miércoles, 8 de enero de 2014

DESINTOXICACIÓN NAVIDEÑA


Seguramente tanto comer cansa. Termina uno los días de la Navidad con una extraña mezcla de frescura y de agotamiento, con pesadumbre porque se acabó lo extraordinario y a la vez alivio al repescar las rutinas que dibujan nuestra vida.

Es necesaria una desintoxicación corporal, porque el organismo ha procesado más tintos, martinis y bebidas espirituosas de lo habitual, y hay en el estómago un imponente lucido de jamón, turrón de chocolate, cordero y gambas. Por no hablar de la bacalaoización que se opera en mí estos días. Vamos, que está uno empachao. Así que un par de días a base de puré de calabaza, acelgas y naranja no me vienen mal; y mucha agua.

Igualmente saludable es una purificación visual y auditiva, una limpieza de absurdos anuncios de colonia, de películas manoseadas, de estruendo en las calles, de tumultos de gentes que caminan (caminamos) bosas en ristre, poseídos por la psicosis de comprar, de buen rollo pseudonavideño postizo, de solidaridad comercializada, sensiblera y facilona... En fin, todo lo que pretenden hacernos tragar en plan de Navidad artificial y consumista.

Dicho esto, y para comenzar el año con buen pelaje, he de confesar que lo he pasado muy bien con mi familia estos días. Mis siete sobrinos cunden mucho, cuando se juntan son como la marabunta, pero es increíble cómo uno los quiere y disfruta de su ilusión de niños en estado navideño. Me quedo con el miedo de Manuel chico abrazao a mí en la cabalgata, gritando a Melchor: "¡Quiero un teleno!" (teléfono, en su idioma). O el rato ayudando a Pilar a hacer los deberes y luego jugando con la Chichi Love (no me preguntéis cómo se escribe). O alucinando con los coches teledirigidos la mañana del 6, ¡que guay! O yendo a ver a mi hermana Susana a la biblioteca andando, empapados bajo la lluvia, y secarle el pelo a Nanete en el secador de manos del WC; descompuestito con sus primos, casi le damos un Valium.

¿Y qué contar de las sesiones de petardos, en la charca, en el parque...? Le encantan a Carlos, un híbrido de modelo infantil, pirómano y guitarrista. En el teatro romano tiramos uno que parecía una mascletá valenciana, ¡qué bestia! Y lo que disfrutó Manuel grande con "La guerra de las Galaxias. Episodio V", se sabe todos los nombres, hasta los de los cacharros esos gigantes que disparan en el planeta nosequé. O dormir con Luis en mi habitación, como cuando era chico, y sentir cómo crece, cómo va madurando. O el día que fuimos a comer al wok y el wok casi revienta.

Pero mención aparte merece Guille, que requeriría un blog para él solo. Le pidió a los Reyes "una espada láser de berdad, pero de verdad" (no sé si la carta se ve bien) y decía que era para cortar jamón. La noche del 5, en una refriega a almohadazos antes de acostarse, se llevó un mandoble en el ojo. Gritó, entré en el cuarto, lo vi como llorando sangre y me entraron las siete cosas. A urgencias, un corte en el párpado, una crema y un susto morrocotudo. No podía ser otro: "es tu destino, Luke". Jejeje.

A la mañana siguiente, los juguetes hicieron olvidar el parche en el ojo. A mí los reyes me echaron el casco vacío de un E-book, aunque me dolió más que no me hayan comprado el turrón de galletas Oreo... El premio del roscón le tocó a Piluki y yo me sentí afortunado de tener la familia que tengo. Es un regalo que se aumenta, mejora y se renueva cada año. Como los gintonics de mi cuñado.

1 comentario:

bertacaro dijo...

Maravillosa descripción de unas navidades inolvidables...a pesar del ojo del Guille....me quedo con el recuerdo de estos días en el corazón. Tu hermana Berta.