Estoy muy sorprendido al concluir este trepidante día de encuentro masivo, espectacular, super-currado por los responsables (¡felicidades Gema, Juliana, Juan and company!) y estéticamente bordado por los acordes de Brotes, los globos, las luces, la ambientación, etc. Muy bonito.
Varias personas me han dicho hoy que siguen este blog, y eso me sorprende enormemente y me da tanta verguenza como hablar y hasta acercarme a Vicente Morales, que es un mito de toda mi vida; María, ¡has leído muy bien en la catedral!
Porque es que la catedral estaba atiborrada de jóvenes (¿se habrán visto alguna vez esas piedras en un trance semejante?), y eso me ha resultado soprendentemente emocionante. El obispo con un atuendo que haría juego con San Juan de Ribera, los jóvenes invadiendo la capilla mayor, sentados sobre una moqueta, en los escalones; la gravedad de los vicarios y canónigos con sus alzacuellos mezclando con las palmas, el Aleluya de la tierra, una niña que llora, el Evangeliario (vaya palabro), el micro fallón, la eterna armónica de Vicente, un chaval que dice que hay que pedir por el Papa, la cruz allí plantada. Sí, la cruz de la JMJ 2011, enorme, pesadísima, con roces y marcas, de pie en medio de tantos jóvenes.
He observado todo lo que ha ocurrido durante el día muy atento, casi como si estuviera haciendo un trabajo de campo. Pensativo, soprendido y feliz a partes iguales, y todavía lo estoy. ¿Vale realmente la pena todo este montaje, con tantos elementos emotivo-espectaculares? ¿Llega de verdad a los jóvenes o se queda en una mera experiencia estético-emocional? ¿Esta duda es la que ha hecho que en cada momento hubiera que estar explicando todo ("esto parece... pero no es sólo eso, sino que lo importante es... si no profundizamos, esto no sirve para nada... etc. etc.)? ¿No es acaso cierto que Explicatio non petita acusatio manifesta? Pero, ¿puede un encuentro con jóvenes que pretenda conectar con ellos ser de otra manera? ¿No es inteligencia pastoral utilizar este tipo de lenguajes capaces de sintonizar con su sensibilidad? ¿O les ponemos directamente delante de la custodia y a rezar las jaculatorias de desagravio? No creo que se pueda montar una pastoral con jóvenes seria basándola en convivencias masivas, yo soy de los procesos, el trabajo constante; no un día de fiesta sino un día, y otro, y otro; pero, a la hora de ofrecer a los jóvenes un día de encuentro... ¿puede ser muy diferente de éste? En ese caso, no es que haya que quitarlos, hay que combinarlos... pero entonces, ¿cómo encajar la JMJ? ¿Cómo evitar su inevitable "folklore"? ¿Cómo ir y no "pasar por el aro" de Rouco? ¿Cómo transitar entre el "de que se trata que me opongo si es oficial" y el "sí bwana" indiscriminado y borreguil?
¿Pero cómo no ir? Allí estaban los jóvenes; y yo con ellos. En la catedral, cantando, aplaudiendo, rezando hasta de rodillas, sonrientes capeando el tostón arzobispal. ¡Allí estaban! ¿Se puede pedir más? En mi grupo, una chica de Mérida ha dicho que se siente llena de paz, de energía... Quizá sólo por ella todo el show tiene sentido. Y a la vuelta, en el coche, mis hombres contentísimos... ¿Se puede pedir más? Sí, se puede pedir empanada: ¡Princesa, estaba buenísima!
6 comentarios:
Sí, sí, sí...nos vamos a Madrid...y no sabrás quién soy....
Pero yo creo en los jóvenes más que en la juventud del Papa. Un abrazo.
Yo creo que encuentros como éste, si que llega a los jóvenes, por lo menos eso espero, puesto que yo como tú quiero una pastoral con Jóvenes.
PD: Las empanadas nunca faltarán bien la mía o bien la de Nacho.
Volvemos a lo de siempre: la sospecha de que estos encuentros folklóricos convocan a los (pocos) jóvenes como una especie de Womad bautizado o como preludio de la verdadera movida veraniega (la JMJ, no, el Contempopránea de Alburquerque). Si a alguno le sirve, bienvenidos sean, pero estoy contigo en que estos momentos puntuales han de ir acompañados de procesos, que es lo que cuesta y lo que compromete. Y lo digo por experiencia: ¿quiénes quedamos, por ejemplo, de los cientos de jóvenes que pasamos por el Campamento Misionero Extremeño? Quedamos los que, mejor o peor, iniciamos procesos que nos han llevado a compromisos concretos e incluso a descubrir vocaciones específicas: consagrados y consagradas, presbíteros, pero también laicos y laicas comprometidos desde su matrimonio o desde su soltería, e incluso alguno de ellos en misión. Pero de los cientos, hemos quedado apenas una o dos docenas. Pero esa es la parábola del sembrador, ¿o no?
Creo que una PcJ esta hecha un poco de todo. En el día a día nos jugamos los procesos, pero alguna inyección que nos meta un chute de energía de vez en cuando no hace daño. Para mí eso fue el día de ayer.
Importante ahora será aprovecharlo y que no se quede en el mero encuentro.
Gracias Ezequiel por la entrada.
Bueno, soy Nacho, solamente decir que evidentemente la empanada de la Princesa no está a la altura de la mía, pero de ahí a denominarla empenada!!!!! tampoco es eso jajaj
En otro orde de cosas: trabajo hecho con esperanza+ programación + propuesta seria de formación + acompañamiento + procesos que funcionan + encuentros que ilusionan y motivan + gente inteligente = Buen camino en la Pastoral con jóvenes. (creo... porque la verdad es que soy de letras) jajaj un abrazo, nos vemos mañana
Me alegran las dudas, eso significa que las tensiones se mantienen, y sólo así seremos capaces de despojarnos de lo accesorio y de abrazarnos a lo fundamental... el sábado hubo destellos de eso que consideramos fundamental, adornados de mil detalles pensados y decididos con la intención de su continuidad, de la apuesta firme porque los-las jóvenes vivan en proceso el descubrir a Jesús.. Pienso en el trabajo previo, en las cuestiones que nos acercaban a la realidad de necesidad, en la idea de testigo, de misión, de encarnación... recuerdo las experiencias, y me uno a las felicitaciones a las personas que están detrás de todo esto... y me alegro porque los jóvenes no son bobos, no se dejan engañar, y son capaces de elegir de forma adulta aquello que es fundamental en sus vidas... a este tinglado -y sólo a este- le debemos el esfuerzo
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