jueves, 26 de marzo de 2015

SOY DE LA JEC


Íbamos cantando en la combi camino de Tocuya, a unos 40 minutos de Mendoza. Sandy y Kemerly con sus bromas, Leo calladito, el padre Nico liándola y Willy el chófer acelerando entre derrumbes. Se prometía un día bonito, y lo fue: la inauguración del curso en la JEC de nuestra parroquia.

No nos juntamos demasiados, pero lo pasamos de la patada. Al llegar nos topamos con varias dificultades: no había luz, no podíamos enchufar el equipo de música, los de Limabamba llegaban tarde por cortes en la carretera, los de Longar no aparecieron... Como siempre con los jóvenes, todo parece estar a punto de desmoronarse y al final todo sale. Al rato nos vimos formando un corro en el que nos fuimos presentando, bailando con las animaciones, entrando en calor. Puede haber perfectamente en torno a 80 jecos en la parroquia, y yo me sentí privilegiado de poder estar con ellos, entre ellos.

Con este personal se puede hacer oración leyendo el evangelio, cerrando los ojos y cantando suavecito. Es como si el cóctel Dios+jóvenes me hiciese un lifting en mi entusiasmo, me quitara arrugas de mi capacidad de adaptación y espontaneidad. Un auténtico pisco-sour espiritual que me hace más joven y más sonriente, que da sabor y colorea mi misión. Siempre ha sido así y ahorita no iba a ser menos, con esta gente tan resalada.

Se trataba de elegir el tema de trabajo para todo este año. Helí planteó una dinámica bien sencilla, con unas preguntas para debatir en grupos y presentar las conclusiones en papelotes (que son hojas grandes de papel continuo). Me quedo maravillado de cómo funcionaron los grupos solos (sin asesores, que son los animadores), y sobre todo de cómo expusieron los muchachos. Aquí hay jóvenes que valen todo el oro de América, ese Toñito, esas Mari Carmen y Mª Isabel de Cochamal, ese Luis Enrique, esa Marjory de Limabamba...

El resultado, bacan: trabajaremos sobre los problemas de comunicación en la familia, la falta de comprensión entre padres e hijos, y todo lo que eso puede conllevar: alcoholismo temprano, drogas, malas compañías, etc. De ahí al almuerzo, cada cual con su "fiambre", que es un taper con la comida: arroz, papas, yuka, pollo (acá los bocadillos como que no existen)... A los padrecitos nos había preparado Adelaida un taper con cuy, plátanos y yuka frita, ¡mmmmhhh! La generosidad es transcontinental.

Tras almorzar, unos se fueron a bañar a las aguas termales cercanas y regresaron con el pelo oliendo a huevos podridos a causa del azufre, y otros organizaron un partido de fútbol, que fue interrumpido por uno de esos chaparrones tan típicos por estas latitudes. Como acá los desplazamientos a los encuentros son una fregada, acordamos crear un sistema de compensación para que todos paguemos lo mismo, los que vienen de más lejos y los cercanos. No nos vendrán mal ayuditas de la JEC de España, por si leen esto Álvaro y Carmen, jeje.

El día concluyó con fotos, despedidas y quedada para dentro de unos meses, quizá en la piscina de Leyva. Llega uno reventao pero más contento que un trucho (o una carachama). Aquí en Perú sigo siendo de la JEC, o mejor, soy de los jóvenes. Ellos me dan la vida aunque no lo sepan, y yo voy por cada destino buscándolos, disfrutando de su compañía y aprendiendo esa alegría tan suya. ¡Gracias!

1 comentario:

Pepa dijo...

Ya se te ve la cara de satisfacción,disfrutando rodeado de ese grupo de jóvenes tan agradecidos.
En la próxima entrada,a ver si nos cuentas algo de cómo se celebra la Resurrección de Cristo.Bueno de la Semana Santa peruana,En general.
Abrazos