sábado, 31 de agosto de 2019

GRACIAS POR HABERME SONREÍDO


Llamé aquel domingo de enero a la puerta de tu casa, tú me abriste… y me sonreíste. Por supuesto. Es tu mejor hermosura y a mí me alumbraba y me relajaba mientras de mi maleta salían incertidumbres y derrotas, en el momento más difícil de mi vida. Lo recuerdo hoy, cuando el dolor por tu pérdida, como una puñalada fulminante, ha desembocado en una tristeza queda y desmedida.

El tráfago de la vida cotidiana ha ido engullendo semanas y meses sin que nos hayamos intercambiado un simple mensaje, y por momentos me vence el pesar de no haber podido decirte adiós; sí, ya lo sé, no es culpa mía, ni de nadie, lo inmediato nos arrebata, las cosas son así. Aunque otras veces, en algún respiro de las lágrimas, pienso que prefiero recordarte tal y como fuiste, sin tener que soportar en mi retina los estragos de esa enfermedad maldita y cruel.

Me condujiste a mi cuarto, Luis me dio una copia de las llaves y tú me mostraste la cocina, me explicaste dónde estaba cada cosa, la ubicación de los yogures y cómo calentar la comida… “Quédate todo el tiempo que haga falta, ésta es tu casa”. Así de sencillo y de generoso. Tú sabías que yo no solo necesitaba un lugar donde hospedarme, sino la compañía de alguien que me diera calma para irme rehaciendo, para recuperar la confianza en mí mismo, sin muchas preguntas, únicamente con la virtud del cariño y la paciencia. Y en eso Rocío, tú eres insuperable. “Tengo que darte las gracias por estar cerca de mí”.

Creo que me mirabas de reojo, cuando por las noches estábamos los tres viendo un rato la tele o charlando, y rebobinabas a unos pocos años atrás, a aquel verano africano en Kanté, donde tú también estuviste con Luis y conmigo, a los meses posteriores en los que se fraguaron una complicidad y una gama de sobrentendidos que han adornado siempre nuestra amistad. Tú eres una mujer de pocas palabras y gestos ciertos, una comunicadora con tu sonrisa invencible.

Sí: yo tengo una historia contigo. Durante la Eucaristía de tus exequias, ya lo viste, me sentía devastado por dentro y al mismo tiempo orgulloso. Fernando y yo estábamos ahí, a la vista de todos. Luis nos hizo recordar tu boda, ¡qué emoción, qué bien lo pasamos! Un gran día de fiesta que fue como la guinda de aquellos años en Triana, las escapadas a comer un serranito, las risas con Reyes, tu amor que evolucionaba de la clandestinidad a la madurez. Y luego la lucha por David, la felicidad de ser padres, el bautizo de Ana… Me correspondía a mí el privilegio de pronunciar tu nombre y me doy cuenta de que de esa forma sí me he despedido de ti.

No acierto a enjaretar muchas más palabras, Rocío, cariño. A Diosito lindo le doy de veras gracias por haberte conocido, los que te queremos hemos sido tan afortunados como desolados nos sentimos hoy. Seguiremos con nuestras vidas, como tú deseas, pero te tendremos presente siempre en nuestro recuerdo, joven en lo más auténtico de nuestros corazones. Tus hijos nos enseñarán a tirar para adelante, han heredado de ti esa sabiduría discreta que te hace tan especial.

Iré a curarme esta herida junto a mi mamá, sé que te gustará verme. Tal vez tu sonrisa, que ahora es eterna, se refleje en mí y le transmita a ella fuerza y valentía. Por favor, no dejes nunca de sonreírme.

lunes, 26 de agosto de 2019

HELADOS Y VOLEY CRUCIALES


A medida que voy acumulando experiencia en la selva me voy dando cuenta de que nuestra vida misionera desgasta más y es más dura que lo que a veces nos pensamos. Como dice el Papa, “naturalizamos” la lejanía, el rigor del clima, la pobreza y sus incomodidades, la separación de nuestras familias y la aparente aridez apostólica. De modo que nos cansamos sin percatarnos, y a veces vamos por ahí agotados pero inconscientes, como los protagonistas del cuento de Coelho, el hombre, el caballo y el perro a los que fulminó un rayo y seguían caminando muertos sin saberlo.

