sábado, 31 de julio de 2021

LA RIFA


Cuando lo sacaron de la sacristía para presentarlo como el tercer premio, el pollo de 2 kg se asustó al ver tanta gente y trató de remontar un vuelo liberador. Y es que, después del éxito del otro día, creo que vamos a rifar alguito todos los domingos pa que la gente venga a misa, aunque sea un tamal.

Fueron los muchachos de pastoral juvenil los que armaron la rifa, con el objetivo de que nos hagamos nuestros polos del grupo, e incluso de desfilar con ellos el día de fiestas patrias, aunque esto último lo veo crudo habida cuenta la cantidad de virus que andan suelos por ahí últimamente: el centro de aislamiento ha pasado de 1 enfermo a 20 en poco más de una semana, las clases semipresenciales han sido suspendidas, etc.

Craneamos unos premios realmente arrolladores. El que atrae a más gente es, sin lugar a dudas, la canasta de víveres, y más en plena fiesta de San Juan. Entre todos colaboramos para aportar las cosas (arroz, aceite, azúcar, etc.) y se arregló bonito con celofán y tirabuzón. Segundo premio: un juego de vasos de cristal; le encargué comprarlo a la señora Lorfina (mamá de Oriana y Valeri) y le tocó a su mamá, que también se llama Lorfina (únicas dos creo en el mundo).


Se hicieron 400 papeletas, se repartieron y listo: a 1 sol (0.30 €) cada una, se vendieron al toque. A mí me las quitaban de las manos, compraron hasta mi mamá y mis hermanas (¿quién puede resistir la tentación de semejantes regalos?), y si hubiera tenido más, más hubiera colocado.

Pusimos la rifa inmediatamente después de la misa de un miércoles, y la iglesia estaba extrañamente llena, había casi más público que los domingos. Nada más terminar, y con los que estaban en la puerta ya acomodados, aparecieron los premios, el pollo entró en pánico y se procedió al sorteo. Varias manos inocentes de entre 5 y 10 años sacaban las matrices de los tickets, donde se anota el nombre del poseedor.

Acá a todo el mundo le chiflan los bingos y las rifas. Es una oportunidad para asegurarse por un sol el sostenimiento de la familia entera, y luego está la emoción de ver si me toca algo que no puedo comprar porque la economía diaria no da para más. Entre la gente pobre, las pequeñas cosas que llegan por arte de la buena suerte son muy celebradas aunque sean modestas.

El pollo le tocó a Magaly, y por lo que me cuentan sigue vivo y engordando. Hubo algún conato de protesta (“¡trampa!”) en medio de las risas que sobrevolaron la catedral (disculpen los puristas de los usos estrictamente litúrgicos de los recintos sagrados). Pasamos un rato muy agradable, fue un gustazo comprobar de nuevo que los jóvenes son capaces de todo y divertirme entre la concurrencia. Y con resultado: ya tenemos en el bote más de la mitad del presupuesto de los polos.

sábado, 24 de julio de 2021

UN MISIONERO OBISPO


Así, por ese orden, querido Miguel Ángel: eres misionero y “ahora obispo para Iquitos”, como muy acertadamente dice Vatican News. Porque tu shungo, tu vocación, lo que te define, es ser misionero; lo de obispo es algo inesperado que te llega, lo aceptas y lo incorporas a tu sueño forjado en “el río y la periferia”, como ha escrito Bea. Enhorabuena a ti, y en ti a todos los que intentamos parecida navegación por nuestra Amazonía.

La noticia de tu nombramiento me agarró en plena gira por el Putumayo, no podía ser de otra manera. ¿Recuerdas que hablamos por teléfono? Eran los primeros instantes de una emoción no registrada; ¡nuestro amigo va a ser obispo! Como si el Papa nos hubiera pedido consejo o hubiera espiado tantas conversaciones de este estilo: “los obispos de la selva deberían ser misioneros que conozcan la realidad y se identifiquen con el proceso de plasmar una iglesia amazónica e indígena”.

