viernes, 4 de enero de 2013

UN CHURRUCHUCHÚ CON LAS PATAS VERDES Y EL RABO AZUL

Los de google no tienen imágenes del churruchuchú, ¡qué catetos! Así que he puesto esta del comepiedras verde, que hace el apaño
Pasar varios días de descanso en Mérida significa hacer cosas que habitualmente no hago en el ritmo normal de vida en el pueblo. Y oyes, es de lo más "desconectante" (si se me permite el palabro).

Limpiar el coche (¡por dentro!), hacer compras, pelarme, pasear bajo el arco de Trajano, tomar martinis, tirar pan a los patos junto al Molino de Pancaliente, andar por casa en calcetines sin tener frío... ¡Mmmmm, qué raros placeres!

Como toooodos mis sobrinos están aquí, pasamos mucho tiempo juntos. Ayer estuvimos en la biblioteca, ellos en la sala infantil y yo con mi cuñado en la de préstamo. Casi dos horas ¡mirando libros! Sin prisas, sin correr... Mmmmmmm. Es indignante que "Antropología" no sea ni siquiera un tópico de la biblioteca. Apenas encuentras siete u ocho volúmenes del tema buscando en "Sociología" o en "Cultura". Es una ciencia social en pañales. Al menos leí algo interesante de Mary Douglas y de Agustín García Calvo, por cierto qué tipo más peculiar. Y hasta me funcionó el carnet y me traje los libros a casa.

Dar de cenar a la patrulla de sobrinos, llevarlos al parque y tirar petardos son momentos deliciosos que hacen especial la Navidad y le devuelven el dorado sabor de la infancia. Acostarme tarde después de ver y criticar una película pestosa, dormir escuchando los ruiditos de algún niño en la cama de al lado y desayunar tranquilamente con mis hermanas hablando de nuestras cosas y riéndonos de lo que se menee después de haberme levantado a las 8 y media... Qué maravilla.

Otro capítulo son los amigos. Comer juntos y quedarte frito en el sofá, salir por la noche y pedir cosas esotéricas como caracoles y queso de cabra, reirte a gusto y recibir como regalo una gorra con la que parezco un pintor en el París de los años 40...

Pero sobre todo en Navidad se aprenden idiomas nuevos. Acaba de entrar mi sobrino último modelo, que tiene dos años, y cuando me ve aquí sentado me dice: "¿qué ache, Checha?". Jejeje. Le pregunto a Pilar: "¿qué dibujas?". Y me dice: "¿no lo ves? Un churruchuchú con las patas verdes y el rabo azul". Y me da un beso y un abrazo antes de irse a acostar. Este idioma del cariño conviene no olvidarlo, que los mayores corremos el riesgo de que se nos atrofie. Menos mal que hay cursillos de reciclaje en Navidad. Qué cierto es que la familia es sagrada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

César: En Monesterio, te queremos y recordamos, dejastes un buen sabor con tu carácter y humanidad. En este año que comienza te deseamos lo mejor y que sigas tan feliz y elocuente con tu blog que tanto nos gusta e instruye. Un abrazo cariñoso.

Luis Valles dijo...

Saludos hermano, cuenteme por favor, a que cosa llaman ustedes churruchuchú?, para nosotros por aca en Yaracuy de Venezuela es un dulce a base de platano muy maduro con almibar de papelon y especies dulces, con trocillos de queso blanco de cabra o de vaca, que antiguamente se acostumbraba a da a los niños para el día de San Juan Bautista.