“Poner el piloto automático” ignorando síntomas de desfonde personal y pastoral a la larga no sale gratis. Pienso que es preciso atenderse sin egocentrismo ni desdén,  gestionando aquello de “Cuida de ti mismo” (1 Tim 4, 16) con lucidez y responsabilidad, pasando de falsos “radicalismos” y heroísmos trasnochados: si estamos hechos mazamorra no servimos para nada. Ni más ni menos.

Un ramillete de buenas estrategias de cuidado propio tiene que ver con la objetivación: saberse confrontar sanamente con otr@ que te haga de espejo (para que puedas verte con claridad) y pueda cuestionarte (para pulir justificaciones y destapar enredos); encontrar a alguien a quien confiarse y en quien confiar, capaz de escucharte sin juicios, con la incondicionalidad del compañerismo y la amistad, de forma que tu alma encuentre un remanso en el que bajar la guardia y  aflojar la espita para que se alivie la presión que todos arrostramos.

Paralelo a este, otro ingrediente esencial es no estar solo, contar con un buen equipo misionero. O mejor dicho, cultivar las actitudes indispensables para generar una vida en equipo constructiva y saludable. Estoy convencido de que muchos malos tragos y tropiezos se atenuarían si lográsemos forjar verdaderos equipos misioneros, familias de cariño y acción por el Reino. Y así lo expresé en el retiro que di a mis compañer@s del Vicariato dentro del encuentro anual de agosto.


Retiro que por cierto fue bien valorado en la evaluación final (¡gracias!), pero no tanto como el deporte. Cosa que no me sorprendió, porque yo mismo disfruté al máximo del partido de voley entre curas, monjas y laicos misioneros: reímos, bromeamos, competimos, nos fastidiamos unos a otros, sudamos, nos expandimos, nos liberamos. ¡Qué necesarios son estos ratos! ¡Cuánto bien nos hacen! Una semana en Punchana dio para temas, diálogos, oración, debates… pero lo mejor fue el deporte.

Y por la noche, salir a dar una vuelta por el centro de Iquitos y tomar un helado. Imprescindible para la salud y el equilibrio. Son las “horas vivas” de las que habla Khalil Gribran en “El Profeta” cuando trata de la amistad. Los momentos de espontaneidad, de compartir sencillo, en los que deponemos los roles y nos dedicamos a disfrutar de la compañía unos de otros. Esa carcajada de Monseñor Javier a punto de zamparse dos bolas sabor maracuyá y ron con pasas no tiene precio.

El equipo y el Vicariato cuajan a través del esmero en las horas vivas, las ocasiones de felicidad que nos concedemos, más allá del trabajo cotidiano y de la erosión que suponen viajes, responsabilidades y convivencia. Espacios para narrar en clave humorística peripecias, contratiempos y anécdotas de la misión, desatados de solemnidades y aderezados con la risa, que es remedio infalible contra la atonía y el individualismo.

Voley y helados, junto a “tranquilidad y buenos alimentos” que diría mi amigo Manolo Hurtado, son vitales. Y si el obispo invita a los helados, mejor 😁.

miércoles, 21 de agosto de 2019

UN ENCUENTRO MUY DIFERENTE


Hacía tiempo que no me divertía tanto en un encuentro vicarial, diocesano o de cualquier pelaje. La hemos pasado chévere en la reunión de catequistas en Indiana, ha sido una experiencia vacán, unos días chiripitifláuticos, desternillantes, pistofudos y refrescantes a pesar del calorón selvático.

Nos han acompañado los profesores Maricruz Martínez, Luis Ormeño, Ricardo García y Sergio Solano, todos ellos del colegio “Reina del Mundo” (Vicentinas) de Lima. Con muchas horas de vuelo en el trabajo pastoral con niños y jóvenes, superexpertos en dinámicas, juegos, canciones, mímicas, dramatizaciones, narraciones y cualquier tipo de actividad creativa para la catequesis y la evangelización. Unos verdaderos tromes que además han tenido la virtud de ir compartiéndonos su propia vida mientras desarrollaban los talleres, nos han dejado ver algo de su interior, sus convicciones profundas, su fe y su amor a Dios.

