miércoles, 6 de mayo de 2020

20 AÑOS DE SACERDOTE


“Y como premio… serviréis a vuestros hermanos”. No tengo recuerdos muy nítidos de aquel día, pero esas palabras del cardenal don Carlos Amigo se me quedaron grabadas y regresan a mi presente muy a menudo, como si fueran un condensado de aquel momento, y a la vez una divisa o un programa de vida que luego se ha desplegado, muchas veces a trompicones, durante veinte años.

Lo escribo y no me lo creo, pero las matemáticas no fallan. Fue el 6 de mayo de 2000 en el Santuario de María Auxiliadora de Sevilla. Mis compañeros: Paco Pepe, Manuel Ernesto, Antonio y Miguel Ángel (¡felicidades!). Me veo desde aquí como un huambrillo  que no era totalmente consciente del paso que daba. Pero ¿quién lo es a los treinta años? Y sin embargo, ¿se puede saltar sin red y a oscuras sin la osadía de la juventud?

Jamás podría haber imaginado todo lo que vendría después. Mi trayectoria la tenía más o menos “prevista”, pero la vida me fue llevando por caminos totalmente insospechados. Ha habido parones y encrucijadas; períodos de discernimiento -algunos dolorosos; he tenido que formatearme y recomenzar varias veces; errores, resbalones y fracasos en toda regla. Y también trechos de estabilidad y hasta de volar; ensayos, aciertos y fortuna; experiencias de alegría profunda y tramos luminosos de coherencia entre aspiraciones y realidad. Como en toda historia personal.

Este aniversario lo estoy celebrando participando, junto al resto de autoridades, en una gira por todos los caseríos del distrito. Se avisa por radio o mediante documento, cada mañana a las 7 subimos al bote y quién dijo miedo. Reunimos a las comunidades para informarles acerca del coronavirus, explicarles las medidas de protección, etc. Están el médico, el representante de la municipalidad, el regidor, el policía… ¿Que por qué voy yo? Primero porque fui yo el que lo propuse, me parece importante llegar a ellos en medio de esta crisis. Y segundo porque ¿cómo podría quedarme? Son mi pueblo y están sufriendo.

Me bajo un instante la mascarilla cuando me toca hablarles, porque como soy nuevo (llevó en Indiana cincuenta y dos días metido en la misión), así tal vez recuerden mi rostro. Nunca nos hemos visto pero soy suyo, es mi pueblo y lo amo antes de conocerlo. Ya me pasó con Valencia y Santa Ana, es algo que me nace de dentro, no puedo manejarlo, creo que Dios me lo ha dado. Contemplo el agradecimiento de estos sencillos campesinos; sé que la presencia del “párroco” avala la seriedad de lo que intentamos transmitirles, pero significa más todavía la preocupación por cuidarlos, el cariño que sale de mí y que les llega. Noto cómo lo reciben.

Estoy disfrutando mucho. En una época de “pocas misas” (aunque en la selva nunca son muchas y siempre son “pequeñas”), ratifico y vivo con pleno sentido mi sacerdocio en el compartir el camino y la suerte de mi pueblo. Como uno más, con ellos, para ellos, entre ellos. Y no es un bonito eslogan: si enfermo, para mí tampoco habrá respirador. “Considera lo que realizas e imita lo que conmemoras, y conforma tu vida con el misterio de la cruz del Señor”, me dijo don Carlos aquel mismo día un ratito más tarde.

No necesito efemérides para reconocer las decisiones equivocadas, siempre están ahí las cicatrices. Pero, misteriosamente, también ellas me han conducido hasta aquí, hasta la persona y el cura que soy hoy. Por eso todo lo doy por bueno. Diosito me ha ido dando sorpresas a cada vuelta del río y se ha valido de todo, hasta de mi torpeza, para traerme a mi destino: estas gentes, esta selva, esta pobreza. Este es mi sitio, esta es mi vocación, este soy yo. Sereno y feliz en mi piel.

Veinte años son un buen pedazo de mi vida, y están repletos de nombres. Soy misionero y soy presbítero porque tengo a muchas personas detrás que sé que me quieren. Soy un “producto” (¡gracias Mamá, Papá, hermanas, sobrinos, familia!) y una “obra en colaboración”. No puedo nombrarles a todos, pero les tengo siempre muy presentes, y no habría llegado a este momento sin su ayuda. Un poquito de cada uno de ustedes navega hoy por el Amazonas. ¡Gracias!

3 comentarios:

C. Muñoz dijo...

Felicidades hermano!!! Y feliz travesía. Un abrazo.

Manuel Carlos dijo...

FELICIDADES Cesar!!!!!!!!!Saludos.Manuel Carlos

Fernando Miranda dijo...

Muchas felicidades César. Dios va llevándote como el río, por la vida de los demás, de pasto en pasto, de rebaño en rebaño. Doy gracias a Dios contigo. Rezamos uno por otro.