sábado, 7 de julio de 2012

A ESTE TÍO HABRÍA QUE CLONARLO

Conocer a José Juan Azparren es toda una experiencia. Aparentemente tiene pinta de abuelo en edad de tomar sopitas, pero se trata un hombre excepcional.

Navarro de Artazu, eligió ser cura, pero podría haber sido lo que hubiera querido; de hecho estudió ingeniería mecánica como si tal cosa. Y su profesión frustrada es la de médico, aunque dudo mucho de que en la facultad le hubieran enseñado algo que ya no supiera: sus amigos lo llaman para que les diagnostique y en África fue capaz de operarse a sí mismo la rodilla con ayuda de un espejo, de colocarse él solito una costilla que se le había salido por un golpe. Flipante pero verídico.

Porque José Juan, o "Fanta", que así le llaman también, estuvo 19 años en Ruanda. Allí aprendió tranquilamente a hablar kinyaruanda y se dedicó mucho a construir y equipar un hospital; y fue capaz de fabricar con sus propias manos de todo, como un aparato de rayos X que aún funciona. En aquellas tierras conoció los horrores del holocausto hutu y la represión tutsi, siempre junto a sus compañeros misioneros.

Regresó y ahora está en Pamplona, en Chantrea (perdón, Txantrea...), un barrio-nido de abertzales con una parroquia que nadie quería. Con sus propias manos reconstruyó el piso donde vive y acoge a todo el mundo, como a mí esta semana. Trabaja como un todoterreno, con una inteligencia sobrenatural y una capacidad asombrosa de comprender, proyectar, saber... y también para querer y servir. Un crack. Fue él quien me llevó a Roncesvalles para que comenzase el Camino aquel día de mayo en que nevaba; era 2004.

De los machetes de Ruanda pasó al "conflicto de baja intensidad" de la kale borroka. Cuenta que al llegar él a la parroquia había que rezar el padrenuestro en euskera y en español; así que él quitó lo del euskera. Vinieron a recriminárselo y él les dijo: "¿Pero vosotros sabéis euskera? Vale, vamos a rezarlo juntos" - y lo rezó en kinyaruanda sin que se dieran ni cuenta, jejeje. Y los mandó a tomar por c., claro.

Desde entonces le tienen en la lista negra, pero él no tiene miedo, y oyes, es como para tenerlo: uno de los días que he estado allí han capturado a unos etarras en Francia; me levanto por la mañana y me dice: "Mira la pared aquella de la iglesia"; miro y han hecho una pintada: "Policía asesina". Joé. Al rato, después de desayunar, me dice que mire otra vez y ya no había nada, la policía está al quite inmediatamente, como en una tétrica rutina. Y el jueves, los vascos pidiendo en el parque el acercamiento de los presos: con banderas, en silencio y con cara de póker...

Ni que decir tiene que lo he pasado estupendamente con Merche y José Juan, que es una de las personas más impresionantes que he conocido en mi vida. De él dijo una chica: "a este tío habría que clonarlo". A Navarra no se puede, ni a Francisco Javier tampoco...


El castillo de Javier
El monasterio de Leyre

El Cristo sonriente ante el cual Francisco Javier tantas veces oró




1 comentario:

Anónimo dijo...

Todo lo que dices de este sacerdote lo avalo porque le he conocido aquí en Monesterio. Es un todoterreno, en informática......en instalar ordenadores......en jardineria......además de todo lo dicho por tí César. Es la humildad personificada......¡¡¡que sí, que lo debían de clonar!!!. Que envidia sana dan estas personas tan completas......