viernes, 2 de marzo de 2012

SE ESCURRE ENTRE LOS DEDOS

Es viernes, acabo de llegar de una no-reunión de pastoral juvenil que era supuestamente para preparar el encuentro diocesano de jóvenes de mañana; la cruda realidad: solo se ha presentado uno y los tres que iban a ir a Mérida al encuentro ahora dicen que no van. Eso es lo que hay.

Cierto que hay varios de ellos que están de excursión hoy. Pero realmente desde que volvimos de vacaciones de Navidad no damos pie con bola: carnavales, cumpleaños, otros carnavales... ffffff. Cuánto trabajo cuesta reunirse y tratar de hacer juntos algo mínimamente valioso que les ayude a crecer.

A pesar de que no es la primera vez (¡ni mucho menos!), la decepción me hace cuestionarme: ¿les estaremos ofreciendo algo que no vale? ¿Estoy suficientemente cercano a ellos? ¿Por qué no logro enganchar con sus vidas, con su necesidad, con su día a día? ¿Me estoy haciendo viejo y mi lenguaje, mi persona, ya no conectan? Soy un carroza, un seminuevo de 41.000 kilómetros...

En este momento desolado me esfuerzo en recordar cuando las cosas "salieron bien"... ni entonces yo era tan "hacha" ni ahora soy tan inútil. La perspectiva me ayuda a no personalizarlo y vivirlo afectivamente distorsionado. Tampoco me puedo dejar llevar por el enfado y romper la baraja... no. Hay que aceptar con paz que esto es así, sin salir corriendo, aceptando este aparente fracaso. Y hay que "mucho examinar", como dice San Ignacio, reflexionar, revisar, encontrar juntos las causas y las posibles soluciones.

La historia de Dios con los jóvenes se intuye en la fe y se sufre en la paciencia; sé que Él llega hasta ellos de manera misteriosa, y muchas veces independientemente de mi acción. Yo los quiero y voy a seguir ofreciéndome, proponiendo, acertando y errando, apostando por sus vidas desbordantes de futuro. Sólo aspiro a que me permitan compartir apenas un trecho del camino.

A lo mejor hay que quedarse solo muchas veces para mostrar que tu compromiso con ellos es auténtico. Entregarte como si todo dependiera de ti sabiendo que todo depende de Dios. Pero chacho, qué desazón... acompañar a los jóvenes es algo que se escurre como agua entre los dedos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

César, ¡no te desanimes!esto que te ocurre hoy, nos pasa a los padres y a profesores casi a dario, es como si adultos y jóvenes vivieran en mundos diferentes con distintas y muchas veces opuestas visiones acerca del trabajo, derechos, deberes, amor, sexo, diversión, familia, ocio, política, religión, etc.
Un saludo.
Autóctono

Parroquia Santa María del Castillo y Santa María Magdalena dijo...

El agua entre los dedos en muchas ocasiones es refrescante y agradable, no? A mi me lo parece. Nacho

anacaramelito dijo...

No nos podemos rendir, no vamos a tirar la toalla, vamos a estar esperando, con el corazón, a nuestros jovenes y, con nuestra entrega, su vuelta "a casa" ¿vale? Cuenta conmigo.
Un abrazo.

moreno dijo...

Hay que ser comprensivo con los jóvenes y aceptar sus decisiones procurando escucharlos más para saber de sus preocupaciones o el motivo que tuvieron para no asistir.
De todos modos no te desanimes y sigue luchando por ello, tú sabes que tienes "gancho" ... con la juventud.