De izquierda a derecha: Sergio, Ricardo, Maricruz y Luis

Eso facilitó de inmediato la conexión con los participantes y estableció una alegre complicidad que abre muchos caminos para mover a un grupo de cincuenta y tantas personas. Nos han hecho disfrutar entregándonos y practicando con nosotros muchas técnicas para diseñar acciones formativas y catequéticas atrayentes, amenas y activas, nada aburridas, y que siempre conducían a una reflexión y diálogo en torno a algunas preguntas del tipo: ¿Cómo me he sentido? ¿Qué he aprendido de este juego? ¿Qué valores han aparecido en él? ¿Qué tiene que ver con la vida espiritual?, etc.

Confieso que al llegar a Indiana ya tenía medio planeado escabullirme de más de una sesión para hacer otras tareas, todas importantes y urgentes, pero que compruebo que funcionan como excusa para quedarse fuera de la mecánica general, “ver los toros desde la barrera” sin exponerse a compartir, competir y participar plenamente. Es un mal que observo desde hace muchos años y me fastidia: ¿por qué en muchos encuentros de jóvenes los asesores (curas, religiosas…) tendemos a quedarnos al margen, como si estuviéramos por encima del bien y del mal, ya lo supiéramos todo o como si eso no fuera para “nosotros” y sí para “ellos”?

¡Qué bueno es desoxidarse y simplemente dejarse llevar, ser uno más y abrirse a cosas nuevas con una expectativa positiva! Seguramente no hay nada más estimulante en la vida que aprender. Casi sentía cómo se me iluminaban de colores fluorescentes las zonas del cerebro que entraban en funcionamiento con cada canto, coreografía, juego, historia o desafío. A pesar de lo mal que (creo que) bailo, no hemos parado de movernos y sudar a chorros, hemos saltado la cuerda, corrido, disputado a piedra-papel-tijera, escenificado pasajes evangélicos, visto preciosos videos, debatido en grupo, orado con la imaginación, escrito en papelotes etc. etc. etc.

Y reído. Casi me da roche cuando recuerdo cuántas tonterías por minuto soy capaz de soltar, no me reconocía a mí mismo, estaba desatado, Ana María hasta me regañó un poco. Pienso que después de un mes y medio bastante estresante, esta convivencia me hizo de liberación, me “descomprimí” por medio de las carcajadas, las bromas, el fastidiar a uno y a otra, el gamberreo sano. Nada que ver con los días del CEFAC, los misioneros tuvieron que sufrir lo tenso que estaba… En fin, el factor humano.

También hubo algunas charlas, ¿eh? Y por supuesto oraciones, Eucaristía y los elementos habituales en una reunión como ésta, pero en general todo gravitó en torno a la creatividad, la motivación, la espontaneidad, la participación, la expresión de las emociones, el empleo de todo el cuerpo soltándose, sin inhibirse, el buen humor, la valoración de lo positivo… ¡qué gusto!

“Tachín tachín tachín tachín…🎶”.Gracias Sergio, Ricardo, Luis y Maricruz por el regalo que nos han hecho. Les esperamos el año próximo para gozar del privilegio de estar juntos y formarnos en el arte de acompañar a otros en el seguimiento de Jesús con claves de ingenio y sonrisa. 🎶 Sin amigos no se puede viviiiir…”.

viernes, 16 de agosto de 2019

AYUDAR A CUMPLIR SUEÑOS


El otro día, sin ir más lejos, conversando con un chivolo de 4º de secundaria, le preguntaba qué va a hacer cuando termine el colegio.

- ¿Vas a ir a la universidad?
- No creo. Supongo que me iré con mis hermanos a trabajar a la chacra.
- ¿Y eso? ¿Tienes bajas notas? ¿No te gusta estudiar?
- Lo que pasa es que mis papás no tienen plata como para pagarme los estudios en Iquitos.