Adolfo Ramírez lo ha expresado magníficamente en un comentario en el blog que tienes con Manolo: “Un cura misionero que vino de España con toda la carga de formación ortodoxa que recibe todo sacerdote agustino, pero que en la praxis pastoral fue descubriendo la verdadera revelación de Dios en los hermanos nativos, en el rostro del Dios indígena amazónico. En estas tierras de la yuca brava fue reenvangelizado desde los pobres; esperemos que su doxa y su praxis pastoral como obispo de la selva continúen y se enriquezcan. (…) El actual obispo sentimos que es de los nuestros.

Te llevaron tu mitra los animadores de las comunidades, auténticos formadores de tu corazón de pastor misionero. Recuerdo cuando Manolo y tú vinieron a Indiana hace dos años, al encuentro de animadores (CEFAC), a dar un día de retiro en medio de temas candentes: Iglesia sinodal y laical, interculturalidad, derechos humanos… Con tu hablar pausado y concreto conectaste instantáneamente con esos hombres de la ribera y del campo de una sabiduría pegada a la tierra, gemela de la tuya.

En tu carácter predominan la escucha y la observación. Eres un poco antropólogo y un poco místico (tal vez esto te viene de la época de Martín Velasco); miras en silencio para comprender, pero primero para contemplar. Dejarse impactar e implicarse, luego interpretar y actuar. Lo que surge de ahí es luchar por la dignidad de los pobres, alzar la voz ante los derrames petrolíferos o la draga del río (¿y qué pasa con los espíritus que viven en el fondo?), ponerte al lado de tus vecinos de Punchana que sobreviven en medio de aguas negras, hasta llegar a los tribunales. Suavidad y vigor, calma y valentía.

De la fiesta de tu ordenación me quedo con la alegría de la gente, la hermosura del salmo cantado en kukama (“El Señor es mi pastor, nada me puede faltar”), las pancartas, tu abrazo con Miguel Fuertes, los aplausos… Manolo y yo estábamos, como todos, un poco sancochados bajo el sol, pero orgullosos de lo que teníamos la suerte de presenciar. No puedo evitar que semejantes símbolos (cruz, mitra, anillo, báculo) me impresionen, pero era más fuerte el regocijo por lo que significa tu nombramiento, lo que el Espíritu pretende con sus caminos entreverados de paradoja, humor y sorpresa.

Incluso me fascinaron estas palabras del Papa en las letras apostólicas: "Una cosa es lo que somos para nosotros, otra lo que somos para los demás". Gracias por explicarme en la comida que son de San Agustín, pero yo soy más de San Juan Bosco y San Ignacio. Llevo varios días saboreándolas y… ¿me permites que te brinde un consejo? Por favor, sigue haciendo coincidir lo que eres para ti, lo que eres para los demás, lo que eres para Dios y lo que eres para la Amazonía.

Te han elegido porque eres lo que eres y porque eres como eres; y eres misionero. Mal harías en mudar de piel para algo meramente funcional. Lo que viene ahora es una nueva fase de tu misión, la misma que Dios te dio desde siempre. Se fiel a ti mismo, a tu identidad, y serás un excelente obispo, estoy seguro. Y cuenta conmigo si en algo te puedo ayudar. ¡Felicidades, misionero!

sábado, 17 de julio de 2021

EL BOTALUTO


Ya había participado en eventos parecidos en un par de ocasiones, en Mendoza y en Huasmín (Cajamarca), pero esta vez todas mis expectativas fueron superadas, y mi capacidad de sorpresa desbordada. Y no solo por lo que presencié, sino por el gentío que se reunió, desafiando virus, sensatez y recomendaciones de las autoridades.

