viernes, 30 de mayo de 2025

55


Esta cifra me atrae y me hace pensar, así que he consultado por ahí algo de numerología. Lo que me han contado y he leído lo podríamos resumir así:
 
El número 55 es una poderosa combinación y duplicación de las energías del número 5, que simboliza el cambio, la libertad, la versatilidad, la aventura, la curiosidad y la capacidad de afrontar desafíos.
 
El 55 a menudo se asocia con momentos de mutaciones profundas en la vida de una persona. Es un número que incita a la exploración audaz, a asumir riesgos calculados y a la oportunidad de sondear nuevas posibilidades.
 
Conlleva una invitación a aprender lecciones de vida a través de la experiencia y a tomar decisiones positivas que lleven a un crecimiento personal significativo. El 55 anima a abrazar las oportunidades de transformación, a seguir la propia intuición y a evolucionar con valentía ante las circunstancias y los horizontes.

Es un número de acción, libertad y confianza en sí mismo, que empuja a tomar la iniciativa y a crear activamente su propio futuro.
 
Futuro…
 
Resulta que cuando los guarismos son ya algo elevados y honorables, y podrían sugerir experiencia, peso y paso del tiempo, declive, cierto cansancio, edad -transcurrió la mitad de la carrera ya-, estar de vuelta, repetición, goteras en la salud, establecerse, desgaste, seguridad, zona de confort…
 
… las mociones indican claramente cambio, renovación, salir, recomenzar, creatividad, retos, novedad, reinventar, mudanza, explorar, evolución, riesgo, proactividad
 
Interesante y sorprendente.
 
Gracias por todas las expresiones de cariño y reconocimiento que recibiré hoy. Sé que no tienen que ver con lo poco que haya podido lograr ese “personaje” de misionero, sino por mi propia persona y los trozos de vida que he tenido la dicha de compartir con cada uno-a, y todo lo que he aprendido y recibido.
 
Esta vez parece que mi cumpleaños es una celebración de lo que está por llegar, que no sé qué será o qué significará, pero noto que podría ser diferente, y me siento abriéndome. Y no por la numerología; ya llevo algún tiempo experimentando esa llamada a disponerme.
 
Dios es el Dios del futuro, que no mira lo que hemos hecho o lo que pasó, sino que está atento a lo que haremos, a lo que vendrá.
 
Y un buen bromista.

sábado, 24 de mayo de 2025

ATROCES HERIDAS, TIERNA SONRISA

 
Ya me había hablado de Joysi la hermana Lisbeth, así que no me sorprendió que me propusiera que la acompañase a hacerle sus curas. Uno nunca está preparado para contemplar cara a cara al sufrimiento injusto, a la indefensión y a la miseria; pero cuando están perfumados de ternura y adornados de humanidad, adquieren una belleza que conmociona.

Hacía tres días que no había cuidados médicos, pero lo primero es lo primero: “vas a comer tu lonche, ¿sí?”. La niña va masticando dos huevos sancochados que le hemos llevado, mientras observo con pudor el espectáculo de su cuerpito de trece años, en el que se distinguen con claridad todos sus huesos por su extrema delgadez. Es evidente que está mal nutrida.

“Este es el padre César, Joysi, salúdalo”. No puede mover sus extremidades, pero sí mastica, habla… y sonríe. Así me recibe. Saludamos a su mamá, recién llegada de la chacra desde que se marchó temprano, y a sus dos hermanitos pequeños, que no han ido hoy a la escuela porque no han querido, y no había ningún adulto con ellos a esas horas. Se va dibujando el desolador cuadro que hay en esta casa.

La religiosa, que es enfermera, comienza con la cura de sus escaras. Descubre su pantaloncito y me señala las zonas que “ya están mejor”, pero ahí no veo cicatrices: son como telillas de piel tenues, casi transparentes, a través de las cuales se vislumbran, inquietantes, las tremendas lesiones que hay debajo. La primera herida abierta es horrenda, del tamaño de una moneda, y está en carne viva; aprieto los dientes mientras voy pasando gasas y esparadrapo.

