viernes, 12 de abril de 2013

LA TEODICEA DE LAS MADRES


Cada quince días, más o menos, echamos un rato las madres de los niños de "despertar religioso" (2º de Primaria) y yo. Teóricamente la reunión es para preparar los temas que ellas luego tratan con sus hijos en casa, pero la verdad es que a eso le dedicamos cinco minutos, porque cuatro dibujos sobre compartir o un parchís sobre el perdón no necesitan muchas explicaciones. Y ellas son muy listas... Realmente aprovechamos para intentar charlar sobre las cosas de la fe con palabras actuales, comprensibles y creíbles, porque a veces la manera de creer se les ha quedado pequeña, como si se fueran a poner hoy el traje de la Primera Comunión (lo mismo a Marifé le estaría bien, jeje).

Es un rato agradable, donde se trata de estar relajados, hacer una pausa en una jornada a menudo trepidante, y poder conversar tranquilamente. No sé cómo pueden con todo, llegan después de batallar con los zagales y trabajar toda la mañana, recogerlos del cole, poner la comida, recoger los platos y dejarlos en las actividades... Unas máquinas, vamos. Cascan de cosas de los deberes, de la escuela, del patinaje... Yo les planto mis powerpoints y mis trozos de película y dicen que no apague la luz, que se duermen, jajaja.

Pero la mitad de las veces tampoco tocamos los temas que les propongo. Porque cuando hablamos de Dios, sale inevitablemente el problema de la teodicea: ¿cómo puede Dios permitir sufrimientos tan tremendos en el mundo? ¿Es que los manda Él? O si no, ¿por qué no hace nada? El viejo tema del mal, de lo que el teólogo Metz llama "los sufrimientos que claman al cielo", que es causa de increencia para tanta gente.

Las madres llevan cicatrices en su interior, señales de los males de la vida. Como todo el mundo. Y se expresan desde su fe sencilla, que se abre paso entre las penas, las sonrisas y las fatigas del día a día. En alguna de ellas, las palabras salen regadas con lágrimas. Son gritos de heridas que aún sangran, son ecos de muertes de seres queridos, de dolores y pérdidas, de sufrimientos "que claman al cielo". Ante las llagas que ellas muestran, yo siento reverencia y admiración. Cuando hablan, veo que las heridas empiezan a sanar y tienen a su vez la virtud de curar a quienes escuchamos; como las llagas de Jesús.

Para mí esta reunión es importante, más de lo que ellas creen. Solo les puedo decir lo que dice Metz: "No existe un Dios que se acomode incondicionalmente a nuestros deseos y que nos evite el sufrimiento". Cosa que está muy bien sobre el papel, pero luego hay que aprender a vivir esa experiencia. En eso son sabias, y yo un aprendiz, porque ahí los libros no sirven de mucho. Así que procuro estar bien atento y no dormirme; es mi propio "despertar".

2 comentarios:

pilar dijo...

Eres genial Cesar y dime esas actividades para trabajar en casa con los niños. Me interesa. Un beso cura way!

Anónimo dijo...

Cesar,PIMERA o PRIMERA?