Fue en la víspera de San Nicolás, fiesta patronal, el 10 de septiembre. Tras la misa, la plaza se
ve atestada de gente de todos los puntos de la provincia, la orquesta afina
para la retreta, no amenaza lluvia, quedo con los amigos para encontrarnos más
tarde, a la hora del castillo: todo
aparentemente se presenta vacán en
esta noche de fiesta. Y lo será hasta que la madrugada se haga demasiado
larga.
El castillo de fuegos artificiales resulta, como de
costumbre, espectacular. Mientras se
quema, la banda interpreta marineras y explotan bombardas sobre el fondo
estrellado, es una experiencia hermosa y singular. Cuando la última chispa
se extingue es el momento de ir al trozo de calle frente a la iglesia, junto al
escenario, a marcarse unos bailes porque los mirones y chismosos que abarrotaban las gradas ya bostezan camino de su cama. Pero
antes queremos beber alguito, a mí al menos me hace falta pa que me anime a mover el esqueleto.
Pero ¡el bar El Alto está cerrado! ¿Cómo es posible que no
haya dónde tomarse un pisco sour en todo Mendoza? Aaaaaay. Vamos a la licorería
mientras les explico lo que es el botellón (como si yo fuera un experto, jeje).
Compramos una botella pequeña de ron y dos coca colas, nos dan vasos chicos
(como de mojito) de plástico y ahí, sentados
en un banco y sin hielo ni nada, descubren el ron con coca cola. Corruptor
de menores; todos pasan los 30.
No tiene nada que ver con los barcelós de Piedeporra, pero es un combustible que bota mi roche y me pongo a bailar. Me muestran
vídeos del año pasado, yo moviéndome sin saber qué hacer con los brazos, y se vacilan los bandidos (es decir, que
se cachondean sin escrúpulos y nos reímos). Me siento tranquilo y me divierto sencillamente, como uno más. Y
hasta veo hombres que bailan peor que yo.
Al rato vamos a pillar pollo frito con papas que está
delicioso, otro lingotazo y a seguir
con las cumbias, los huaynos y lo que se ponga por delante. La plaza se va
despoblando, el porcentaje de borrachos aumenta y veo que llega el momento de
ir a planchar la oreja. Son las 3 y en la casa de abajo, lejos de la música, me
quedo como una piedra. Una noche
redonda… de momento.
A las 5 suena el despertador porque a esa hora comienza el albazo, la oración de la mañana. Como
un zombi voy a la casa de la plaza, subo a mi habitación para poner a cargar el
celular y… ¡un peazo temblor! Dura unos instantes; hay una pausa, una quietud
tensa y silenciosa y… ¡otro temblor más
fuerte todavía, una sacudida aterradora de seis segundos! Noto cómo la casa
enterita se estremece, crujen cada uno de sus adobes y me parece que va a
colapsar. En una décima de segundo me encuentro en paz conmigo mismo y siento
que, si ha llegado el momento de cerrar
un ojo (así decía mi abuela), es una bonita noche para decir adiós.
Notovía. Fuera hay
gritos, la orquesta ha enmudecido. Alguien coge el micro y trata de tranquilizar
a la gente: “No ha ocurrido nada, un
pequeño sismo pero sin gravedad”. Pocos minutos después se reanudan
bachatas y salsas. “¿Tienes aguardiente en
la casa, para hacer el draque?” – me pregunta Adelaida. “Sí, vamos a buscarlo”. Al traspasar la
puerta que da a la cocina, una lluvia me moja ¡dentro de casa! ¡Oooooh Dios!
Subo al piso de arriba y ¡aaaaaaaaaaah,
un chorro inmenso de agua cae atravesando el encartonado del falso techo! ¡El
temblor ha roto el tubo del tanque que está en el doblao bajo las tejas! Cierro la llave de control, Adelita sube a
reparar la rotura con teflón, de momento lo logra y al toque nos ponemos a
achicar agua y trapear como locos.
Mientras se escuchan los cantos del rosario de la aurora en la iglesia.
Sudo un rato recogiendo agua a las 5:30 de la mañana,
resacoso y casi sin dormir. Y escucho chispazos y pequeñas explosiones sobre el
techo de la sala, los cables se han mojado y hay cortocircuitos; pronto nos
quedamos sin luz. Hay muchísima agua acumulada, agujereamos el encartonado para
que caiga sobre baldes y barreños... Uuuuf. Salimos justo a la hora del draque, té caliente con el trago que buscábamos… me jinco lo menos siete vasos, lo necesito. Es más
efectivo que las aspirinas mañaneras de John Mc Klein en “La jungla de
cristal”, porque casi al momento el
huayno nos pone a saltar a todos en la puerta de la iglesia, y con las risas
ahuyentamos el susto.
El fontanero vendrá algo más tarde, recobraremos el agua y al día siguiente la electricidad, todo volverá a su ser. Y yo comenzaré la Eucaristía del día central de la fiesta patronal dando gracias a Dios “en primer lugar porque estamos vivos”. Que no es poco. Qué noche. La vida es increíble. Más sorprendente, más tremenda, más intensa, más impactante, más generosa, más peligrosa, más… todo. Y siempre preciosa.
El fontanero vendrá algo más tarde, recobraremos el agua y al día siguiente la electricidad, todo volverá a su ser. Y yo comenzaré la Eucaristía del día central de la fiesta patronal dando gracias a Dios “en primer lugar porque estamos vivos”. Que no es poco. Qué noche. La vida es increíble. Más sorprendente, más tremenda, más intensa, más impactante, más generosa, más peligrosa, más… todo. Y siempre preciosa.
1 comentario:
Madre mía , q vida más trepidante llevas, cualquiera diría q eres un padrecito, uffff me alegro q todos estéis por ahí bien, un abrazo.
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