Más rato nos quedaremos Joysi y yo solos, y le preguntaré si nació con esa parálisis. - “No. Fue un accidente”. - “¿Qué pasó?”. – “Me subí al árbol a agarrar uvillas, me caí y me quedé así”. – “¿Dónde te llevaron?”. – “A Lima, allí me vieron varios doctores, y después acá a Santa Clotilde para estar cerca del hospital”. Hay un silencio porque no sé qué decir. Joysi lo llena: - “Me contó la hermana que ha muerto tu mamá. ¿Cómo estás?”. Se me forma un nudo en el corazón y forcejeo con mis lágrimas. – “Estoy mal. La extraño mucho”.

Toca voltear a la niña para intervenir en el otro lado de la cadera, así que ayudo a Lisbeth con toda la delicadeza que puedo, y ahí me percato de que Joysi está acostada sobre unos guantes de látex llenos agua para que sirvan de soporte suave y no se encente tanto (ingenioso truco de lugar pobre).  El colchón es de esos que se inflan y desinflan, pero… en este pueblo solo hay electricidad de seis a once de la noche.

Estaba confiado y más hablador cuando apareció la segunda herida, y ahí me mareé ligeramente; es tan enorme que la cabeza del fémur está casi al descubierto. La licenciada mete la gasa entre la piel, la carne y la articulación a una profundidad tal, que si esta criatura no estuviera tetrapléjica y tuviera sensibilidad, habría que anestesiarla. Me obligo a mirar, pero me agrede esa llaga espeluznante, esa feroz y sigilosa exposición del dolor.

Entra un adolescente, casi ni saluda. Me explican que es hijo del hombre con el que convive la mamá de Joysi, dueño de la vivienda en la que están, porque de hecho la señora no tiene hogar. Y pasa gran parte de la jornada trabajando, y así los niños, solos por la vida, no únicamente hacen novillos, sino que a veces se comen la comida de su hermanita. Deben de pasar hambre ellos también. Y siempre en esa incertidumbre de que cualquier día se ve esta familia en la calle.

Pasado el peor momento, nos relajamos (yo al menos) y la conversación se anima. Afloran unas risas, la cría está contenta con la terapia que le hace Lisbeth con gran suavidad, el balde que recoge la bolsa de la sonda (Diosito, debe tener infecciones de orina cada dos por tres), sus medicamentos allá en un costado, una ropita nueva, el estampado de flores de las sábanas y su mochila colgada de la pared de tosco ladrillo.

Nos despedimos, pero ya nada va a ser igual para mí porque Joysi se me ha clavado en el corazón y paso los días enteros con ella, aunque estemos lejos. Le he comprado un táper y un tomatodo, y ahora le llevan ya el almuerzo completo, y se lo acaba. Me dicen que pregunta por mí, que cuándo voy a ir a verla, y a veces me la pasan al teléfono, nos saludamos y entonces todo cuadra, las melancolías se espantan, la existencia cobra sentido y mi Mami, acompasada con Joysi, también sonríe.



sábado, 17 de mayo de 2025

25 AÑOS DE CARIÑOS CONTRA ALIFAFES EMOCIONALES

 
Ya me había olvidado de mis bodas de plata, porque el tsunami de entusiasmo y felicidad que produjo la aparición de Mons. Prevost en el balcón de la logia vaticana arrasó con cualquier otra noticia, pero cuando el domingo pasado 11 de mayo entré en la iglesia de Estrecho, en el río Putumayo, me topé con este cartel: “P. César Gracias 25 años de servicio a los pobres”. Se me hizo un nudo en la garganta, pero me tuve que contener porque faltaban apenas minutos para comenzar la misa.

Antes, el mero día 6, durante el encuentro vicarial sobre el Rito amazónico, llegué al comedor y vi a todos esperando con las tortas de chocolate listas, me desconcerté y ahí sí brotaron las lágrimas. Había unas tarjetas con firmas y dedicatorias, me cantaron y tuve que luchar para que unas palabras se abrieran camino. Claro que había estado rezando y haciendo los inevitables balances, en línea con otros aniversarios (pueden verlos acá o acá), pero lo que me salió fue un agradecimiento mezclado con un grito de auxilio.

“Me doy cuenta de que en 25 años siempre he dicho sí a todos los servicios que me han pedido mis obispos; tan solo al Vicariato elegí venir yo mismo, porque percibí que era lo que Dios deseaba darme. Y ahora, en estas últimas semanas, me siento cansado, anímicamente quebrado y con ganas de salir corriendo. No soy de fierro, necesito que me comprendan y que me ayuden. Y además extraño mucho a mi mamá”. Algo así fue.