Así de claro y contundente. Tanto que no supe qué más decirle.

Pero debería haberle animado a pedir una ayuda para estudios, una beca. Y en cuanto pueda se lo contaré, porque lo tengo ubicado, es de una comunidad junto a Indiana que se llama Santa Teresa. Raúl es solo uno de los muchos rostros concretos que están tras la misma historia: la pobreza de las familias, unida al elevado número de hijos, impide el paso a los estudios superiores para obtener un título y “ser profesionales”, como dicen por acá.

En Loreto, el porcentaje de hogares identificados como pobres o pobres extremos supera el 40%. Solo el 43% de la población ha completado los estudios secundarios obligatorios, el puesto 22 de las 24 regiones del Perú. La calidad del sistema educativo es deficiente, pero influye más la debilidad económica de las familias, que viven al límite o al día en muchos casos, y más en las zonas rurales, donde se encuentran todos los puestos de misión de nuestro Vicariato (ver http://sanjosedelamazonas.org/).

Por eso desde hace un par de años, a partir de una donación que llegó a través del p. Diego Isidoro, hemos implementado un fondo de becas para posibilitar que estudiantes que egresan del colegio puedan acceder a formación universitaria. Primamos a los chicos y chicas de lugares alejados y distritos remotos de nuestro territorio, así como a hijos de agentes pastorales o de católicos de nuestras comunidades indígenas y ribereñas.

La condición es que el joven tenga buenas calificaciones en secundaria y cuente con alguien que “le cuide” en el lugar donde va a estudiar, es decir, que se quede en casa de un familiar (hermano, tía, primos mayores…) o de conocidos a quienes los padres confían a su hijo. Hay una comisión que evalúa las solicitudes, y atendiendo a cada caso se concede media beca o la beca completa. El dinero se utilizará para pagar la matrícula, los útiles (libros, cuadernos, fotocopias…), desplazamientos por la ciudad y, si es necesario, para alimentación, aunque procuramos que la familia aporte aunque sea alguito.

La prestación se concede por un año, y en todos los casos se asigna una persona que, in situ, acompaña al becado, le va proveyendo de fondos y hace un seguimiento económico. Los beneficiarios se comprometen a dar cuenta detallada de los gastos realizados y a aprovechar la oportunidad estudiando con responsabilidad para obtener buenos resultados en sus cursos (=asignaturas). Así van consiguiendo la renovación de la beca hasta completar sus carreras. Todo queda consignado en un acuerdo escrito.

Si algún lector desea ayudar a cumplir sueños, que se ponga en contacto nomás. Gabriel y Mª Ángeles ya lo han hecho: ellos se casan el 17 de agosto en Salvaleón y han pedido a los invitados a su boda que, en lugar de comprarles regalos, les entreguen el importe que deseen para enviarlo al fondo de becas del Vicariato. Así van a posibilitar que muchos jóvenes de la selva se desarrollen como personas, lleguen a niveles superiores de instrucción, alcancen lo que acá llamamos “el buen vivir” y contribuyan a que nuestra región y nuestro país progresen.

¡Gracias pareja! El Señor va a bendecir vuestro amor con una gran sonrisa porque es un amor abierto, solidario y amplio. ¡Qué alegría estar allí para verlo!

sábado, 10 de agosto de 2019

UN OBISPO GENEROSO


No me sale tratarle de “Monseñor” si no es para bromearle, porque para nosotros en el Vicariato es simplemente Reinaldo. De hecho fue uno de nuestros misioneros, párroco del puesto del Estrecho, en el Putumayo, aunque solo durante poco más de cuatro meses. Ha estado de visita en Iquitos e Indiana estos días atrás, y ha sido un gusto reencontrarnos, y más después de escuchar su idea de apoyarnos enviando algún sacerdote a estas tierras.

