Era uno de esos días que se hacen cuesta
arriba desde por la mañana, que duelen sin motivo definido; días en los que se
instala un gusto amargo en tu corazón, un pesar difuso, una neblina de desasosiego amordazadora de sonrisas.
Hay laceraciones en el alma que te aplastan
sin violencia, te arrastran hacia mareas de amargura de baja intensidad sin que
lo adviertas, como la vaciante imperceptible del río. Y así estaba yo, recién
llegado a Islandia pero con mis sentidos en España, trabajando a full seguramente
para mantener ocupada mi mente, en uno de esos intentos de huir hacia
adelante tan torpes como estériles.
Sentado en mi mesa, silencioso, la penumbra
de la tarde cayendo; de pronto sentí unos
pequeños brazos que me abarcaban, un abrazo claro, el cariño ofrecido sin
fisuras y con nitidez de una niña. Treyci no dijo nada, su rostro contra mi
costado, solo me abrazó con tal eficacia que algún dique dentro de mí cedió y
varias oscuridades se derritieron. Ella
en realidad me apapachó.
“Apapacho”
es una palabra de origen indígena náhuatl (México) que la Real Academia
Española incorporó y que define como: “Palmadita cariñosa o abrazo”. Proviene
del vocablo papachoa, que en su significado original quiere decir “ablandar
algo con los dedos” o “dar cariño”. Sin embargo, hay un sentido más profundo
que la clase culta de los aztecas le daba: “abrazar
o acariciar con el alma”.
Apapachar
es dar cariño, amor, apoyo a una persona querida o que tú sientes que lo
necesita sinceramente y de la manera más pura. Un apapacho puede ser un abrazo,
un beso, una caricia tierna, una acción para curar una herida, o todos ellos juntos.
Un
apapacho le da una madre a un hijo que se ha caído de la bicicleta y se ha
raspado.
Un apapacho te lo da el amigo cuando tu pareja te ha dejado.
El apapacho puede ser físico, emocional o espiritual. Es un abrazo mucho más cariñoso, más cálido; es alivio, consuelo, ánimo, aliento… amor físico delicadamente comunicado.
Eso es un apapacho, una de las palabras más bellas del castellano*.
Un apapacho te lo da el amigo cuando tu pareja te ha dejado.
El apapacho puede ser físico, emocional o espiritual. Es un abrazo mucho más cariñoso, más cálido; es alivio, consuelo, ánimo, aliento… amor físico delicadamente comunicado.
Eso es un apapacho, una de las palabras más bellas del castellano*.
Solo
tiene cinco años y no pudo ver mi rostro al entrar en la casa, pero
posiblemente intuyó mi desazón; no en vano somos energía que titila, y la
ternura de un niño es clarividente. Treyci llegó
con decisión y, tras un par de meses sin vernos, me apapachó. Ella no se
imagina el bien que me hizo; el poder sanador del contacto físico sincero es
portentoso, penetra hasta las entrañas y calma, conforta y suaviza. Qué
maravilla.
Todo va a ir bien si alguien como Tracy
puede apapacharte así. En este mundo lleno de desdén donde la indiferencia es
regla, las muestras corporales de amor
puro restañan mi fe en que Diosito vive realmente en las personas y el bien
es posible.
1 comentario:
Gracias, este articulo es un apapacho tuyo para todos nosotros vía digital. Abrazo.
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