Desde hace algún tiempo los religiosos presentes en la triple frontera Perú-Colombia-Brasil tienen la inquietud de encontrarse para acompañarse, sintonizar, converger y simplemente disfrutar del gusto de estar juntos. Lo venían haciendo en reuniones breves de media jornada, pero esta vez prepararon tres días de formación, retiro y reflexión en Tabatinga del 6 al 9 de noviembre. A mí me invitaron también porque, aunque no soy religioso, formo parte de esta comunidad peculiar de Islandia con mis cinco compañeras.
Son más de cincuenta, pero a la casa de formación diocesana
llegamos unas veinticinco personas de todas las edades, carismas, estilos y
pelajes. Uno de ellos el obispo de Alto Solimoes, Adolfo Zon, que es misionero javeriano.
Parte importante del encuentro es conocerse,
convivir y compartir experiencias, vicisitudes y caminho misionero saltando barreras idiomáticas (una mayoría es
brasilera) y generacionales, sumando mentalidades, criterios y sueños. Echo de
menos estos espacios, que en España sí tenía, así que aproveché mucho la
oportunidad.
Normalmente, los análisis de la realidad suelen aventar
bastantes quejas y lamentos, puesto que la situación social, económica y
ecológica de esta zona está salpicada de graves problemas en los que todos nos
vemos envueltos de alguna manera. Pero superada esta fase (que es como la
primera avalancha hacia la mesa en la comida de un día de campo, voraz y
decidida), un ramillete de textos del Evangelio y de Laudato Si nos ayudaron a enfocar la mirada trocando las dificultades
en retos y poniendo en juego los activos de la esperanza.
Las reuniones de grupo, los plenarios, las intervenciones
estuvieron sembradas de compromiso con los indígenas, lucha por la defensa de
la naturaleza amazónica frente al acecho de los megaproyectos, cuestionamientos
en torno a salir de la propia zona de
confort, la inculturación, la fidelidad creativa a los carismas, la
conciencia de la propia debilidad y al mismo tiempo de participar de la misión
de Dios, no la nuestra. Siempre en un clima de entusiasmo a pesar de todo, sintiendo como un privilegio estar en
esta hermosa selva y poder seguir a Jesús como misioneros sirviendo a esta
gente, especialmente los más abandonados.
“¿Cuál es nuestra
misión?”. Buena pregunta. ¿Cómo responder a los desafíos de nuestra triple
frontera? ¿Qué significa tomar realmente en serio la inculturación, como
proceso personal y pastoral que comienza por renunciar a la inercia de
implantar esquemas, tradiciones y formas de religiosidad occidentales que los
misioneros traemos de serie? ¿Qué pasos dar para ayudar a que vaya
surgiendo una iglesia con verdadero rostro amazónico? Fueron preguntas que
sobrevolaron el grupo y, aunque por supuesto no encontraron respuestas
acabadas, fecundaron planteamientos y desataron pistas que iluminaron y
enriquecieron.
Muy presentes estuvieron el próximo sínodo panamazónico como
horizonte ilusionante, y también la REPAM como inspiración y modo nuevo de ser
iglesia en esta región del planeta. El jesuita Alfredo Ferro, con sus
aportaciones atinadas y clarificadoras, colaboró en centrar y dar perspectiva
de conjunto al amplio abanico de temas que fueron desfilando. Se trataba también de concretar algunas
acciones que pudieran surgir de esta sinergia amazónica, y salieron
iniciativas de coordinación en el trabajo con los jóvenes y de formación
permanente con el apoyo de la Universidad Javeriana de Bogotá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario