sábado, 24 de febrero de 2024

ABRIENDO HORIZONTES


Son las 8:15 de la mañana. Paso junto a “mi” oficina de Cáritas San José y las veo en la mesa ya estudiando. “¡¿Quién me está invadiendo?!” – grito, y así obtengo las primeras sonrisas del día, todo un lujo, ¿no? Que ya bastantes borrascas de amargura azotan esos mundos…
 
Se llaman Niurka y Nikol, y son de Tamshiyacu, un puesto de misión río Amazonas arriba, no muy lejos. Se están preparando para postular a una plaza en la facultad de Educación de la UNAP (Universidad Nacional de la Amazonía Peruana), la única universidad estatal que hay en Iquitos y creo que en todo el nor-oriente peruano. Pública y por tanto gratuita, detalle fundamental.
 
Porque en Perú las universidades, igual que los colegios, son un negocio como otros. Hay un montón de universidades privadas y también de institutos (centros que ofrecen estudios técnicos y profesionales) donde se ingresa de frente, sin necesidad de examen, pero la mensualidad es de 300 soles como mínimo. Y esto, unido a los gastos de hospedaje, alimentación, útiles, movilidad, ropa… hace que muy pocas familias de nuestro territorio, en general pobres dedicados a la pesca y la agricultura de subsistencia, tengan alguna expectativa de que sus hijos accedan a estudios superiores.
 
Dentro de un rato aparecerá Nilver, un chico del río Putumayo que apunta a Antropología. Y tenemos a dos jóvenes más en la misma faena: Lady, su hermana, que concurre en la modalidad de pueblos indígenas, y Anita, que es de una comunidad llamada Cochiquinas, cerca de Pebas, en el Amazonas, y también desea ser maestra. A los que logren su cupo, el Vicariato les concederá una beca que les permitirá avanzar en su proyecto.
 
Pero no es tan fácil. Si uno se presenta al examen, que es el 3 de marzo, así nomás, tiene muy pocas posibilidades. Y no solo por el obstáculo puramente numérico (estamos hablando de miles de alumnos de toda la región Loreto para apenas unos cientos de plazas muy peleadas), sino por la brecha en los aprendizajes básicos que presentan los adolescentes de las comunidades del río, que terminan su secundaria lastrados por graves deficiencias en lectoescritura y matemáticas, y con un nivel académico real muy inferior al que dicen sus calificaciones.
 
Por eso es casi obligado, y especialmente para los de fuera de la ciudad, apuntarse a una “Pre”, es decir, a una academia donde preparan específicamente para la prueba. Las Pres son otro pelotazo: una marea de chicos y chicas desesperados por ingresar a la universidad, lugares donde compruebas que es cierto que más de la mitad de la población del Perú tiene menos de 18 años, ¡qué muchedumbres! Por supuesto les cobran hasta por respirar: la matrícula, el libro (lo llaman “prospecto”), tasas de varios pelajes y diez soles por cada simulacro. Lo explico.
 
Nuestras huambras pasan la mañana en el Vicariato estudiando, almuerzan acá y se marchan a sus clases en la Pre. Cuando salen van a casa de la tía de una de ellas, donde se alojan, pero allí no se dan las condiciones para concentrarse en el estudio por el ruido y por el hacinamiento; por eso regresan a mi despacho al día siguiente. Los profesores de la Pre se enfocan mucho en el examen: el estilo de las preguntas, los contenidos que suelen caer… Cada sábado hay un ensayo (“simulacro”) con modelos similares al de verdad o de otros años, se miden los puntajes y los estudiantes pueden ir calibrando qué tan cerca estarían de lograr su objetivo.
 
Les damos una mano para que puedan inscribirse en la Pre y durante estas semanas dedicadas a estudiar a full, y rezamos para que se les dé bien y tengan éxito. Voces derrotistas dicen que las plazas están todas vendidas… pero yo he visto ya ganar a algunos de nuestros muchachos, y hay que creer. Ese día buscaremos una torta “selva negra” para celebrarlo, recién podrán obtener la beca y entonces comenzará una vida nueva para ellos, con un bonito futuro si aprovechan su oportunidad.

