sábado, 30 de septiembre de 2023

LA VIDA PASA EN UN VERBO


Sentados en la mesa camilla, sin enagua por ser verano, Ascensión y Manolo conversan sobre sus achaques, sobre la sequía de este año, el precio de la bellota, recientes noticas de conocidos del pueblo, y, por supuesto, del pasado; ambos superan ampliamente los 90 años. En un momento, con suspiro y la mirada perdida en la lejanía, ella dice estas palabras: “la vida pasa en un verbo”.

Cuando se regresa al terruño una vez al año o más, la impresión del paso del tiempo es brutal. Mis sobrinos están mucho más grandes, a algunos les ha cambiado la voz, Pilar ya es una mujer. En la gente de mi quinta, esa lozanía se precipita hacia la “madurez” (me asusta escribir vejez). De pronto nos ponemos a echar cuentas de los años que nos quedan para jubilarnos, ¡y son ya muchos menos que los que llevamos trabajados!

Las conversaciones en la cena que cada año organizamos (en la imagen) giraron en general en torno a los hijos. Todos tienen vástagos adolescentes o en la veintena, y comparten los clásicos problemas de comunicación y el abismo cultural que separa a nuestra generación de la suya, especialmente debido a las pantallas. El celular se ha convertido en la caja de pandora de todas las calamidades, y lo peor es la potencia con la que modela cerebros y comportamientos.

Y, sí: la emoción predominante en los días de vacaciones ha sido que todo transcurre a una velocidad vertiginosa. Unos amigos de Cádiz vinieron a visitarme, y recordando descubrimos que la última vez que nos vimos fue en el bautizo su hija, que estaba allí sentada cenando y tiene ahora ¡19 años! “¿Cómo así? ¿Tanto tiempo ya?”. Estábamos de veras asombrados y brindamos con un excelente Habla del silencio aprovechando el momento y atrasando su paso al borroso baúl de los recuerdos.

Ya empieza a hacer 20 años de casi todo (en certera expresión de Jaime Gil de Biedma); de muchas cosas bastante más, pero sí de ser quienes somos, con nuestra identidad y opciones de vida hechas, con las personas, los proyectos y los lugares que configuran nuestra vida hasta la fecha, 20 años después. Mi amiga Loren agarró vacaciones por las fiestas de Esparragosa y dice que no lo hacía desde 1997.

Voy por la calle en Mérida y veo rostros del ayer. Son personas que sé que conozco, pero no puedo ya decir de qué ámbito, ni su nombre. Solo sé que forman parte de una sociedad, un paisaje, una vida que no es ya la mía. Y me siento como una especie de astronauta ocasional, o un turista más, de paso por la ciudad romana.

La vida vuela en un verbo, ¿pero qué verbo? Esta cuestión ha ido tarareándose estos días en mi cabeza. ¿Fluir, tal vez? No tanto recordar, creo. ¿Creer? Quizás sea más acertado luchar, acá en nuestra Amazonía diríamos remar. Y qué tal caminar, bonito, evocador. Porque no es un sustantivo ni un adjetivo ni un adverbio, la vida acontece en una acción, en un movimiento, en una fuerza, en una tarea.

Es como una energía breve. Una “sombra que pasa” (Qo 6, 12) o “una vela nocturna” (Sal 89, 4), con esa debilidad, pero con un fulgor intenso, capaz de iluminar y dar calor. Quizá la palabra vaya por el campo semántico de compartir, participar, comunicarse, ayudar.

Se ha deslizado ya “la mitad de esta carretera”, como dice la canción de Jorge Drexler. Hasta nos atrevemos a conjeturar adónde iremos a dar con nuestros huesos (“lo que tenga que ser, que sea”). El verbo podría ser respirar ahora, acá, en este instante. No es cuestión de malgastar el corazón o desparramar materia gris en lo que no pesa. Hay que exprimir cada instante antes de que se nos cuele entre los dedos.

