domingo, 18 de mayo de 2014

AMO A MI PUEBLO


Lo escribí el 19 de mayo de 2010. Hoy, cuatro años después, y al final de un día como este, que no olvidaré  jamás, es todavía más verdad.

¡Qué suerte tengo de estar en mi pueblo, Dios mío! ¡Qué bien me siento! Me gusta estar con "los que me diste" (Jn 17, 13), son gente que me cae bien...

Me gusta que mi pueblo sea extremeño y no "andaluz".
Me gusta ir por la calle y saludar, y sacar la mano por la ventanilla del coche cuando me cruzo con los niños por la tarde.
Me gusta la facilidad para resolver cosas, para encontrar botelleros que enfríen las bebidas del día de la parroquia.

Me gustan Los Barrios, pequeños, humildes... Me gusta tomar una cerveza a mediodía con el viejo Frasco mientras los hombres echan la partida.
Me gusta pasear por el mercadillo entre toda la gente, preguntar a las mujeres por su familia y saludar al fontanés que trae la fruta.

Me gusta la iglesia de mi pueblo, que es una minicatedral. Me gusta mi parroquia, con sus grupos, con su espadaña, el reloj que Tobías pone en hora y las misas pequeñas de diario. Me gusta la algarabía de los sábados mientras me revisto, y saludar a la gente al concluir la Eucaristía.

Me gustan el Pocito, la Regina con su único habitante, y pasear por las ruinas de la Concepción; me gusta imaginarme la alegría de zagales descalzos en los años 50, y cómo serían las casas cuando paso por los restos de los Puertos Marcos.

Me gusta el habla de la gente de aquí, con su "a" que parece una "e". Me gusta la Semana Santa, pobre y humilde, pero con lavatorio de los pies. Me gustan el olor de la panadería y el ruido quedo del chorrito en el pilar junto a la iglesia.

Me gustan el Abanico y el Paseo. Me gusta la solemnidad del púlpito, siempre vacío y siempre mudo contemplando los juegos de los niños en la plaza.

Me gusta entrar en el Ayuntamiento y estar en mi casa, y que se metan conmigo diciéndome que me van a "poner un jornal". Me gusta el grupo de la Jota, con sus castañuelas y sus trajes regionales. Me gusta el Palancar viejo, que conserva el sabor de antaño, y también me gusta subir a la Peña y contemplarlo todo, hasta la granja de caracoles de Antonio.

Y así podría seguir, Dios mío, añadiendo nombres y más nombres, sentimientos, pequeñas experiencias de pequeña felicidad encarnada en este pequeño pueblo, al que amo y al que sirvo. ¡Gracias, Señor!

1 comentario:

Anónimo dijo...

QUE COSAS MAS BONITAS.