lunes, 19 de septiembre de 2011

EL PECULIAR AROMA DEL AGRADECIMIENTO


El "incensario musulmán" y la balanza, sobre mi mesa
Hay en mi pueblo una familia de marroquíes, algo un tanto exótico teniendo en cuenta que no se puede calificar a Santa Ana precisamente como un "yacimiento de empleo"... el personal se defiende como puede entre los ERES de Gallardo, lo poco que se saca del campo, las corchas o el PER. El caso es que hace un año apareció por aquí esta gente: la pareja, la cuñada y dos niñas, la más pequeña casi un bebé.

Alquilaron un piso de 200 Euros, y fue un acontecimiento y un comentario general; pero ya están más integrados en el pueblo. El padre, un hombre joven, educado y amable, busca por todos lados algo de trabajo. Pero no es fácil. La cuñada sí tiene un empleo (en otro pueblo) y así tiran. Los meses anteriores al verano debieron ser especialmente duros, porque vinieron a pedir ayuda al cura.

Han estado varias veces en casa; todos juntos o el padre con la hija mayor, que tendrá cinco o seis años. Siempre procuro hacerlos pasar al salón, se sientan, les ofrezco alguna bebida pero nunca toman nada; la niña si que acepta una piruleta o un caramelo. Hablamos de lo que necesitan y Cáritas les ayuda con alimentos, pañales, productos básicos. Siempre en un tono muy respetuoso y franco, una conversación agradable y serena. Las mayores preocupaciones son el trabajo (indagamos, la trabajadora social está en ello, nos movemos...) y la casa: ¿podríamos ayudarles a encontrar un alquiler más bajo? Y las voluntarias de Cáritas se patean el pueblo, preguntan, piden (son ellas las que se lo curran, yo la verdad hago poco)... Pero hasta ahora nada.

En junio vinieron a despedirse: que se marchaban a ver a su familia después de siete años, que no dejáramos las cosas en el olvido, por favor. Regresaron la semana pasada y el otro día tocaron de nuevo el timbre. Yo estaba a punto de salir y me disculpé por no poderlos atender como otras veces, pero me dijeron: "no, tranquilo, es sólo un momento", y me ofrecieron unos sencillos regalos, unos adornos que me traían de Marruecos. Y me quedé sin palabras.

Conduzco esta tarde y pienso que la solidaridad es algo muy simple, que consiste en estar "ahí", al lado del que necesita, aunque no puedas resolverle sus problemas; consiste también en escuchar con atención y un poco de amabilidad, y poco más. La solidaridad en zapatillas no conoce fronteras, idiomas o religiones, porque es el lenguaje de Dios que brota en nosotros y despide un precioso y raro aroma: el agradecimiento mutuo. Gracias, Dios mío.

3 comentarios:

TOMMY dijo...

!QUE SUERTE!Sabes chico:que para la proxima compra te vas a venir tu tambien.Ya veo que siempre ha habido clases...Un besazo.

Anónimo dijo...

QUE BONITO,ELLOS QUE NO PUEDEN Y TE TRAEN UN DETALLE,AUNQUE PAREZCA MENTIRA TODAVIA HAY GENTE BUENA POR EL MUNDO.AHI SE DEMUESTRA LA SOLIDARIDAD DEL POBRE Y LA MUESTRA DE CARIÑO HACIA TI.

EVA dijo...

A mí también me han traído un pequeño detalle, como me decía la mujer de Mimoun, a mi parecer un gran detalle. Es de agradecer que gente que necesita tanto se haya acordado de mí en su viaje a Marruecos. Una familia que rebosa de amabilidad.