Glafira desde Lima me pregunta por email qué tal mi rodilla, y yo le contesto que ahora es el tobillo. Son mensajes cortos y directos, eso me divierte. Ella vuelta me dice: "Vaya, así que este tiempo de roturas te está afectando. El cansancio ayuda a las roturas...". Me hace risa, pero es así: temporada de roturas, es lo que toca.
Marisol llega y mete los dedos dentro de la inflamación de mi tobillo, y aaaaaaaaay, veo las estrellas del firmamento entero, ¡qué dolor! Me la han recomendado como fisioterapeuta, y yo quiero pensar que sí, que sabe lo que hace, porque ya la tristeza me abruma por reiterada y trato de no dejarme doblegar. El vendaje que me coloca es bueno, y de hecho en la noche veo que el esguince casi ha desaparecido. Pero a la mañana siguiente, en el segundo masaje, me dice que puedo tener una pequeña fisura. Anda que estamos apañaos.
En el reverso de mi crucifijo misionero Morke me grabó 2 Cor 4, 7: "Llevamos este tesoro en vasijas de barro". Durante las últimas semanas estas palabras me habitan y me duelen. No es un adorno, es la realidad en toda su crudeza. La vasija cae y se maltrata, se fisura, se rompe, casi se hace añicos. Roturas. Fracturas en el ánimo, en la confianza en mí mismo, en los pies... heridas que impiden caminar. El corazón destrozado, la seguridad en ruinas, la tranquilidad hecha pedazos. De San Pablo a Miguel Hernández:
Tengo estos huesos hechos a las penas
y a las cavilaciones estas sienes:
pena que vas, cavilación que vienes
como el mar de la playa a las arenas.
¿Qué hacer? ¿Me he equivocado, Señor? ¿Así me hablas? ¿No es aquí donde me quieres? Quizá esto me supera... me rompo... ¿De vuelta a los corrales? ¿Otro fracaso? ¿Huir, pues?
Pasa otro día, Marisol vuelve, el tobillo se ha puesto del color de la mazamorra y la grieta sigue ahí. Pero hoy toco mis cimientos, por dentro, mi Raíz; y también estáis mis pilares exteriores, como los contrafuertes que sujetan los muros de la catedral desde fuera: mi familia, mis amigos.
¿Luchar?
Nadie me salvará de este naufragio
si no es tu Amor, la tabla que procuro,
si no es tu voz, el norte que pretendo.
Eludiendo por eso el mal presagio
de que ni en ti siquiera habré seguro,
voy entre pena y pena sonriendo.
Así acaba este soneto, triste pero esperanzado. Otro día detenido; quizá Esperanza me visite, quizá luego en la tarde habrá torta. Tocan roturas, frecuentes en esta estación, el cansancio afecta, dice Glafira. Suena esta canción de Luis Guitarra, Mamen me la envió el otro día. Que en todas partes llueve y hoy tal vez asome el sol.
3 comentarios:
Cuando perdices, perdices...cuando penitencia, penitencia. Que decía la Santa. Ánimo!
Cuando perdices, perdices...cuando penitencia, penitencia. Que decía la Santa. Ánimo!
Hola César.No te exijas ser un héroe.Todos nos rompemos muchas veces y a tí,Padresito,también te está permitida la pena ,el desasosiego o la tristeza.Y a pesar de todo eso,eres un Héroe que estás llevando como puedes,tus desgarramientos físicos y mentales.Y si ha de ser así,así será.
Pedimos a Dios por ti.Un abrazo.
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