Pues sí que vinieron. Y superando las previsiones más optimistas. Del Bajo Amazonas, los 5 de la semana pasada regresaron y trajeron a uno más, 6; y del Yavarí… ¡8! En total 14 animadores de 11 comunidades, más algunas mujeres e hijos, éxito numérico total e insospechado… Al toque pensaba que este pueblo pobre y tanto tiempo abandonado me sorprende y me funde los esquemas (los que van quedando en pie, que son pocos). Y también que la sorpresa es la señal inequívoca de que algo es de Diosito lindo.
Propiamente animadores con oficio, conocimiento y alguna experiencia, habrá dos o tres. El resto son recientes fichajes, personas con buena voluntad que se ofrecieron para este servicio, o que invitamos, o simplemente gente que es nuestro único contacto de momento en las comunidades. Se ve que aquellas primeras visitas, aunque fueron duras y aventureras, dan su fruto; y eso que han faltado al menos un par de ellos medianamente competentes.
Es la primera vez que hay acá un encuentro como este, y se nota. Las instalaciones son pésimas, no tenemos dónde acogerlos bonito, las comidas son en nuestra propia casa, sentados en bancos en la entrada. Empezamos las reuniones en la escuela pero pronto nos mudamos a la capilla por el mucho ruido. Solo hay un baño, no hay ducha… pero a ellos se les ve contentos de juntarse, de conocer a compañeros de lejos; están acostumbrados a vivir con pocas comodidades, así que no reclaman y más bien suena un “gracias” cada vez que alguien va a lavar su plato. La verdad es que la señora Rosa cocina magníficamente, es una suerte.
Mis compañeras y yo nos volcamos. La impresora echa humo, la decoración de los ambientes es finísima, con telas, carteles, frases, velas (algo muy femenino, menos mal que están ellas, a mí jamás se me habría ocurrido); hay una escenificación que han preparado Eunice y Zélia con los jóvenes, y tiene música y palabras del Papa; Ivanês corre todo el día para que la comida esté lista a su hora, junto con Fatima echa cuentas, se multiplica; Emilia trabaja con los animadores cómo hacer la celebración del domingo; y yo desarrollo mi tema (“La identidad del animador”) lo mejor que puedo, y luego trato de coordinar las visitas, les pido que preparen nuestro hospedaje y alimentación, dejamos atado el calendario… Nos sacamos el ancho pero yo estoy en mi salsa, disfruto, es lo mío, “mi mera libertad y querer” (EE 32).
El domingo de madrugada llega la noticia de que el Papa Francisco ha anunciado un sínodo especial para la Amazonía, que se celebrará dentro de dos años. Cuando les pregunto cómo se sienten, qué les parece, responden: “Muy bien”, “vacán”, “interesante”, “chévere”. Más que lo que dicen, sus rostros expresan satisfacción y asombro, el Papa se ocupa de nosotros, quiere ayudarnos. “¿Y qué habría que anotar para que traten en el Sínodo?”. Esta cuestión desata una catarata de opiniones, pedidos y denuncias: “La flora y el agua es lo más valioso que tenemos, y se la están llevando las empresas”. “Hay muchos problemas con la titulación de las tierras, el gobierno friega porque quiere lotizarlas individualmente para que se puedan cargar, vender o conceder”. “En mi comunidad se ve cómo tumban los árboles y avanza la deforestación”. “No vemos que hagan un estudio de impacto ambiental para esa carretera que están proyectando”. Alguno dice que podemos decirle al Papa estas cosas en Puerto Maldonado, porque ya hemos programado antes que dos de nosotros van a ir al encuentro con Francisco allí el 19 de enero. “Vamos a hablar bonito con él”, yo me encargo.
“¿Y los indígenas?”. Los adjetivos que sobrevuelan la reunión son igualmente despiadados: estamos olvidados por las autoridades, abandonados, desprotegidos, no interesamos a nadie. El día anterior, haciendo un análisis de las necesidades de las poblaciones de la misión, comentaron que casi nadie tiene agua, ni desagüe, ni electricidad. Y eso que casi todos tienen un motor proporcionado por el municipio, pero “un motor bamba, motores chinos malos, comprados ya así, baratos, para decir que nos los han dado”; todos están malogrados y ninguna comunidad tiene luz. Los misioneros damos fe.
Hay varios ticunas y yawas, y cuentan que su cultura se está perdiendo, sobre todo en el caso de los segundos, que ya casi no hablan su idioma. A pesar de los esfuerzos, y de que hay poblaciones con la escuela primaria bilingüe, lo cierto es que el acervo cultural indígena se vuelve cada vez más invisible, una rareza, confinado al silencio del pueblito o acaso expuesto como una atracción turística cerca de Iquitos. Necesitan que alguien les ayude a poner en valor su historia, sus costumbres, sus conocimientos, su carácter; reivindicar sus derechos culturales, territoriales, lingüísticos. Poner en pie su dignidad.
De pie estamos, en torno a una mesa con una luz, es la oración del envío. Siento que todo concuerda, que tal vez estoy acá con un propósito, y pienso como en pinceladas que el Evangelio es algo muy sencillo cuando se vive pegado a la realidad de la gente de abajo. El encuentro ha sido… y yo había pensado que… Los colores de las telas decorativas son el humor de Diosito. Casi podía oír sus carcajadas, discretas y cariñosas, invitándome a reírme de mí mismo. Y reía divertido en silencio.
1 comentario:
Felicidades Cesar. Que lindo que hay respuesta. Los animadores serán el futuro de la iglesia en el Yavarí y Bajo Amazonas
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