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Hace dos veranos, en Níger, releí la biografía de Mandela: "Un largo camino hacia la librtad". Más allá de sus habilidades políticas, me impresionó su capacidad para reconstruir su vida varias veces, para rectificar sus errores y al mismo tiempo permanecer en lo fundamental a pesar de los pesares.
Hoy, emocionado por esta lectura, y muy cansado a final de curso, me siento agradecido por estar aquí, por ser fiel a mi mismo y por haber tenido el valor de cambiar para ser yo con todas las consecuencias. No he encontrado en "El factor humano" el poema de William Ernest Henley, esos versos que recorren y llenan la película, y que me rondan en el corazón desde entonces:
Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a cualquier dios que pudiera existir
por mi alma inconquistable.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he dado gritos.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecha sea la puerta,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.
Precioso. Soy el amo de mi destino; soy el capitán de mi alma.
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