Y las ayudas para esas becas llegan de organizaciones y personas generosas. Mensajeros de la Paz lleva algunos años apoyando; las comunidades parroquiales del arciprestazgo de Fregenal-Fuente de Cantos (Mérida-Badajoz) están haciendo una campaña y nos enviaron 3000 € hace pocos días; las Cáritas de mis queridos pueblos Valencia del Ventoso y Valle de Santa Ana compartieron este año el resultado de su “Pincho solidario” y su gesto de Navidad respectivamente; en Zafra la Junta Local de Hermandades y Cofradías se ha comprometido y organizó un chocolate con churros el pasado sábado 17 de febrero. También en Valle de Matamoros, en Mérida, La Lapa, Atalaya… Y mucha gente aporta personalmente su poquito. A todos les digo gracias, porque realmente merece la pena el esfuerzo. Es abrir horizontes para Nikol y Niurka, y otros muchos. Ya les contaré cómo les va a estas mocitas.

domingo, 18 de febrero de 2024

LA PEDAGOGÍA DE LA REPETICIÓN


¿Cómo es posible que las religiosas de la Compañía Misionera me volvieran a encargar darles ocho días de ejercicios espirituales? “La gente dice que hay conexión” – argumentó Gema cuando me resistí un poco, aduciendo que “tengo que preparar algo diferente, no les voy a dar lo mismo que la otra vez; componer una tanda nueva, mucho trabajo…”. Reclamé y, claro está, acepté.

He elaborado cosas nuevas, pero en el fondo es lo mismo. Lo estoy comprobando estos días en Villa Marista: mismo escenario, la mayoría de participantes coinciden con la foto de 2020… Los ejercicios de ocho días, para quienes los hacen cada año con el método ignaciano, son siempre de repetición. Y esta vez se podría considerar una “repetición total” para ellas… y para mí, el facilitador caserito.

Y al mismo tiempo, por supuesto que la experiencia está siendo muy distinta. Porque “repetir para Ignacio no es volver a hacer lo mismo. Es hacer “otra cosa”. Nueva. Es ahondar lo vivido; pero no excavando, sino dejándose anegar (Rom 5,5). Continuar caminando un camino (…) iniciado, pero en el que he percibido que hay más riqueza de paisaje divino que contemplar y por el que dejarme “affectar”. Y en el que dejarme llevar más allá. O más adentro”. No lo digo yo, lo dice el gran maestro Ignacio Iglesias SJ, que una semana de agosto de 2005 me dio ejercicios a mí solito en Valladolid (¡vaya suertaza que tuve!).

De modo que acá están estas misioneras de pura sangre y largo recorrido. Aunque varias de ellas ya rondan la edad de ser abuelas, caminan con sus zapatillas de deporte, saltan al bote en Huampami, en Barrio Florido o en Macaya y atesoran mil anécdotas por esos ríos amazónicos desde hace décadas. Las personas que conocemos, los escenarios, los valores, los temas, los centros de interés, los estilos… mucho nos une, nos parecemos, y eso hace que fluya entre nosotros; hasta las bromas son graciosas por acostumbradas y familiares.

Por la mañana nos reunimos ante el Santísimo. Nada de custodia: acomodan el Pancito en una gran hoja seca adornada con hojas, flores y artesanías de la selva. Estar con Jesús pide / llama / lleva a estar cerca de los pobres; exponerme a Jesús sacramentado solo es posible y auténtico compartiendo la vida con la gente. La misión es esencialmente contemplativa, no intervencionista: escucha, cuidado, ternura, respeto, amor… más que “´catequizar”.


A la hora de los acompañamientos, ya me sé los nombres y las historias, y es una sensación desconocida y reconfortante. Veo procesos en estos años, traslados, enfermedades curadas, permutas de servicios… y también debilidad, inquietudes, cambios que se vislumbran pero que cuesta acometer. La erosión del tiempo y los desafíos de la misión; largo recorrido acumulado y nuevas rutas por explorar.

