“Y como premio… serviréis a vuestros hermanos”. No tengo recuerdos muy nítidos de aquel día, pero esas palabras
del cardenal don Carlos Amigo se me quedaron grabadas y regresan a mi presente
muy a menudo, como si fueran un condensado de aquel momento, y a la vez una
divisa o un programa de vida que luego se ha desplegado, muchas veces a
trompicones, durante veinte años.
Lo escribo y no me lo creo, pero las
matemáticas no fallan. Fue el 6 de mayo de 2000 en el Santuario de María
Auxiliadora de Sevilla. Mis compañeros: Paco Pepe, Manuel Ernesto, Antonio y
Miguel Ángel (¡felicidades!). Me veo
desde aquí como un huambrillo que no era totalmente consciente del paso que
daba. Pero ¿quién lo es a los treinta años? Y sin embargo, ¿se puede saltar
sin red y a oscuras sin la osadía de la juventud?
Jamás
podría haber imaginado todo lo que vendría después.
Mi trayectoria la tenía más o menos “prevista”, pero la vida me fue llevando
por caminos totalmente insospechados. Ha habido parones y encrucijadas;
períodos de discernimiento -algunos dolorosos; he tenido que formatearme y
recomenzar varias veces; errores, resbalones y fracasos en toda regla. Y
también trechos de estabilidad y hasta de volar; ensayos, aciertos y fortuna;
experiencias de alegría profunda y tramos luminosos de coherencia entre
aspiraciones y realidad. Como en toda historia personal.
Este
aniversario lo estoy celebrando participando, junto al resto de autoridades, en
una gira por todos los caseríos del distrito. Se avisa
por radio o mediante documento, cada mañana a las 7 subimos al bote y quién dijo miedo. Reunimos a las
comunidades para informarles acerca del coronavirus, explicarles las medidas de
protección, etc. Están el médico, el representante de la municipalidad, el
regidor, el policía… ¿Que por qué voy yo? Primero porque fui yo el que lo
propuse, me parece importante llegar a ellos en medio de esta crisis. Y segundo
porque ¿cómo podría quedarme? Son mi
pueblo y están sufriendo.
Me bajo un instante la mascarilla cuando me
toca hablarles, porque como soy nuevo
(llevó en Indiana cincuenta y dos días metido en la misión), así tal vez
recuerden mi rostro. Nunca nos hemos
visto pero soy suyo, es mi pueblo y lo amo antes de conocerlo. Ya me pasó
con Valencia y Santa Ana, es algo que me nace de dentro, no puedo manejarlo,
creo que Dios me lo ha dado. Contemplo el agradecimiento de estos sencillos
campesinos; sé que la presencia del “párroco” avala la seriedad de lo que
intentamos transmitirles, pero significa más todavía la preocupación por
cuidarlos, el cariño que sale de mí y que les llega. Noto cómo lo reciben.
Estoy disfrutando mucho. En una época de
“pocas misas” (aunque en la selva nunca son muchas y siempre son “pequeñas”), ratifico y vivo con pleno sentido mi sacerdocio
en el compartir el camino y la suerte de mi pueblo. Como uno más, con
ellos, para ellos, entre ellos. Y no es un bonito eslogan: si enfermo, para mí
tampoco habrá respirador. “Considera lo
que realizas e imita lo que conmemoras, y conforma tu vida con el misterio de
la cruz del Señor”, me dijo don Carlos aquel mismo día un ratito más tarde.
No necesito efemérides para reconocer las decisiones equivocadas, siempre están ahí las
cicatrices. Pero, misteriosamente, también ellas me han conducido hasta aquí,
hasta la persona y el cura que soy hoy. Por eso todo lo doy por bueno. Diosito
me ha ido dando sorpresas a cada vuelta del río y se ha valido de todo, hasta
de mi torpeza, para traerme a mi destino: estas gentes, esta selva, esta
pobreza. Este es mi sitio, esta es mi
vocación, este soy yo. Sereno y feliz en mi piel.
Veinte años son un buen pedazo de mi vida, y
están repletos de nombres. Soy misionero
y soy presbítero porque tengo a muchas personas detrás que sé que me quieren.
Soy un “producto” (¡gracias Mamá, Papá, hermanas, sobrinos, familia!) y una
“obra en colaboración”. No puedo nombrarles a todos, pero les tengo siempre muy
presentes, y no habría llegado a este momento sin su ayuda. Un poquito de cada
uno de ustedes navega hoy por el Amazonas. ¡Gracias!
3 comentarios:
Felicidades hermano!!! Y feliz travesía. Un abrazo.
FELICIDADES Cesar!!!!!!!!!Saludos.Manuel Carlos
Muchas felicidades César. Dios va llevándote como el río, por la vida de los demás, de pasto en pasto, de rebaño en rebaño. Doy gracias a Dios contigo. Rezamos uno por otro.
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