Como es habitual cada final de año, la chamba primordial
son las celebraciones de la Confirmación, que motean el calendario y
acaparan buena parte de los esfuerzos por todo el Vicariato. Para mí son
una labor de sustitución y ayuda al obispo, que es el ministro propio; y como
este año es probable que sean las últimas oportunidades, intento disfrutar al
máximo esas experiencias.
La temporada comenzó el fin de semana pasado en Tamshiyacu,
un lugar donde me siento especialmente a gusto y bien recibido. El sábado en la
noche han programado los últimos preparativos y las confesiones. El ensayo
es una ocasión para conectar con los confirmandos, en su mayoría adolescentes y
jóvenes de entre 15 y 20 años, y favorecer así que la celebración fluya.
Es la primera vez que nos vemos, así que me saco una
batería de bromas cuya eficacia está sobradamente probada hace años: “¿están
nerviosos?”, “hablen más alto que solo se ha enterado el cuello del polo”, o
bien fastidiar a los que se equivocan en el diálogo de la crismación: “y con tu
espíritu, amén” o burlarme de esa coreografía que tienen que hacer los
confirmandos al entregar las ofrendas: venia, vuelta, reverencia, etc. Sus
sonrisas despiden relax y confianza.
Las confesiones son medio obligadas por la solemne
ocasión, pero es curioso que siempre aparecen temas bien delicados y
fuertes, salpicados con abundantes lágrimas, especialmente de las chicas. Los
episodios vitales que jamás se atreven a contar pueden escapar en ese ámbito de
máxima reserva. Lástima que normalmente no se confiese casi nadie; estoy seguro
que, si trabajáramos mejor este sacramento con buenas catequesis, se ayudaría
mucho.
Domingo en la mañana, día d y hora H. Me voy a la puerta a
esperar a los muchachos mientras llegan tarde casi todos (les habían insistido
en que a las 7:30, pero ni modo). Ahora los chistes infalibles son contra
los atuendos de Sissi emperatriz o los ternos y camisas: “están tan
elegantes que no parecen ni ustedes mismos”. Voy probando los nombres -alguno
muy difícil- leyendo los solapines, me prendo el de la más tardona. Hay más
risas, rapidito les recuerdo las respuestas de la renovación de las promesas
bautismales y el crisma, la iglesia está casi llena.
A esas alturas, ya somos colegas, y el contacto visual va
allanando la comunicación y contribuyendo a que cada gesto sea entendido y
vivido lo mejor posible. Porque es un día único, y no es cuestión de estar distraídos
o perdidos. Cuando se logra empatizar así con la asamblea y se la implica en la
reflexión acerca del Evangelio con preguntas, más chanzas y alusiones a la vida
cotidiana (la minga, el cumpleaños, la creciente del río…), la liturgia llega,
une, enseña y hace festejar lindo.
En cada imposición de manos y en cada crismación, hay una
mirada y un intercambio de sonrisas silenciosas. Me siento muy satisfecho
por ser instrumento humilde del Espíritu, repartidor ocasional y gratuito de los
dones de Dios y facilitador de la llegada de la gracia divina a estos jóvenes
plenos de futuro. Orgulloso de poder prestar este servicio tan genuinamente misionero.
Privilegiado de entregarles lo mejor el día que nos conocemos, acaso no
volvamos a vernos… ¿Pero no es siempre así?
La catarata de fotos forma parte del festejo, casi como una
rúbrica más del ritual. Uno a uno, los confirmandos, sus padrinos, sus familias
y yo vamos posando. “Felicitación” voy diciendo a cada protagonista, todos
encantados. Y obtengo a cambio infinidad de “gracias”; porque acá la gente es
muy hábil para agradecer, con esa humildad que te desarma y a mí me enamora.
La mamá de Jenda me dice: “padre, le invito ahorita”. Ese “desayuno” (son las
10 de la mañana) resulta ser un platazo de arroz con pato.
Y, sí. Puesto que ya me queda poco de esta cosa de
vicario general (queriendo Dios), me voy despidiendo de presidir confirmaciones;
que, por si no se había notado, es de lo poquito que me gusta de este-a cargo-a.
Alguna ventaja tendría que tener, ¿no? De modo que voy a aprovechar, porque la gira
por diez puestos de misión no ha hecho más que empezar.

No hay comentarios:
Publicar un comentario