Las muertes del año pasado, en medio de la cuarentena, fueron especialmente dolorosas para los familiares. Debe ser muy duro asistir impotente a la desaparición de tu papá o de tu abuelita, a quien de un momento a otro dejas de ver porque se lo llevan metido en una bolsa negra, sin poder siquiera despedirte debidamente porque el protocolo prohíbe los velorios. No en vano acá el acompañamiento del cadáver normalmente dura un par de días (o más), y ese tiempo ayuda a ir asimilando la pérdida y preparando el momento del adiós final con la sepultura.

Quizás por eso, estos aniversarios y conmemoraciones tienen una connotación de reparación de lo que entonces no fue posible, una “restitución” de los obligados homenajes a los seres queridos difuntos, y también funcionan como imprescindible cierre del período del luto, particularmente triste en época de pandemia. De ahí el mismo término: “bota-luto”, despedir el luto; y con revancha en forma de fiesta gorda.

La puesta en escena ya me impresionó, me recordó a algunas fiestas de 15 años. Una gigantografía con la foto del finado preside la estancia; junto a ella, una imagen del Cristo de la Misericordia cuyos rayos apuntan a una tremenda torta que parece de chocolate y crema. Arreglos florales, parpadeantes luces navideñas, composturas varias y otra torta aún más grande colgada en una especie de pebetero a un costado.

Al otro lado están los familiares directos, todos vestidos de blanco riguroso y sin mascarillas. De hecho hay bastante gente que no lleva, tal vez sea porque enseguida empiezan a repartir chicha a todo el mundo y las bocas han de estar sueltas. La sala está abarrotada, y fuera, en la calle, han colocado muchas bancas que auguran llenazo hasta la bandera. Las medidas de seguridad parecen importar poco, a pesar de que estamos recordando a una víctima de la COVID.

Nos han llamado para hacer una oración. Esta vez les pido a las hermanas que se encarguen ellas, y yo simplemente observo y me expongo al impacto de lo que va ocurriendo. La celebracioncita es breve, apenas quince minutos, la gente canta “Juntos como hermanos”, se escucha el evangelio, rezamos el padrenuestro. Se me antoja que los misioneros, y más las religiosas con sus hábitos, somos como un adorno más, o unos teloneros de calidad, porque seguramente la velada está por comenzar.

Y no voy desencaminado. Al toque sirven el indefectible plato de arroz con pollo, más chicha, y enseguida comienzan los discursos. Hay incluso un locutor de radio que actúa de presentador y va dando paso a los familiares y amigos que desean brindar unas palabras. Todas las intervenciones (seis o siete) son bien emotivas, regadas con lágrimas, y muy parecidas, y todas ponen el acento en agradecer a los asistentes su presencia y su solidaridad. Algo muy peruano, dar las gracias siempre, y sonriendo. Me encanta.

Entretanto van llegando más vecinos, los bancos de fuera se llenan y la calle se colapsa. Esto lo comprobaré cuando dentro de unos minutos salga, porque ahora de pronto hacen su aparición los mariachis con sus sombrerazos y me quedo a cuadros. Se da la curiosa circunstancia de que el difunto falleció justo el día de su cumpleaños, así que, tras la afinación, el repertorio comienza con las mañanitas y el happy birthday. En ese momento se forma una pelota de gente que invade el lugar con celulares en ristre para inmortalizar el instante. Un par de piezas después (el festejo se anunció para toda la noche), y aprovechando un hueco en la puerta, me escabullo y pa casita.

Mientras camino huyendo del virus me asaltan las preguntas: ¿de dónde saldrá la plata que se gasta esta gente humilde? ¿se endeudan con semejantes saraos? ¿cómo se puede pasar en dos minutos del llanto al baile? Inquietudes sin respuesta en este país maravilloso, donde todo puede suceder.



domingo, 11 de julio de 2021

DOSIS DE ESPERANZA


Esta señora se vacunó cinco minutos antes que yo, la foto era para contener la emoción e ir preparando el brazo para el pinchazo salvador. Es también la imagen de un país que lucha apretando los dientes por salir del agujero: gracias, Perú.