Lo femenino está muy presente estos días. Las mujeres son protagonistas de varios de los textos que consideramos. Hay un ejercicio que se titula “Dios Madre”, y otro “la Ruah”; es interesante descubrir que las funciones de la Espíritu corresponden a actitudes y estilos habitualmente propios de la maternidad y la feminidad: inspirar, ayudar, sostener, amparar, cuidar, hacer nacer… Pero cuando se hace el intento cambiar el género de Dios en las oraciones litúrgicas, te encuentras con una especie de muro semántico: ¡todo es masculino! Tenemos que remar mucho en la inclusión espiritual y efectiva de la mujer en la Iglesia.

La Eucaristía de la tarde es el momento de las resonancias. No hay homilía, sino que se trata de compartir lo que se ha vivido en la jornada; es la oportunidad de romper el silencio y ofrecer el regalo de lo que cada cual ha profundizado, el fruto del encuentro con Dios Madre. Intervenciones íntimas, descubrimientos, pero también planteos, luces, o simplemente el agradecimiento espontáneo o la intercesión sincera.

Y así he pasado estos días, tratando de dejarme enseñar, –yo también, tan discípulo como cualquiera–, por Dios Madre. Como buena pedagoga, utiliza la insistencia para señalarme la centralidad de la misión adorante, del oficio sencillo pero sustancial de consolar, de acompañar, de servir, de curvarme ante los pies más gastados, humildes y rotos. Y de entregar así la vida entera, a lo ancho y a lo largo, como hacen estas misioneras con pedigrí. Que tienen 80 años y solo piensan en seguir en la brecha. Lindas y pistoleras.

lunes, 12 de febrero de 2024

QUERENCIA POR LA SELVA


Llevo poco más de dos semanas por Lima y se me están haciendo largas, porque ya extraño la selva y cuento los días que faltan para regresar. Llegué muy cansado, con la resaca del dengue horadando mi cuerpo, y me ha venido muy bien este tiempo; pero ni modo: el hechizo que hace nueve años me tiene fascinado, me convoca de modo irresistible.

Echo de menos la selva. Su calor lento, sus lluvias rotundas, la humedad que lo envuelve todo, como un aura de vida.

Amo esa pobreza, los pies en sandalias, los vendedores ambulantes del puerto, los rabiosos colores de las frutas en el mercado, el crujido de las maderas decadentes, el perfume de las flores abiertas, el desorden de los botes en la orilla del río.

Adoro que los niños están por todas partes, sus risas al viento mientras se bañan en la quebrada al atardecer, las vidas desprovistas de gravedad, ligeras, avezadas en la diversión, con la carcajada generosa siempre preparada.

Sí, me gusta la gente. Me gustan incluso físicamente, sus facciones notoriamente amazónicas, los ojos rasgados, la suave redondez de los rostros, el pelo oscuro y liso de las mujeres, su belleza agreste, las piernas robustas, las manos ásperas habituadas al machete.

Creo ir comprendiendo, y perdono, las mezquindades de la miseria, las componendas obligadas por la necesidad; el lenguaje genuinamente amazónico del compartir, de la reciprocidad, de la tarea de la supervivencia, allá donde los extranjeros blancos y con plata somos inoportunos y hasta intrusos.

Me deleito con las palabras, ese tono de voz, la jerga regional tan graciosa, y sobre todo con la música de las lenguas indígenas, majestuosas, colmadas de sabiduría ancestral, diestras para dialogar con los espíritus del bosque y del río.

Amo la selva, donde todos estamos conectados, entre nosotros y con la naturaleza; amo cuando asoman las estrellas en el frescor de la noche, el rumor del río en la madrugada profunda, la algarabía de los loros y las sonrisas omnipresentes.

Irme a Lima, dar ejercicios, descansar, participar en un encuentro, hacer un retiro, meditar, orar… nomás para estar pensando en mi selva, en la misión, en mi vida de cada día, como el enamorado temporalmente alejado que anhela el reencuentro con su amada. Miguel Hernández lo expresa con primor:

Una querencia tengo por tu acento,
una apetencia por tu compañía
y una dolencia de melancolía
por la ausencia del aire de tu viento.