Reinaldo y yo llegamos juntos a la selva; de hecho nos habíamos conocido antes, en 2016, cuando los dos casi al mismo tiempo pasamos unos días en Indiana haciendo una experiencia de descubrimiento de esta realidad, viendo si sería para nosotros. Y al año siguiente, en 2017, coincidimos al venirnos del todo e incluso llegamos en la misma fecha, el  5 de febrero. Lo cuento en “Sudando por esos ríos” (ver 17 de febrero de 2017) y alguna foto aparece en “Un primo genial” (ver 11 de marzo de 2017). Hicimos juntos un viaje iniciático por varios puestos de misión y a la vuelta conversamos con nuestro obispo Javier y quedamos en que Reinaldo iría para el Estrecho y yo para Islandia. Era a finales de marzo.

En mayo, el nuevo párroco programó su primer recorrido por las comunidades de la misión, creo recordar que por el Bajo Putumayo. Es un territorio enorme, desde el Estrecho a donde comienza el trapecio amazónico, que implica dos o tres semanas de viaje, de modo que allí tienen una “lancha” en la que duermen, cocinan, etc. Iba extrañado de por qué le picaban los zancudos, si él tomaba todas las precauciones habidas y por haber; ¿sería por su piel blanca de alemán de pura cepa? Cuando llegó de retorno al Estrecho, las hermanas le dijeron: “Hay alguien que ha llamado varias veces preguntando por ti. Dice que es importante”.

Me lo contaba tres meses más tarde en Lima. Recibió la llamada y escuchó: “El Papa Francisco le ha nombrado obispo prelado de Caravelí”. Los pobres del Estrecho, que llevaban más de diez años sin sacerdote, se quedaron con dos palmos de narices cuando su párroco, recién llegado, tuvo que hacer las maletas y despedirse. Qué historia, recuerdo que lo comentamos en Islandia y no podíamos creerlo. Todo dio un vuelco para él en unos segundos, y su aventura en el Vicariato terminó ahí. ¿O tal vez no?

A pesar de la brevedad de su estancia, la Amazonía se quedó en su corazón, y dos años después ha regresado pero no solo, sino acompañado por tres sacerdotes y dos seminaristas de su prelatura. Porque a pesar de que allí hay 22 parroquias y únicamente 15 sacerdotes, está decidido a enviarnos uno o dos para que colaboren en el Vicariato por un tiempo, y si es posible ir renovando la ayuda. “Nosotros, en nuestra pobreza, queremos echar una mano”, me dijo. ¡Ole ahí, es un notición para nosotros! De nuestros 15 puestos de misión, 6 están sin sacerdote.

Ya con el Nuncio hablamos en la Asamblea de que en el Perú debería existir un mecanismo de solidaridad con los vicariatos de la selva, en el capítulo económico y también en la distribución de personal, especialmente de curas. Reinaldo además me razonaba el otro día que, si quieren iniciar en la Conferencia Episcopal un debate sobre este asunto o al menos suscitar en otras diócesis iniciativas semejantes a la suya, no pueden proponer sobre hipótesis, tiene mucha más fuerza exponer el propio ejemplo: “Si nosotros, que no estamos precisamente sobrados de gente, vamos a enviar a dos, ¿qué le impide a diócesis con muchos más sacerdotes seguir el mismo camino?” Sí señor, lo que dice 1 Jn 3, 18: “No amemos de palabra ni de lengua, sino de verdad y con obras”.

Gracias, amigo Reinaldo. Eres un hombre y un obispo generoso. Es decir: excelente en tu especie y noble, como los vinos de tu querido Caravelí. Pero además abundante y magnánimo, lleno de grandeza de ánimo y desprendido, feliz de compartir con amplitud. Tu lema es “Evangelio para los pobres”, pero podría ser “Obras son amores y no buenas razones”. Monseñor, qué hermoso sería que tus presbíteros pudieran servir en tu querido Estrecho; tú no puedes estar físicamente allí, pero te prolongarías en la entrega de tus sacerdotes. Y qué bueno si otros obispos tomaran nota y no tuvieran miedo de imitar tu generosidad. Ellos, como tú, recibirán el ciento por uno, no lo duden.

domingo, 4 de agosto de 2019

KANATARI SIGNIFICA AMANECER


Llevo varios años dando ejercicios espirituales en la vida diaria personalizados, es decir, el ejercitante y yo solos, tal y como San Ignacio lo pensó. Pero, salvo algunos retiros, es la primera vez que doy una tanda de ejercicios a un grupo, en este caso las religiosas Misioneras de la Misericordia del Sagrado Corazón de Jesús, una congregación mexicana que está presente en la selva con comunidades en Indiana y en Iquitos.

