domingo, 21 de abril de 2013

UN PAPA IGNACIANO

Decir "un Papa jesuita" es como un intento de síntesis de contrarios; sería algo así como sheriff y bandido, bombero pirómano o madridista culé. ¿Por qué? Porque desde su fundación los jesuitas rehúyen los altos cargos eclesiásticos, es algo que creo forma parte de su carisma.

Hay un momento, en 1552, en que el emperador Carlos V y el Papa Julio III pretenden nombrar cardenal a Francisco de Borja. San Ignacio se movió todo lo que pudo para impedirlo. En una carta (5-VI-1552, Obras completas, BAC, carta 76) le expone al duque de Gandía sus motivos para oponerse: "al tercer día yo me hallé en la sólita oración, y después acá siempre con un juicio tan pleno y con una voluntad tan suave y libre para estorbar (ese nombramiento), en lo que mi fuese, delante del Papa y cardenales, que si no lo hiciera, yo tuviera y tengo para mí por cosa cierta, que a Dios nuestro Señor no daría buena cuenta de mí, antes enteramente mala".

Y ahora... el Papa es jesuita. ¿Qué habrá dicho San Ignacio? El otro día, un Email de un jesuita amigo terminaba: "Que te vaya bien. Y a obedecer al nuevo Papa jesuita". Jajaja, están crecidos.

El Papa ha hecho los Ejercicios Espirituales completos al menos dos veces en su vida: la primera al principio de su formación inicial, y la segunda con ocasión de la tercera probación (período en el que pasó por España), o sea, antes de hacer el 4º voto de obediencia al Papa, jejeje. Ahora este voto de obediencia de Jorge Bergoglio... ¡es a sí mismo!

Y pienso que para eso lo han elegido, para que sea fiel a sí mismo, a su corazón religioso e ignaciano. Para que sea Papa peregrino de Dios, buscador de su voluntad, pastor más que jefe, obispo-párroco del mundo más que monarca. Para que sea Papa al estilo jesuítico, Papa sin serlo, Papa sin zapatos, Papa experto en discernimiento, Papa humilde y sonriente, Papa que se inclina ante el mundo y le lava los pies.

Jorge Mario Bergoglio entraría sin duda en los Ejercicios "con grande ánimo y liberalidad", con entusiasmo, como ha comenzado su servicio a la Iglesia. Bajó hasta sus sótanos, oscuros de pecado, en la Primera Semana, y palpó el amor misericordioso y recuperador de Dios. En Segunda Semana vibró con el llamamiento del Rey, se estremeció ante las Dos Banderas, pidió insistentemente "conocimiento interno del Señor" para más amarle y seguirle, con total disponibilidad, en indiferencia, que es la versión ignaciana de la libertad. Contempló cómo Dios padece en la humanidad, cómo la divinidad se esconde en el dolor, en la injusticia, en la muerte, fue un hombre de Tercera Semana por las villas miseria de Buenos Aires. Y aprendió junto a Jesús Resucitado, en la Cuarta Semana, el oficio de consolar, la humildad de recibir y el arte de agradecer.

Y ahora, con todo este bagaje y esa sonrisa, a ser Papa. Ea. Le ha escogido el Señor para que sea quien es; le han votado los hombres porque le creen capaz de ello.

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