Efectivamente, ya me llegó el turno de la primera dosis de Pfizer. Los cincuentañeros nos hemos llevado una sorpresa, porque nos convocaron antes de lo que creíamos, o así se comentaba en la cola aquella mañana. Una cola por cierto larguísima, que rodeaba toda la cuadra que ocupa el complejo “Nuestra Señora de la Salud” (colegio, parroquia y coliseo deportivo) en el barrio de Punchana, en Iquitos.

Por más que madrugué, muchísimas personas me habían ganado. Y es que las vacunas son muy esperadas, no en vano Loreto es una de las regiones del país con menor porcentaje de población vacunada, menos de la mitad que en Lima, por ejemplo (4,66% frente a 10,68% el 8 de julio*). Y no me sorprende; influyen la lejanía, el clima desfavorable al mantenimiento de la cadena de frío, la relativamente poca población… y la costumbre: la selva es siempre la última, y eso que ocupa más del 60% de la extensión de Perú.

Fue el pasado lunes 5 uno de esos días en que el sol aprieta durísimo ya desde el amanecer. No eran ni las 7 de la mañana y ya debí abrir la sombrilla (paraguas) para protegerme. La cola marchaba a tirones: ingresaban en el polideportivo 25 personas, se hacía una pausa, al rato otro grupo, y así. La gente se lleva su silla, comí un par de sándwiches, se conversa, leía a ratos… Demoré dos horas en llegar a la puerta, también me pareció poco.

Al entrar recibes una charla informativa: cuál vacuna vas a recibir, fecha de la segunda dosis, posibles efectos adversos y demás instrucciones necesarias. Todo con bastante orden, siempre sentados en sillas que se van ocupando al toque a medida que van quedando libres al avanzar los turnos, una costumbre de acá que siempre me hace sonreír porque parece un juego.

Hasta que te indican en qué puesto de vacunación te va a tocar (calculo que había unos ocho). Y allá que me fui, con una mezcla de curiosidad y excitación. Mirando todo alrededor, con mi carnet en la mano, me iba aproximando al lugar de los hechos jugando al juego de las sillas. Es mucho más lento el proceso de rellenar los documentos (consentimiento informado, cartilla de vacunación) que la inyección en sí. De hecho me inocularon antes de que firmara. Gracias señorita Nataly Arce, licenciada en enfermería, por su delicadeza, no me dolió nada.

De ahí pasas a la zona de descanso, donde escuchas más indicaciones acerca de los síntomas que pueden aparecer, te anotan en una lista y respiras aliviado. Hasta nos contaron cosas sobre otras enfermedades y cómo prevenirlas: “el dengue también mata”. Todo se desarrolla con agilidad e ingenio muy peruano. Y por supuesto, es posible gracias al esfuerzo y excelente desempeño de los profesionales de la salud, que realmente se sacan el ancho.

Así vas avanzando Perú, al tran tran, entre tu modestia y la ilusión por levantar la cabeza: en seis meses se ha logrado colocar 8 millones de dosis, un 16,6% de los 48 millones que son el objetivo. Creo que se hace lo máximo que se puede, pinchando todo lo que llega a través de contratos, la iniciativa COVAX de la OMS y donaciones. Con obstáculos, pero con determinación. Los frenos no son solo económicos: mucha gente no se quiere vacunar (circulan diversos mitos en contra), es difícil llegar a las poblaciones indígenas, se dan barreras culturales…

Somos un país humilde a punto de llegar al bicentenario de su independencia. Y no habrá mejor celebración que superar la pandemia unidos en torno al nuevo gobierno. Vamos pues con optimismo y buenas dosis de esperanza en el futuro.

lunes, 5 de julio de 2021

POR LA QUEBRADA SANTA MARÍA


Quiero visitar alguna comunidad, no quedarme solamente en Angoteros, de modo que de buena mañana subimos al Yayallachiwan, el mítico bote de Juan Marcos, y ponemos rumbo a la quebrada Santa María, cuya boca está a menos de treinta minutos río Napo arriba. Por ella surcaremos durante dos días inolvidables.

