viernes, 5 de junio de 2015

EL AMOR QUE DESCIENDE DE ARRIBA


Ha concluido la novena promoción de la Escuela de Ejercicios de los jesuitas de Salamanca. Una aventura por los entresijos de los Ejercicios de San Ignacio que ha durado tres años de apasionantes descubrimientos, y uno de ellos es que el amor que desciende "de arriba" (Ejercicios 184) viene para quedarse y está por aquí, entre nuestras cosas, y llega, sobre todo, por lo humano, a través de los demás.

El curso tiene dos sesiones presenciales al año, una en la semana de la ceniza y otra a finales de mayo o principios de junio. Llegábamos el domingo por la noche procedentes de toda España, y también de Argentina, Portugal, Méjico, Polonia, Colombia... y hasta Perú. Nos conocimos por los pasillos de la casona de los jesuitas y enseguida se creó entre nosotros un vínculo curioso y especial: compartir el conocimiento de algo único, incorporarnos a una tradición de estudio y reflexión, y recibir un encargo: "ayudar" a otros (Ej 18).

Cinco días a tope: clases, lectura y estudio personal, trabajos, prácticas, reuniones de grupo, plenarios, debate... Con la cabeza echando humo salíamos cada noche como caballos desbocados a saturarnos de la belleza de la Plaza Mayor y jincarnos un helaíto, mientras conversábamos y nos reíamos con anécdotas del día. La "inmersión" era tan intensa que los chistes, las gracias y hasta algún mote iban revestidos de expresiones ignacianas; que se lo pregunten por ejemplo al "enemigo de natura humana" (Ej 325), que se llama Rosa, jeje.

Hemos tenido excelentes profesores. De entre ellos hay que destacar al padre Avelino Quijano, que con 80 primaveras en el zurrón es alguien que vibra con los Ejercicios y no deja de aprender y de enseñar con su bondad. Pero lo más hermoso es que el saber nos ha llegado de unos a otros, horizontalmente, ha sido una experiencia de descubrimiento común, un sentir y gustar (Ej 2) juntos, un enseñarnos mutuamente, con naturalidad, compartiendo sencillamente nuestra vida.

Entre nosotros ha habido nacimiento de bebés, enfermedades remontadas, confidencias, galletas a todas horas, acompañamientos espontáneos, fluir de ideas y hallazgos, decisiones de vida, y sobre todo mucho cariño. En esta última sesión hemos trabajado la Cuarta Semana. Al final, los Ejercicios vienen a descubrirnos que la alegría más grande y más sana es cuando gozamos con la felicidad del otro. Pues yo he disfrutado viendo a mis compañeros disfrutar con esta formación, "aprovecharse" (Ej 350) y crecer.

Los Ejercicios son “para la vida”, pero la cosa va mucho más allá: los Ejercicios son la vida misma convertida en camino, estrategia, encuentro e intuición. La sabiduría que San Ignacio cristaliza en ellos se reinventa cada vez que una persona la interpreta, la hace suya y la plasma en gestos, palabras, opciones, sensibilidad y acción. Es “la vida de Cristo Nuestro Señor” (Ej 261), “la vida verdadera” (Ej 139), que vuelve a encarnarse (Ej 109) en cada tiempo, como don que desciende “de arriba” (Ej 184. 237) y se hace nosotros, se hace nuestro y para nuestra plenitud.

Gracias a mis compañeros por ayudarme a acceder a este “conocimiento interno” (Ej 104). Gracias a San Ignacio por crearlo, gracias a la Escuela por saberlo transmitir y gracias al Señor por regalarlo y comunicarlo.

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