lunes, 14 de febrero de 2011

YO QUIERO SER ATEO


Vengo del tanatorio; ha muerto en el pueblo un hombre joven, padre de dos niños. Se lo ha llevado por delante eso innombrable, ante lo que no podemos nada. Su familia está ya bruñida en el crisol del dolor; es el tercer hijo que esta madre pierde. Su esposa lleva luchando varios meses, casi sin separarse de su marido, turnándose con su cuñada, están todos agotados, como aplastados por un sufrimiento que supera sus fuerzas, sepultados bajo las lágrimas, al límite de su resistencia...

Pero esta mañana estaban más alterados. Enfadados. Con Dios. Al llegar he oído algún reproche, como un grito dolorido... "¿Dónde está Dios ahora?". "Cómo lo ha castigado Dios". "Es injusto, inhumano que Dios se lo haya llevado de esta manera". De nuevo el tema que traté en otro post (diciembre de 2009), pero peor, más crudo, más a flor de piel y sangrante; y el cura allí en medio de esa tensión.

Gente "poco creyente" o que "no cree". Preferiría no creer en nada que creer en un Dios así. Un malvado, un asesino que arbitrariamente elige a sus víctimas; un cabrón que asesta los golpes a su capicho, programando diferentes tipos y grados de torturas y padecimientos. Tiene que ser tremendo creer en semejante horror: alguien todopoderoso en la maldad, que castiga a quienes no creen o a quienes se portan mal, o peor aún, a quien le da la gana. Alguien contra el que dirigir la ira y la frustración, que se mienta cuando se necesita echar la culpa a alguien o a algo; de Dios provienen todos los males, pero olvidamos agradecerle los bienes, que a menudo nos parece que nos los ganamos o merecemos por trabajadores, guapos o buenos. Sí que creen, pero esa fe los machaca más, les echa sal en la herida.

Yo quiero ser ateo de ese dios. Conozco muchas personas que han perdido familiares, amigos (algunos jóvenes, con muertes terribles), y no han pensado que Dios los ha eliminado cruelmente; recuerdo un compañero que enterró a su padre y a su hermana joven poco después, y comenzó la celebración diciendo: "yo se que Dios nos quiere inmensamente". Este es el Dios en el que yo creo. El que no resuelve las papeletas de nuestra vida, el que no puede impedir la muerte (ni siquiera la de su propio hijo) a base de milagros, porque no está en su mano dirigir la naturaleza como quien maneja marionetas. Dios que se dedica a acompañarnos y a no abandonarnos, simplemente eso; Dios que está de nuestra parte, no contra nosotros, y cuando no podemos nos sostiene como sostuvo los brazos clavados en la cruz de Jesús; Dios de estar por casa, que es el amor y la solidaridad que somos capaces de darnos, como toda esa gente, el pueblo entero, estaba volcado esta tarde en el tanatorio.

Claro que me siento un poco responsable. ¿Qué le hemos enseñado (los curas, la Iglesia) a la gente sencilla? ¿Qué inercia lleva a tantas personas a pensar que "lo natural" es que Dios se lleva a sus seres queridos? ¿Qué imagen de Dios hemos transmitido con nuestra enseñanza y, quizá peor, con nuestras vidas? Porque, con ídolos así, es mejor no creer; duele menos pensar que no hay Dios, que las cosas son así porque somos frágiles y limitados, y ya está. Así que yo apostato de ese dios sanguinario, me declaro ateo de semejante monstruo; y en días como hoy prometo que me hubiera gustado estudiar para bombero.

7 comentarios:

Morke dijo...

Dios guarda en su regazo todas nuestras lagrimas...todo lo demás es silencio. Un abrazo

Anónimo dijo...

Tú crees que los bomberos no se preguntan... imaginate el 11 de Marzo en Madrid hace unos años... si por donde quiera que vayamos la cuestión de Dios y del hombre se coimplican de una manera...? yo a veces me gustaría ser el conserje de la facultad de educación...algún compañero al ver las ovejas pastando tranquilas en la hierba verde deseaba ser como ellas... yo no llego a tanto. Abrazo.

C. Muñoz dijo...

Si quieres, pones detrás de tu nombre, en el post, el mío, lo suscribo totalmente. Humildemente ...

Parroquia de San Antonio (Mérida) dijo...

Como compañero de fe y de ministerio me sitúo en tu lugar. También he pasado por la prueba de tener que presidir funerales que han puesto a prueba mi fe. Esos momentos en los que la teología no sirve; y es preciso callar. Me sirve de apoyo la respuesta de Job a la palabrería de "sus tres amigos teólogos" que quieren encontrar una respuesta a lo "incontestable"; y lo único que queda y conviene es el silencio: "He hablado a la ligera, no diré una palabra más" (Job 40,4).

Anónimo dijo...

Da mucho que pensar tu entrada, pero es cierto que las enseñanzas recibidas a lo largo de la vida pesan mucho y cuando no encontramos consuelo a tanto dolor siempre recurrimos a Dios para preguntarnos ¿por qué a mí? ¿qué he hecho mal?...........y después llega la resignación o la desesperación. Un abrazo autóctono

Anónimo dijo...

Hola Cesar, ANIMO,en todo trabajo hay momentos buenos y malo,y los malos del tuyo es uno de los mas desagradable para afrontar y vosotros los sacerdotes teneis que estar ahi al pie de cañon.conociendote me supongo que con tus palabras los reconfortarias un poco.por desgracia,lo que escribes es la realidad y ante eso es dificil enfrentarse.Un besito.

Anónimo dijo...

esa madre se merecería tanto sufrimiento? ha perdido tres hijos y tambien a su marido... si te pones a pensar así...es dífcil no ser ateos..lo siento pero es así. un saludo césar