¡Ya lo tengo! Crear, sonreír, escuchar. Rectificar, aprender, perdonar. Soñar, esperar. Agradecer. Definitivamente, la vida pasa en amar.

Un gran abrazo desde mi selva.

domingo, 24 de septiembre de 2023

"INVEROSIMILIDADES"


Estas semanas en España he visto algunas cosas que me han producido estupor hasta el punto de plantearme si serían ciertas, o bien obra de la inteligencia artificial. Aunque hay por todas partes emanaciones de la estupidez humana, eso también.

O de la codicia o la maldad, claro, que son primas. Me llegó una información dando cuenta de la proliferación alarmante de la minería ilegal en los ríos de la Amazonía peruana norte – región Loreto. Esta actividad conlleva a la deforestación de bosques primarios y también afecta a los principales ríos, generando una peligrosa contaminación debido al uso de sustancias como el mercurio y otros metales pesados en la extracción del oro. En nuestro Napo sabemos que el nivel de mercurio en el agua es al menos 5 veces mayor que los estándares de la OMS.

Al rato de leer aquello me encuentro con una entrevista en video con este titular: “Ser ‘youtuber’ es un trabajo muy desgastante que tienes que hacer día sí y día también”. Vaya por Dios. No creo que sea como la tarea de los chaucheros de Iquitos, que pueden conocer también en video acá. A veces veo cargadores ya mayores acarreando tremendos fardos gradas arriba y gradas abajo … no sé cómo pueden. Pero no queda otra, hay que salir día sí y día también a ganarse el pan.

Me ha impactado a full el asunto de los seguros de mascotas; y no me refiero tanto a la cobertura de responsabilidad civil, que me parece bien (cuando era niño me mordió el perro de un turista y hubo que ir a buscarlo en un coche Z de la policía municipal a ver si estaba vacunado), sino a otras prestaciones de tipo médico: asistencia veterinaria, “estancia en residencia por hospitalización del asegurado”, consultorio telefónico…

En la región Loreto apenas hay un médico por cada 10.000 habitantes, y la asistencia sanitaria, lejos de estar asegurada, es muy deficiente o directamente inexistente cuando nos adentramos en lo profundo de la selva. La cantidad de perros y gatos es incontable, muchísimos sin dueño… Recuerdo infinidad de perros esqueléticos, sarnosos, hambrientos, enfermos.

Volvamos al agua: veo más dispensadores en las casas, parece que cada vez más gente no quiere beber el agua del grifo, y hay empresas que se encargan de abastecer: “nunca te quedarás sin agua. Te la llevamos a casa para que, con este dispensador que te cedemos gratis, te sirvas un vaso bien frío siempre que quieras”. Qué majos.

Pero ¡el agua de la red pública suele ser de gran calidad! No se valora el hecho cotidiano de abrir la llave y que salga agua al toque, agua potable, limpia, tan accesible… Pienso en la gente que vive junto a quebradas que se secan en la época de vaciante y tiene que caminar hasta encontrar un caño para lavar, para bañarse y para consumir. Pero lo más dramático es que en el mundo nos estamos quedando sin agua a marchas forzadas, y creo que no somos conscientes.

¿Y qué puedo decir de la aparición de la inteligencia artificial (IA)? Un grupo de chivolos en un pueblo cerca de mi casa han agarrado una herramienta simple de IA, han compuesto imágenes de 30 compañeras de instituto desnudas bajando fotos de sus rostros de tiktok (creo), y las han zampado a las redes sociales. Toma castaña. Todos son menores de edad, y algunos tienen menos de 14 años.