Volvamos a Estrecho. En el shunto* de motivos de la Eucaristía estaban: el día de la madre (ay), la jornada mundial de oración por las vocaciones, la elección de León XIV… y los 25 años de ordenación presbiteral del p. César. Aplausos a raudales ya nada más arrancar. Luego, las lecturas del Buen Pastor, como aquel remoto día sevillano, una danza amazónica para el ofertorio en la que me sacaron a bailar también, y la conocida y benéfica moción de estar donde debo, este es mi sitio, esta es mi gente, el pueblo lindo.

Con mi alba nueva, obsequio de las camilas de Santa Clotilde, presidí recordando que justo el 11 de mayo de 2000 me tocó a mí hacerlo por primera vez en la capilla del teologado, aunque la fiesta oficial, la cantamisa, sería más tarde, el día 27. Llevaba la estola que Gris y Sol me han regalado, y en ella bordada la imagen de Tonantzin, la Virgen de Guadalupe, la que está a mi lado, atenta a lo que haré, la madre del futuro, quien me conecta con mi mamá y la imprime cada día en mi pecho.

Después de la comunión, tocaban más presentes: una rosa de plástico con parpadeantes luces de colores para las mamás, que salieron toditas a recibirla junto con la bendición. Y para mí, un abanico de chambira tamaño XXL, con mi nombre y un guacamayo pintados, que permite dar aire a una mancha** humana a la vez; a continuación, un huayco*** de gratitudes verbales; y para finalizar, un viaje de abrazos seguido de una carrafilera de fotos, como es habitual.

En 25 años he experimentado suficientemente que el remedio contra los achaques, las cancamurrias, los fastidios y las canseras son justamente los cariños. Los pequeños detalles a través de los cuales las personas te manifiestan su afecto, te transmiten sin palabras que te quieren, que te aceptan y valoran, que están alegres y agradecidas de conocerte. Todos esos abrazos venían también de Valencia, Santa Ana, Valverde, Monesterio, Atalaya, El Valle, La Lapa, Mendoza, Zafra, Calamonte, y de mi querido vicariato San José del Amazonas. Me pareció que todo cuadraba.

Ya sé que en un cuarto de siglo caben muchas equivocaciones, y que no puedes gustarle a todo el mundo. También que siempre hay críticas, y más cuando tienes responsabilidades de coordinación. Pero lo que me empuja a seguir sirviendo es el amor correspondido, dado y recibido (nº 231 de los Ejercicios) en gratuidad y reciprocidad, como los amigos verdaderos, al estilo del Buen Pastor.

Gracias Diosito por tanta vida, tantas cosas, tanta gente, tantos lugares, tantas sorpresas. Gracias a mi familia, a mis amigos, a cada persona con quien me he encontrado en esta casi mitad de mi existencia. Gracias a todos por acompañarme, enseñarme y animarme; por creer en mí. Gracias gracias gracias.

* “un montón” en la jerga amazónica peruana
** grupo numeroso
*** catarata
Y alifafes son achaques (o indisposiciones o dolencias) generalmente leves.



viernes, 9 de mayo de 2025

45 MINUTOS CON ROBERT PREVOST SURCANDO EL AMAZONAS


Nunca sabes a ciencia cierta con quién te juntas por el camino, a quién conoces… Te encuentras un día con alguien por casualidad, conversas, comentas… y de pronto pasan diez años y resulta que ese hombre ahora es nada menos que el Papa. Algo así me ocurrió con Mons. Prevost navegando por el Amazonas.

Sé que estos días saldrán muchos testimonios de personas que tienen alguna conexión con el cardenal Prevost, que han hablado o trabajado con él, que pueden compartir con satisfacción alguna impresión más cercana del nuevo Papa. Yo no puedo decir que lo conozco, pero es cierto que he coincidido con él varias veces, y si alguien le menciona al vicario general de San José del Amazonas, estoy seguro de que me ubica.

