyectos
abiertos y preparamos el camino para los próximos. A mediodía nos esperaba José Mª Calderón, delegado nacional de Misiones
y director de OMP. En una conversa bien abierta y franca, nos escuchó y nos
brindó atinados consejos para las inmediatas gestiones en Roma.
Y allí aterrizamos el 25 de septiembre. Nos fue a recoger al
aeropuerto el p. Miguel, joven sacerdote de L’Opera della Chiesa, comunidad de joven creación integrada por consagrados,
laicos, presbíteros y obispos que nos acogió con extraordinarias generosidad y
amabilidad en Vía Rodi, 24, a cinco cuadras del Vaticano. Forma parte de su
misión el dar alojamiento y facilitar los desplazamientos a obispos durante su
estancia en Roma, y desde luego no olvidaré los detalles, el servicio y la
delicadeza con que nos trataron. Su fundadora, recientemente fallecida, es la
laica española Trinidad Sánchez Moreno, mujer de peculiar carisma y fuerza.
Teníamos cita con el
cardenal Luis Antonio Tagle, prefecto de la congregación de las misiones, y
nos presentamos puntuales en el palacio de Propaganda Fide (Piazza di Spagna) el lunes 27 (de
hecho, ese era nuestro propósito principal). Su Eminencia nos recibió muy bien, cercano y sonriente tal y como sale
en las fotos, nos sentamos en su oficina y comenzamos una hora y tanto de
diálogo. Hablábamos en español porque él nos dijo que comprendía, y eso nos
hizo aún más fácil expresarnos con total libertad. Le expusimos la situación económica
límite en que se encuentra el Vicariato y la escasez de personal, todo ello
ocasionado en buena medida por la inoperancia práctica de la ius comissionis, que ya he explicado acá
(ver 19 de julio de 2020).
He de decir que
manifesté con soltura cuanto me pareció conveniente, descargué todo lo que
tenía dentro, y el cardenal nos escuchó con mucha atención, preguntó, pidió
aclaraciones aquí y allá, y creo que comprendió el mensaje. No obtuvimos
soluciones concretas, pero nos prometió que “están trabajando en ello” y que no
nos olvidará. Ya sabemos que en la Iglesia las
cosas de palacio van despacio, los procesos suelen ser lentos, pero ojalá
que no eternos como Roma.
Después de eso nos
estaban esperando los diferentes ejecutivos de las Obras Misionales, que habían
preparado nuestra visita, y eso me agradó. Estuvimos con el p. Novak, la
hermana Roberta Tremarelli y el p. Gerardo Roncero, atentos y eficaces. También
acá dimos cuenta de construcciones aún no iniciadas o en desarrollo, proyectos
pendientes de rendición, dificultades o retrasos. Nos dieron valiosas sugerencias para el futuro inmediato, nos
alegraron con la noticia de que de 2014 hacia atrás ya está todo cerrado y nos
felicitaron por el rigor, la claridad y buena gestión del Vicariato en los
últimos años.
Saco como conclusión la
importancia de conocer cara a cara a las personas que están del lado de los
financiadores, y no solo a través del correo electrónico. Tratarse en
directo acorta muchas distancias, crea conexión personal y abre vías de
colaboración más estrecha. La simpatía es la solicitud más convincente. Si es
posible, creo que hay que volver a Roma de vez en cuando.
Para eso y, por
supuesto, para simplemente disfrutar de la belleza hecha ciudad, pasear por
el centro, deleitarse con el espectáculo audiovisual del altar de San Ignacio
en el Gesú, cenar una pizza en una trattoria, caminar por el puente de
Sant´Angelo al anochecer, tomar un helado (o dos o tres) y volverse a admirar
de las grandiosas y especiales dimensiones de la Plaza de San Pedro. Por el
balcón del Palacio Apostólico asomó el Papa Francisco aquel domingo para rezar
el ángelus y hacer su interesantísimo
comentario al Evangelio, y allí, perdido
entre la multitud, estaba yo.
Me dio tiempo incluso a conocer las catacumbas de San Calixto en compañía de mi compañero y amigo Miguel Ángel Moreno, profesor en la Universidad Pontificia Salesiana y friki de las lenguas clásicas. Con él he aprendido que el capuccino solo se pide para desayunar, a otras horas es cosa de catetos y de turistas, porque los verdaderos romanos solo toman macchiato. Procuraré aplicarlo en la próxima ocasión, porque, como dice el refrán, “De Roma vienen quienes a Roma volverán”, amén.
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