No hay forma de distinguir la realidad de la creación, pueden hacernos tragar ficciones y engañarnos impunemente. Me pregunto cuánto tiempo llevan haciéndolo… Pero esta foto no está manipulada: ¿será el único coro del mundo en el que absolutamente toditos tocan la guitarra? Son de la parroquia de Fuentes de León (Badajoz), cuya generosidad me dejó también estupefacto. Y eso merece una entrada completa, próximamente.

sábado, 16 de septiembre de 2023

A GUSTO DE DIOS


Me fui temprano, me apetecía estar un rato con ellas antes de que comenzara. ¿Pero dónde voy, a la iglesia, al convento…? Entré en el templo, que estaba casi vacío, sin ver el féretro. Algo confundido, me acerqué al coro, en un costado del presbiterio, y allí estaba, claro…

Armandina me hizo una seña para que pasase, “¿quieres un café?”, los rostros cansados después de un par de noches casi en vela, el trajín de los preparativos, otras hermanas a punto de llegar desde Badajoz, los familiares… Ha muerto sor Josefina, carmelita descalza del convento de Fuente de Cantos.

Estamos sentados en el coro, el lugar de la oración es también el ámbito del duelo, del silencio que se genera como epílogo congruente con una vida contemplativa. Aunque no entera, porque Josefina había comenzado su andadura como consagrada en las hermanas de la Doctrina Cristiana, que también están en el pueblo; allí descubrió la llamada a este otro modo de buscar a Dios e ingresó en el Carmelo.

En un responso leemos el delicado poema de León Felipe: Nadie fue ayer / ni va hoy / ni irá mañana / hacia Dios / por este mismo camino /que yo voy. / Para cada hombre y mujer guarda / un rayo nuevo de luz el sol… / y un camino virgen / Dios. Gracias por el camino de Josefina, su travesía interior y los senderos de su amor entregado y recibido; su vida escondida “a gusto de Dios”, como ella siempre decía.

Llega el obispo y nos revestimos los siete u ocho sacerdotes que hemos acudido; “nunca he participado en un entierro de una monja de clausura” – le digo a don Celso, “ya verás” – me contesta. Josefina era de Guareña, más tarde, al dar el pésame a sus familiares, hablaremos de que por supuesto conocen a mi papá y la familia. La misa transcurre con normalidad, siempre el ataúd en el coro, rodeado por las monjas, sus cantos mecidos por el suave sonido del armonio.

Después de la comunión, y tras la primera invitación del obispo, Apolo el párroco explica que los ritos exequiales se realizarán dentro de la clausura, adonde solo podrán ingresar el presidente, los presbíteros, los familiares de la hermana y los varones designados para portar el féretro. Nos dirigimos pues hacia el coro, donde el agua en recuerdo del Bautismo se derrama y el aroma del incienso nos envuelve, mientras la gente, que llenaba la iglesia, se agolpa en el presbiterio frente a la reja. La imagen es de ese momento, y me impacta.

Terminadas las oraciones, nos encaminamos en procesión hacia el pequeño cementerio. El cuerpo de Josefina recorre por última vez las dependencias donde ha pasado años: las celdas, el comedor, la capilla interior… Miguel Ángel entona y nos hace cantar… la sala de estar, la enfermería… Por el jardín, bajo el sol severo del día del Dulce Nombre de María, se va desgranando el salmo 117. Qué bien sé yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche.

Hace meses que Josefina tenía una hemorragia interna cuyo origen no lograban hallar los médicos. Apenas una semana atrás la habían llevado de urgencia a Llerena para transfundirle; ahora su alma alimentará el dulzor de las parras y se mezclará con el aire fresco de las mañanas de otoño. El lugar es modesto y hermoso, las placas solo colgadas en las cabeceras de los pocos nichos sugieren provisionalidad, los restos de tantas carmelitas desde 1670 deben llegar finalmente a una cripta, abajo.

Y así, de pie, de manera tan discreta, este pequeño grupo de personas despide a Josefina. Con la salve se sella la sepultura, que jamás podrá contener la magnitud de una vida tan oculta y tan llena. Emocionado, abrazo a Mariana, la hermana más joven de las peruanas, que llora a mi lado… lejos de los suyos… conmovida tal vez por presenciar un adelanto de su propio final… ¿Aunque, acaso no son todos los países, épocas, culturas y sitios, equidistantes del silencio de un claustro?