Esta imagen, en la que aparecemos los dos, es del 1 de febrero de 2015. Yo había venido a Indiana al inicio de servicio de Mons. Javier Travieso (ya lo conté acá) como obispo del Vicariato San José, apenas llevaba cuatro meses en el Perú y no podía sospechar lo decisivo que sería aquel viaje para mi vida; hoy sigo descubriendo guiños de Dios en ese primer impacto con la Amazonía. Estábamos en la “sala de misioneros” revistiéndonos para la Eucaristía; Mons. Javier está con el p. Jaume Benaloy, y al fondo, ya casi listo, el obispo de Chiclayo. Al otro lado, un servidor.

Los invitados nos habíamos desplazado de Iquitos a Indiana en dos grandes barcos: uno más pituco y otro que se usaba normalmente para transportar chanchos y que por eso olía regular. Se me ha borrado casi todo de la ida, pero a la vuelta, los menos apurados agarramos el segundo transporte, el de los chanchos. Y ahí coincidimos tres pasajeros: el p. Juan Carlos Andueza, misionero capuchino en el Napo ecuatoriano, el p. César Caro, misionero novato en la diócesis de Chachapoyas y el obispo de Chiclayo, Mons. Robert Prevost.

Avanzaba un atardecer anaranjado y agradable mientras íbamos conversando acerca de la misión, el Vicariato con sus complejidades geográficas y de todo tipo, la valentía del obispo que había aceptado el encargo, en fin, las resonancias de lo que recién habíamos vivido. Recuerdo que salimos a cubierta para disfrutar del panorama y la brisa, y seguramente también para escapar de aquel perfume embriagador, y el diálogo discurrió por otros derroteros. Juan Carlos contaba experiencias de su tarea entre los kichwas, Mons. Prevost, que llevaba algo más de un año de obispo, compartía sensaciones de esos primeros pasos, de lo que había supuesto para él aquella responsabilidad. Y yo pues… me figuro que escucharía atentamente, tal vez entreverando algunas de mis primeras sorpresas por Mendoza.

Durante aquella travesía me sentí en todo momento muy cómodo en compañía de Mons. Robert Francis. La charla con él fluía muy fácil, llano a la escucha abierta, de porte humilde, serenamente sonriente, natural y nada afectado de su cargo. Discreto, no hay estridencia en él, ecuánime, cercano, equilibrado, accesible. Una persona en quien instintivamente sabes que puedes confiar; un hombre acostumbrado a lidiar con importantes compromisos y delicados encargos eclesiales, eficaz y decidido, pero que es capaz de hacerte sentir valioso a su lado.

No olvidaré que me felicitó por haber venido al Perú y me animó en mis comienzos como misionero. El equipo de RD quiere que escriba algo sobre sobre el nuevo Papa y sobre la reacción a su elección. Me gustan las personas de perfil bajo, que no buscan ser protagonistas ni siquiera cuando los eligen Papa, como Mons. Prevost. En su discurso conjugó más el “nosotros” que el “yo”.

Poco después de esas palabras yo estaba en un restaurante y miraba la tele, las imágenes, el DNI peruano del Papa, los memes… Y las caras de la gente, hubo incluso aplausos. En Perú estamos que no nos lo creemos. Y para nosotros, en la Amazonía peruana, no había ningún candidato mejor que este. No soy capaz de analizarlo muy fríamente ahora, lo intentaré en los próximos días, pero estoy vibrando: Dios tiene un lenguaje lleno de humor y de ternura, y nos ha bendecido con una catarata de amor.

Mis hermanas me acaban de decir en una videollamada que es como ganar el mundial de fútbol, y sí, creo que vale para expresar la magnitud de nuestra emoción acá. ¡Viva Mons. Robert Francis! ¡Viva León XIV!

sábado, 3 de mayo de 2025

UN CARDENAL EN LA COMUNIDAD LIBERTAD

 
Ocurrió los días de Semana Santa. Alfonso y Carmen, el equipo de Tacsha, programaron una visita el Miércoles Santo a Libertad, una comunidad a media distancia de la sede. Un lugar tradicionalmente hospitalario con los misioneros y de larga trayectoria católica; la única localidad que tiene capilla. Yo quería conocer algo de esa parte del Napo.