Eso es lo que siento: querencia, dolencia y apetencia. Mi única oración: gracias Señor por la selva.

martes, 6 de febrero de 2024

BIENVENIDA VERÓNICA

Estoy en Islandia, en uno de esos ratos de tranquilidad cuando va bajando el sol en la tarde. En la retina de mi alma permanecen los momentos vividos ayer, durante la Eucaristía de Umariaçú; cuánto me impactó el ambiente, la lengua tikuna, las palmas, los cantos… pero más aún verte emocionarte con tu gente al sentir cerca el momento de la despedida.

Tal vez necesites distanciarte un poco, como el escalador de su montaña, para que aprecies en su dimensión lo que juntos han conseguido este pueblo y tú. El Papa nos pidió a los misioneros en Puerto Maldonado “hacernos uno” con los pueblos indígenas, y tú lo has logrado. Has recorrido la “estrada santa” de la inserción plena y amorosa, de la opción por estar y compartir la vida, sin protagonismo, animando, pero rebosante de delicadeza.

Ya conocías ese pueblito indígena cuando decidiste irte a vivir allí, porque habías trabajado con ellos puntualmente; pienso que estabas un poco herida y que, tal vez sin ser del todo consciente, buscaste en Umariaçú remedio, sosiego, el torrente de vida que precisabas como medicina para tu corazón magullado. Y seguramente hallaste mucho más de lo que te figurabas. Fue más duro, pero también más luminoso. Querías aprender, y se te abrieron horizontes nuevos e inmensos.

En la dinámica de la vida comunitaria, la participación, la igualdad, la rotación en los servicios, la acogida, el peso de las mujeres… en todo intuyo tu mano, tus opciones innegociables, pero también la densidad de tu paciencia, tu carácter y a la vez tu respeto. Discurría la celebración y yo solo contemplaba en silencio, como tú tantas veces. El ritmo, la alegría, las manos, los niños que lanzan sus sandalias y corretean descalzos por la capilla, y todo eso es Dios frente a mí, con nosotros.

Esa belleza se me presentó y dio a gustar como condensada, bajo el cristal de tu inminente adiós. Porque te quedan apenas dos semanas de estar en esta aldea, te marchas y el siguiente escenario misionero para ti será nuestro Vicariato, Caballo Cocha, el Perú. Y yo soy un padre que pertenece allá, al lugar adonde te vas, y claro, tenía que decir algo.

Conforme se acercaba el final de la Eucaristía iba entendiendo que justo para eso estaba allí, para eso había venido. Por supuesto que para conocer cómo expresan la fe estos tikunas, para apreciar la originalidad y la fuerza de su liturgia… pero sobre todo para ofrecer una palabra de ¿explicación ¿consuelo? ¿disculpas? No; solo un agradecimiento.


Necesitaba que Marcio me tradujese a su lengua, pero me resultó muy fácil manifestar:

 

Gracias comunidad por haber preparado a Verónica.

Su corazón está más sereno y alegre que cuando llegó a Umariaçú, y ella es más sabia.

Ahora su misión continúa en el lado de Perú.

Ella ama a los tikuna y seguirá estando con ellos allí; los vendrá a visitar acá y ustedes siempre serán bienvenidos en Caballo Cocha.


Solo les pido un último servicio:

Que le den a Verónica permiso a para venir con nosotros,

que la bendigan

y que la envíen.

 

Hoy que esto sale publicado, tú estás en Argentina, de vacaciones, y pronto regresarás a la misión, ahora ya en nuestro Vicariato. Quiero decirte que estaba orgulloso aquel día y también lo estoy ahora, porque es un privilegio contar contigo. Ojalá, cuando pasen unos años, puedas decir lo mismo que decías de Umariaçú: “Es lindo formar parte de ellos”. ¡Bienvenida Vero!

jueves, 1 de febrero de 2024

INCULTURACIÓN DE LA MINISTERIALIDAD EUCARÍSTICA PARA QUE EL PAN SEA CERCANO


¿Cómo hacer para que la Eucaristía sea algo más habitual, cotidiano, no “raro”, y por tanto esté cercana a la situación humana de tanta gente en la Amazonía? Es una cuestión compleja. Porque la Eucaristía depende de los sacerdotes; y hay muy pocos, mientras que comunidades hay muchísimas. Concretamente, en nuestro territorio más de 600.

