domingo, 27 de julio de 2014

EL CRUCIFIJO MISIONERO


Normalmente, cuando te nombran párroco, te dan un papel que se lee en público el día de tu "toma de posesión" (vaya expresión). Desde ese momento eres el pastor, el maestro y el coordinador de una comunidad cristiana. En cambio, cuando te nombran misionero, te imponen un crucifijo. A mí me lo dieron hace un par de días, y cada vez que lo miro aquí sobre la mesa, se me abre la sonrisa y trago saliva a la vez.

El obispo, al sacar la cruz de la caja para bendecirla y entregármela, dijo con el micro cerrado: "Es el pectoral del Papa". "Me lo trajo Paco Sayago de Roma" - le dije yo. Es muy hermosa: tiene grabada la imagen del Buen Pastor, con la oveja herida y extraviada sobre los hombros, y rodeado de su rebaño. Un símbolo que intento que nutra mi ser cura desde el día de la ordenación, el domingo del Buen Pastor del año 2000.

Pero es una belleza que pesa. Lo nota uno enseguida: nada más acabar la celebración, personas desconocidas se acercaron a saludarme, me regalaron una estampa, querían hacerse fotos conmigo... Ser misionero es algo precioso, y al mismo tiempo una responsabilidad que se te clava. Habitualmente los misioneros están mitificados, la gente te tiene por un héroe, te dan dinero porque confían en ti más que en las ONGs, te admiran y en el pueblo dicen: "hay que ver dónde se va a ir usté". Se te supone la santidad como el valor al soldado. Y qué va.

Misionero es un nombre que siempre viene grande. No es que me lo figure, es que ya lo he comprobado en mi propia vida, porque conozco de qué pasta estoy hecho. Es un tesoro que "llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros" (2 Cor 4, 7), tal y como se escuchó en la segunda lectura. Como me lo tome muy en serio y me crea "algo" por llevar el crucifijo, batacazo seguro. Menos mal que me parece que estoy vacunado contra protagonismos y aspiraciones románticas a salvar el mundo.

Más bien "prepárate para resistir lo que te espera", como me dijo mi compañero Antonio Sáenz desde Cajamarca el otro día. Te duele la espalda de la carga ya desde antes de marcharte porque ser misionero no es un honor, es una cruz. Por eso en la catedral me acompañan las personas que más quiero y estamos emocionados, y sonreímos, pero también hay lágrimas. Porque no cabe duda de que nuestra vida va a cambiar, y la mía radicalmente. La invitación del Señor implica dejar atrás mi mundo, mi seguridad, y abruma. "¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?" (Mt 20, 22) - le pregunta Jesús en el evangelio a los Zebedeos.

Lo intentaré. Menos mal que en la cruz, en vez del INRI, está el Espíritu iluminando al pastor. Haremos lo que podamos. Trataré de "ser otro", deponiendo mi programación extremeña, y cargando el programa "peruano", como hacen en Matrix para aprender artes marciales (jeje, si fuera tan fácil). Cuando leas esto, recuerda pedirle al Señor que me de fortaleza, discernimiento y libertad para ser pastor humilde; servidor del pueblo que tome posesión de mí, con todas mis limitaciones, mi pecado y mi historia, pero instrumento válido. Que me ayude Él a ser yo mismo... allá. Esta oración te inspirará:

Toma, Señor, mis panes y mis peces
en mi vasija, de barro pero vasija.
Son todo lo que tengo y lo que soy.
Tú me los diste
y a ti te los entrego con confianza.
Dispón de mí como tú quieras;
que se haga tu voluntad, y no la mía.
Dame tu amor y tu gracia,
que eso me basta.

4 comentarios:

C. Muñoz dijo...

Vale. Genial, así me gusta que seas obediente. A ver si nos sigues regalando entradas desde Perú. Si necesitas algo para continuar, tú pide. Un abrazo.

Anónimo dijo...

MUCHA SUERTE EN EN ESTA NUEVA AVENTURA QUE DIOS TE HA MARCADO.CREO QUE LO HARAS FENOMENAL,Y TE QUERAS MUCHO,COMO NOSOTROS AQUI.

Anónimo dijo...

Desde Monesterio, te deseamos que encuentres en el Perú, lo que vas buscando...servicio...entrega...utilidad...y realizarte más aún. ¿Me equivoco? Cuenta con nuestra oración constante para que salves todos los obstáculos que se te presenten. Un abrazo muy fuerte y gracias por tu amistad.

Autóctono dijo...

Gracias César por tu labor pastoral de estos cinco años que has estado con nosotros, por tu solidaridad, humildad y sencillez, que como pastor responsable has estado siempre a nuestro lado para guiarnos y acompañarnos en buenos y malos momentos. Te deseamos lo mejor en tu nuevo destino