De modo que allá fuimos, después de prestar un bote y el motor comunal de Santa María (desde acá aprovecho para pedir apoyo económico a quienes deseen colaborar para que esta gente tenga su movilidad propia). Con el río tan crecido, volamos para llegar en tan solo hora y media. Me advirtieron de que seguro que nos acogerían bonito, pero el recibimiento superó todas las expectativas.

Allá en el puerto estaba el colegio entero, con la banda de música, y una gran parte de la vecindad esperándonos. Una enorme pancarta rezaba: “Bienvenidos a la comunidad de Libertad”, y los alumnos portaban veintitantos carteles hechos por ellos mismos con frases del tipo: “Dios es amor”, “Dios bendice a los niños”, etc. Bajamos a tierra y nos condujeron a las gradas, donde nos aplaudieron a rabiar. El speaker comenzó a hablar saludando el arribo del “cardenal César y su comitiva”.

Casi no nos percatamos y al toque pasamos a los discursos protocolarios, donde uno a uno cumplimentamos y agradecimos. Y de nuevo el locutor se refirió a lo feliz que estaba la población por la presencia de los hermanos junto con el “cardenal César”. Ahí ya nos sonreímos y comenzamos con las bromas, divirtiéndonos con lo que sin duda había sido un lapsus de alguien, o una hipérbole provocada por el deseo de agradar.

A pesar de que eran ya las 10 de la mañana, tenían preparado el desayuno. En casa de don Mamerto, animador histórico, nos sirvieron unos platos de sopa de gallina que resucitaba muertos, y sobre todo unos vasos de masato realmente delicioso, no muy fuerte y fresquito. Pancho el animador nos explicó que la misa tendría lugar inmediatamente, y en el colegio, para que pudieran participar los alumnos como su última actividad antes de los días feriados de Pascua.

Cuando llegamos al patio cubierto del cole y vimos el escenario, nos miramos y ahí ya sí nos ganaron las carcajadas. Prendidas sobre una inmensa cortina verdiblanca, letras grandazas reiteraban: “Bienvenidos a la IEPPSM 60323. Cardenal César”. Jeje. Luego, en el almuerzo (que también hubo, por supuesto) nos explicaron que alguno de los profes había visto en facebook la noticia de “un representante del Papa, de visita en Iquitos”; efectivamente, el nuncio estuvo ahí pocos días antes, así que entre unos y otros fusionaron ambas visitas y me adjudicaron la púrpura. Qué risa.

Nos pareció buena idea adelantar un día la Cena y celebrarla con aquel pueblo tan amable con la Iglesia. Se buscaron los preparos necesarios para el lavatorio de los pies. Las caras de estupor del público, sobre todo de los niños, seguramente eran como las de los apóstoles aquella noche; lavaron pies, además de Su Eminencia, la directora y el animador, porque las autoridades deben ser las primeras en el servicio humilde.

Para mí, una imagen viviente del amor fraterno eran mis compañeros. Me quito el capelo de cómo estos dos misioneros tratan a la gente, saben los nombres de toditos, saludan uno por uno, abrazan, conocen las historias familiares… Y esto después de apenas nueve meses acá. Mis respetos. En una casa hasta nos contaron la violación de una hija adolescente; algo tan terrible como frecuente, por desgracia. Después, comentando con otras personas, calibramos cuánto queda por trabajar en la sensibilización contra esta lacra, porque fácilmente se justifica (“no gritó”, “la mamá la dejó ir sola”) y se naturaliza.

En fin. Fue una jornada plena, donde pude mirar asombrado búfalos, vacas y caballos cabalgando junto a la ribera, y los trapiches en la zona de San Felipe; no en vano, el alcoholismo salió en el encuentro de agentes pastorales como un tema al que apuntar, junto con los abusos. De hecho, algún trago conllevó la generosidad libertina

El descenso -río abajo- (que no ascenso) al cardenalato me granjeó los honores de ysangos, ataque de mosca, sandalias en el barro, calor sofocante y sudor de pies a cabeza; pero también lindos privilegios: cariño a través de varias generaciones, reverencia sencilla del pueblo menudo, gratitud en forma de abrazos, confianza, sonrisas, cocos y papayas para llevar a casa. No tenía pensado de momento elegir a un nuevo Papa, porque amo a Francisco y esperaba que continuara su servicio un tiempito más, pero parece que toca chamba.