En una hora más de cómoda y rápida navegación llegamos a Guajoya, única comunidad de etnia secoya de esta zona. Son evangélicos, pero de todas maneras entramos porque Domi es bien conocida y la Iglesia católica es percibida como aliada. Inmediatamente llaman la atención sus casas, construcciones cerradas de madera muy distintas a las viviendas kichwa.

El aviso que Domi había enviado no ha llegado, así que no nos esperan. No pasa nada, conversamos nomás por las esquinas con algunas personas: don Óscar, su esposa y varias mujeres que aparecen porque oyen que viene con nosotros la obstetra del puesto de salud. Subimos al punto más alto de la restinga donde está emplazado el pueblo y se nos llenan los ojos de la belleza de la selva inmensa, el océano de copas de árboles extendiéndose hasta el horizonte.


El templo es grande, bonito y bien mantenido. El pastor, que se llama Fermín, nos recibe en su casa. Comentamos los resultados electorales a favor de Castillo y nos dice: “No les puedo mentir, yo he votado a Keiko”, jaja. Con su perfil hierático, podría ser actor en un western americano representando a un jefe indio arapahoe; pero en vez de ordenar que nos corten la cabellera (conmigo lo tendrían complicado, desde luego), nos invita a una tremenda torta de kasabe* que parece una hostia gigante.


Luego veremos al apu, que nos confirma la tendencia política fujimorista (“Todos hemos votado por Keiko”) y nos cuenta que dos jóvenes de la comunidad han sido chapados en Mazan con cerca de 400 kg de marihuana. Domi dice que es la primera vez que le hablan abiertamente del problema del narcotráfico, que es endémico en esta zona desde hace años. La bodega del pueblo lo demuestra, está repleta de artículos de todo tipo para vender (¿hervidor de agua donde no hay electricidad?) y evidentemente es un lavadero de plata.

Continuamos viaje hasta arribar a Estirón, el último lugar habitado al fondo de la quebrada. Los estragos del aislamiento son manifiestos, la escuelita presenta signos de abandono y el silencio es aplastante.

Nadamos un rato en ese agua cristalina, placer amazónico gratuito e incomparable. Llega un niño, solo, y le invitamos a pan; un rato después regresa con tres peces que ha pescado para nosotros. Así es esta gente de generosa. Tenemos hambre, doña Liliana arma un arroz con atún que nos sabe a gloria y mi escasa cabellera descansa a salvo bajo el mosquitero.

Por la mañana colocamos el megáfono con música y Roger avisa varias veces en kichwa; en la selva todo entra por el oído y la gente va acudiendo poco a poco. Las warmis llegan con su atuendo festivo: faldas estampadas, polos de colores lisos y joyas al cuello; los pies descalzos, se sientan en el piso según su costumbre, todas muy jóvenes, la mayoría con bebés. Los caris están con sus mejores jeans y zapatos, bien compuestos, serios. Domi les hace reír con sus bromas y va explicando la coyuntura política (acá están totalmente desinformados) intercalando con canciones y muchas palabras en kichwa.

Me toca el turno. Para que comprendan quién los visita, Domi me presenta como el “vice-obispo”, igual que hay vice-apu. No es para darme postín, es para que se sientan acompañados por la Iglesia y parte de ella. Les hablo un poco del Sínodo, de que hay que cuidar la naturaleza para que sigamos viviendo. Me pregunto si se estarán enterando de algo, pero igual les digo que la Iglesia piensa en la Amazonía, que ellos nos importan, y me sale del shunku.

Por supuesto, las mascarillas brillan por su ausencia en toda la gira.

* Pan hecho de harina de yuca, sin levadura y tostado o asado.