Pero sonríe. Estamos serenos. Es el destino de todos. El loro de la galería en su soliloquio, las pinturas de Eli, la soledad de los muros del noviciado, las margaritas circunspectas, todo continúa. Cada existencia es como una raya en el agua. Todo es como debe ser: a gusto de Diosito.

sábado, 9 de septiembre de 2023

UN LUGAR EN SILENCIO


En otras vacaciones intenté entrar en el abandonado convento de las Concepcionistas Franciscanas de Santa Beatriz de Silva, imponente e histórico edificio y pulmón de espiritualidad de Mérida, sin lograrlo. Esta vez lo he hallado en pleno proceso de demolición y transformación, y lidio con la nostalgia, pero sigo respirando su silencio.

Porque, aunque iba a misa a la iglesia de “las encerradas” (a dos cuadras de mi casa) muy a menudo siendo niño y joven, nunca pude satisfacer mi curiosidad de conocer el lugar por dentro, como es lógico. Volteaba la cabeza mirando de soslayo los hábitos negros y azules, y disfrutaba con sus melodiosas voces acompañadas por el armonio. En casa siempre referimos una vez que el capellán criticó en el sermón “la ropa breve”.

El origen del monasterio me ha hecho sonreír también. Resulta que uno de los componentes del grupo de Francisco Pizarro, conquistador del Perú, se llamaba Francisco Moreno de Almaraz… y era de Mérida. En 1588 envió plata desde Cuzco para construir en su pueblo natal un convento que diera cobijo a las Madres Franciscanas de la Limpia Purísima Concepción.

Desde entonces hasta nuestros días, el convento ha pasado por muchos avatares: auge en 1630, crisis y casi destrucción en 1808, supervivencia en el período de la desamortización, apoyo gubernamental en el siglo XIX, conversión en escuela durante la República y en cuartel durante la Guerra Civil, prosperidad en la dictadura de Franco o edificio de congregación en la Democracia.

Recuerdo varias tradiciones en torno a “las encerradas”: las novias (mi mamá entre ellas) les llevaban huevos días antes de la boda para que rezaran para que ese día saliera bueno; con esos huevos y otros ingredientes las monjas preparaban y vendían riquísimos dulces. Cantaban al paso de las procesiones de Semana Santa y desde 1620, cada 8 de diciembre recibían al alcalde y a la corporación municipal para la renovación de su voto en defensa de que "la Virgen fue concebida sin pecado original".


Tal y como recoge el Portal de Archivos Españoles, las religiosas concepcionistas se marcharon a finales de 2009 “debido a su imposibilidad económica para mantener el edificio, y al escaso número de vocaciones. Las últimas religiosas se trasladan al convento franciscano de Mairena de Aljarafe. Desde entonces el edificio está cerrado e inactivo (…)”.

No tan inactivo. Cuando cada mañana regreso de caminar de la Isla veo el trajín de los operarios, las voces, el movimiento, los golpes… Hace año y pico comenzaron las obras para integrar el espacio conventual dentro la Plaza del Parador, y al mismo tiempo restaurar elementos de valor histórico. Se aprecian los arcos del claustro envueltos en plásticos, zonas de piso hecho de azulejos, muchas piedras romanas en los muros y esas espléndidas palmeras.

La capilla se mantiene en pie, a un costado, con sus dos portadas renacentistas de tradición gótica adornadas con motivos barrocos. Me pregunto qué harán con ella… ¿una sala de conferencias o de exposiciones? El resultado global será, al parecer, un amplio espacio público respetando la identidad de un enclave tan emblemático. Amén.

A pesar del fragor del trabajo, este lugar guarda y desprende un intenso silencio. En él, durante más de 400 años, muchas mujeres buscaron a Dios en soledad, oraron largas horas, laboraron en el obrador, cultivaron su huerto… Seguramente luchando contra sus limitaciones y contradicciones, sosteniendo una batalla muda contra la hybris humana sumergidas en la sagrada quietud.