De modo que es algo en cierto modo nuevo para mí, y acepté sospechando que, como hay pocas cosas que me gusten tanto como dar ejercicios, seguramente disfrutaría, y así está siendo. Escribo desde la casa Kanatari, en Iquitos, un sorprendente remanso de belleza y de paz en el corazón de la ciudad. Las horas transcurren plácidas pautadas por la voz lenta de la campana e invadidas por el silencio total, tan blanco como los hábitos de mis compañeras.

Ya me figuraba que en cinco días no es posible componer un perfecto bonsái con la propuesta ignaciana y ofrecerlo en miniatura, pero me está resultando todavía más difícil de lo previsto. Cuando das los ejercicios a otro te esmeras en la explicación, hay dudas y aclaraciones, puedes ayudarle a conectar con lugares y momentos ya saboreados, y vas viendo cómo se va dibujando en la persona un proceso completo que responde a un todo perfectamente ensamblado. Acá hay que apañárselas para que el recorrido de estas jornadas sea coherente y no tenga lagunas, sea provechoso sin mutilaciones, y eso es complejo.

En fin, hacemos lo que podemos. Doy puntos dos veces al día “con breve o sumaria declaración” (Ej 2), o sea cortito y que enseñe (como las minifaldas), y además de mucho espacio, mucho tiempo y mucha tranquilidad, tenemos una hora de adoración diaria y la Eucaristía. Me sale decir “tenemos” porque aunque yo no estoy haciendo ejercicios, de alguna manera sí, estoy compartiendo la materia que me estudio antes de darla, craneando las notas que tomo para que me ayuden en la exposición y regresando a imágenes, elementos y pasajes bíblicos que me transportan a esa experiencia incomparable y crucial que fueron y son para mí los Ejercicios.

Pero donde realmente Dios “se me comunica abrazándome en su amor y alabanza” (Cfr. Ej 15) es en las entrevistas personales. Ahí las monjitas, sin saberlo, me dan ejercicios a mí, me enseñan que lo esencial no es el método,  sino que es “la realidad de vida en el ejercitante lo que determinará el uso del método. En esta capacidad de maravillarse ante las obras de Dios hará sus propios ejercicios el que los da. Su campo de contemplación es la historia misma que va sucediendo y que le comunica el que se ejercita”. Son palabras de Ignacio Iglesias, maestro de maestros, y ¡qué verdaderas!

En Kanatari ocurren muchas cosas asombrosas: el agua de la ducha está templada, hay galletas de chocolate para merendar y es el único lugar del mundo donde el interruptor de la luz de la habitación está… por fuera; en la noche se sueltan los perros bravos, de modo que o te espabilas y apagas o duermes con el foco prendido. Pero no es problema, porque se descansa a pierna suelta; y justo acá aprendí la palabra “shameco” (ver 10 de febrero de 2017).

Curiosamente uno se envuelve también en la atmósfera de calma y sosiego, y en los ratos que me deja esta chamba aprovecho para revisar mi proyecto personal, leo artículos y documentos que tenía pendientes y preparo otros retiros que me han pedido. Porque hay dos cosas que me gustan tanto como dar ejercicios: salir a las comunidades y crear ejercicios nuevos, inventarlos a partir del molde original ignaciano adaptándolos a quienes los van a vivir. Es algo inagotable, un manantial perenne y nuevo; Ignacio Iglesias dice que es “un “más” siempre pronto, que te llevará a dar Ejercicios cada vez, como si fuera la primera”. Por cierto, Kanatari significa “amanecer”.

Pensándolo bien, salir a las comunidades me gusta más 😉.