Desde luego es preciso rezar para que haya más presbíteros, y formar mejor a los candidatos (QA 86. 90), y ese es otro tema peliagudo en el que no entro. Pero también hay que preguntarse qué nos está diciendo Dios con todo esto. Es decir, ¿qué tenemos que cambiar, dejar o crear para responder a esta tesitura de necesidad y carencia a la vez? ¿Qué hay que desaprender, modificar y aprender?

Un ramillete de iniciativas creo que tendrían que ver con lo que el Papa llama la inculturación de la ministerialidad, a lo que dedica un epígrafe de Querida Amazonía (nn. 85-93). Él da por hecho que todos entienden la Iglesia como un cuerpo ministerial, pero la realidad es que el clericalismo de muchas cabezas sigue tragándose esa pretensión un poco por todas partes. Lo sabemos y hay que remar con ese rumbo. ¿Cómo?

- los diáconos permanentes deberían ser muchos más en la Amazonía; ellos, las religiosas y los laicos están llamados a asumir responsabilidades importantes (QA 92) en las comunidades. Y también las que tienen que ver con facilitar al pueblo menudo y alejado el acceso a los sacramentos.

- incluso el Papa dice que “los laicos podrán anunciar la Palabra, enseñar, organizar sus comunidades, celebrar algunos sacramentos…” (QA 89). No se refiere a presidir la Eucaristía, pero pueden ser el Bautismo, el Matrimonio, la Unción… Hay maneras de celebrar la experiencia de la reconciliación, aunque no pueda darse la absolución sacramental.

- pienso que podría haber muchos más ministros de la comunión y por tanto más sagrarios por esos ríos y quebradas. Con la mejora de la movilidad, sobre todo en algunas zonas, el pancito seguramente llegaría a ser bastante más cotidiano y familiar para muchas personas.

- eso por supuesto requiere “la presencia estable de líderes laicos maduros y dotados de autoridad” (QA 94), que no funjan como meros sustitutos o trasuntos de los sacerdotes, sino que sean ministros a su manera, creadores de “una cultura eclesial propia, marcadamente laical (QA 94). Palabras mayores.

Para ir progresando hacia ese horizonte, podríamos dar algunos pasos concretos en la onda de poner las cosas fáciles al pueblo de Dios para que pueda disfrutar del Pan que da la vida eterna.

- tal vez sería sensato focalizar algunas comunidades en cada puesto de misión con las que hacer este proceso de promoción y acercamiento de la Eucaristía a la dinámica celebrativa y a la vida ordinaria. Si no podemos llegar a tantísimas, elijamos algunas y vayamos avanzando.

- estaría muy bien una campaña de preparación a la primera comunión de los adultos, de suerte que en poco tiempo y de manera sencilla, nuestra gente goce ahora de lo que no se pudo cuando niños.

- por otro lado, valorar el Pan por encima de todo y enseñar que la Eucaristía es lo más importante, y por tanto siempre que haya la posibilidad, hay que comulgar. No es nada excepcional ni esotérico; de hecho, Jesús eligió pan y vino, lo que se comía todos los días en su cultura, y su mandato fue “tomen y coman”, no “miren” ni “adoren”.

- y claro, no cargar las tintas con “estar debidamente preparados” (¿alguien puede decir que lo está del todo?). A la vez favorecer modos de vivir el perdón, e ir acompañando a las parejas con prudencia pastoral, estimulando el deseo de contraer matrimonio, pero acomodándose a cada caso particular (Amoris Laetitia 300) y aplicando las normas con epiqueya.

Todo esto no es factible sin audacia, ensayando y evaluando, y a la vez con paciencia y fidelidad a la aspiración de que la Eucaristía sea de verdad significativa. Ojalá el Pan pueda iluminar cada vez más todas las situaciones humanas y fortalecer el caminar de las comunidades que desean seguir a Jesús en esta Iglesia amazónica, pequeña pero enorme en extensión, precaria en recursos humanos pero optimista en sus sueños.