Ese sosiego permanece impregnado en el rumor quedo y sereno del agua de la fuente de la plaza, y se percibe también en el piar asimétrico y plácido de los pájaros. Una paz invencible, custodiada para siempre por los espíritus de las monjas, fieles a su voto de estabilidad y a su amor a Mérida.


sábado, 2 de septiembre de 2023

CRISTALIZACIÓN


El verano pasado fuimos a comprar sal a las mismas salinas. Mirando un poco alrededor, me quedé fascinado del proceso tan simple y natural que permite que afloren los sabores auténticos. La impresión y el recuerdo me han acompañado todo un año, creo que mientras que lentamente se concretaba esta entrada.

El agua de mar entra en la marisma por el caño, se acumula en una laguna llamada estero y desde ahí circula por la salina por simple gravedad, mientras el sol la calienta y evapora concentrando poco a poco la sal que esta contiene. Al final del recorrido, el agua se ha evaporado totalmente y aparecen los cristales de sal, unos perfectos cubos donde los iones de sodio y cloro se intercalan en red. Un proceso lento y a la vez intrincado, como la vida.

El circuito que recorre el agua consta de una serie de balsas de poca profundidad, dispuestas normalmente en batería y comunicadas entre sí mediante compuertas. En los primeros estanques se produce la decantación o precipitación de las posibles impurezas en forma de partículas sólidas que pueda contener el agua en suspensión. Desde niños vamos pasando por diferentes etapas; las primeras son las más decisivas para despejar obstáculos, recibir cariño y propiciar así que el corazón crezca sano.

La evaporación se ve favorecida además por efecto de los vientos, que actúan retirando el vapor de agua que se eleva sobre las balsas. Tantas circunstancias influyen en el camino vital: personas, hechos, dolores, éxitos, contratiempos… Son, como el viento, impredecibles, pero todas suman para el bien (Rom 8, 28), nos hacen como somos.

En algunos lugares el agua pasa por canales anchos y profundos llamados vueltas de retenida, y estrechos y poco profundos o vueltas de periquillos. Cuántas veces vamos y regresamos, qué importante es rectificar, a veces retroceder y elegir de nuevo… Las vueltas de la vida, como las vueltas del río, forman parte de nuestra maduración y desprenden su propia belleza.

Hasta que la sal llega al cristalizador, que a veces se llama tajería. Acá se ha reducido mucho el volumen de agua inicial, y es donde se da la precipitación masiva del cloruro sódico. Suele estar ubicado en dirección levante-poniente para que los vientos dominantes favorezcan la evaporación. La cristalización ocurre cuando la salmuera alcanza los 325 gramos de sal por litro. Hemos menguado, pero somos más sabios, acumulamos conocimiento y experiencia.

Cuando se llega a los 370 g/l ya ha precipitado una pequeña proporción de sales de magnesio, que son beneficiosas para la salud. Pero hay que medir con cuidado, porque por encima de los 370 gramos por litro comienzan a depositarse otros compuestos que otorgan al producto final un sabor amargo. Es preciso “mucho examinar” (Ej 319), discernir a diario, escuchar, reflexionar, aprender.

Así, con la cristalización como alegoría, me parece que vamos madurando. En todo momento se va obteniendo sal, pero el producto acabado, limpio, completo y en cantidad se da en las etapas finales, cuando hemos incorporado prudencia, equilibrio, aceptación y silencio en magnitudes adecuadas. Vamos hacia el agradecimiento y la simplicidad.

Hemos cambiado y a la vez somos los mismos de siempre, ese prodigio. Ojalá que finalmente asentados y moldeados. Serenos. Madurar, cristalizar. Es un deseo y también una tarea. Llegar a la región donde emerge el gusto de la vida.