domingo, 27 de diciembre de 2009

PEQUEÑEZ


El pueblo en el que vivo, los pueblos que atiendo, son pueblos muy pequeños. Eso al principio puede resultar un poco pintoresco, pero a estas alturas, pasado el arreón inicial y con la soledad de las noches de invierno mordiendo, hay que aceptarlo.

En mi pueblo no se puede comprar el periódico, ni otras muchas cosas.

En mi pueblo hay 99 niños en el cole, al menos hay cole; en el Valle hay 15 niños.

En mi pueblo no hay dónde comer a mediodía; aunque hay 4 bares.

Sí se puede jugar a la Primitiva, pero las calles están a menudo desiertas y silenciosas.

Hay un policía municipal, un médico de 8 a 3 y una praticanta.

No se ven grandes casas con escudos; mi pueblo tiene el término municipal más pequeño de Extremadura... no hay grandes capitales, ni muchas cabezas de ganado.

El belén de la Iglesia es pequeñito, en el Valle están las figuritas rotas, son de escayola, antiguas, hechas a mano...

No tenemos casi tesoros de madera o metal, cálices, retablos, casullas o arcos.

Las fuentes tienen el letrero de "agua no potable".

En mi pueblo el reloj de la espadaña de la iglesia (no hay torre) va hoy tres minutos adelantado.

Pero la tienda de Teo tiene de todo, y huele a jamón; y por si acaso hay mercadillo los martes y los viernes.

En mis pequeños pueblos hay mucha gente mayor, mucho silencio y muchos días de niebla.

Hay pocos coches pero se llega a todos sitios andando en un momento... bueno, si es que no te para todo el mundo por la calle. ¡Hay mucho aparcamiento!

En mi pueblo no hace falta ponerle a las cartas la dirección porque Lolo, el cartero, conoce a todo el mundo; ni se llega a mi casa porque sabe que a las horas de reparto no estoy, así que le deja el correo a mi vecina Josefita.

En mi pueblo para localizar al herrero aviso a su vecina, que lo avisa y él me llama.

No he logrado todavía pagar una sola cerveza... ¡de momento siempre me invitan!

En mi pueblo hay un gran pino rodeado de azulejos, y si andas tres minutos te ves en medio del campo, disfrutando de unas vistas bellísimas y de un aire limpísimo.

En mi pueblo no se ve nunca bien la TDT, vamos a misa 8 personas los días de diario y, por no haber, no hay ni cobertura para el móvil.

Es una gozada ser cura de pueblos pequeños, y me tengo que adaptar.

sábado, 26 de diciembre de 2009

APRENDIENDO A FRACASAR


Se acabaron los grandes números, los resultados espectaculares o sobrecogedores, las multitudes, los baños de masas... Ya lo intuía, casi lo vislumbraba... pero ahora lo experimento de manera total en la pequeña realidad rural en la que vivo.

¿Pastoral Juvenil? Superhombre-Supermujer: ningun chaval de mi pueblo ha respondido. Cero.

¿Misa de Navidad? En Valuengo 16 personas... En el Valle 23 en Nochebuena, 29 en Navidad...

¿Eucaristía del domingo? En Santa Ana... ¿25 personas, 30...?

¿Convocatorias para "colaborar", para hacer cosas...? Viene una persona, dos...

¿Dónde colocar el criterio de "éxito"? ¿Cómo redefinir "lo que sale bien"? Está claro que ya nunca más en el número. Quizá habrá que tomarse más en serio lo de Jésus: "Donde dos o tres..". Literalmente dos o tres, muy pocos. Lo nuestro es, cada día más, la levadura que intenta fermentar, insignificante, escondida, pequeñita...

Misión desde la irrelevancia, la máxima debilidad... Así es ya y así será. Hemos de aprender a "fracasar" humanamente hablando, si no nos frustraremos... La iglesia tendrá que cambiar por falta de... ¿comunidades cristianas consistentes o sacerdotes? Me cuestiono qué ausencia se notará antes, porque, al menos en mi diócesis, curas de momento y mal que bien, hay... Pero ayer, ¿había comunidad? ¿O era un cura que vino a decir una misa...?

Vaaaya.

jueves, 24 de diciembre de 2009

ES NOCHEBUENA


Este es la homilía que he preparado para esta noche de Nochebuena o para mañana día de Navidad (tanto da).



DIOS ES DEPENDIENTE

Dios ha querido ser... niño. Para salvar, Dios ha querido ser pequeño, Dios ha querido no saber, ser débil y sencillo como un niño; Dios ha elegido necesitar de los demás.

Y eso nos confunde: Dios está justo donde no se esperaría encontrarle. Dios está allí donde se manifiesta “lo contrario de Dios”: un bebé que no tiene ni mantas, un pequeño cuerpecito que hay que achuchar.

“Lo contrario de Dios” es lo más pequeño, lo que más necesita ayuda, lo que está a punto de desmoronarse: DIOS NOS SALVA NECESITÁNDONOS, NECESITANDO NUESTRO AMOR, NOS SALVA RECIBIENDO NUESTRA SOLIDARIDAD, NUESTRO SERVICIO. Así nos salva Dios. El bebé de Belén, tan pequeño, tan pobre e insignificante, es la persona más importante de la historia, en Él encontramos a Dios.

Dios nos salva cuando lo vemos:
· ¿quiénes en nuestro mundo son los que “no son nadie”, los que no cuentan…?
· ¿quiénes en nuestro pueblo las están pasando canutas, quiénes están en paro, quiénes no llegan a fin de mes, quiénes están enfermos, quiénes están solos, quiénes lloran y no tienen a nadie para compartir las lágrimas, quiénes malviven, quiénes están heridos o marcados, quiénes se hunden en la depresión, quiénes odian o son despreciados, quiénes son unos desgraciados, quiénes son dependientes…?

Dios nos salva cuando, en estas personas, recibe nuestro amor, nuestra solidaridad, nuestro compromiso, nuestra cercanía. Dios dependiente nos salva cuando damos un paso hacia Él, o sea, hacia quien sufre; Dios nos salva cuando vendamos un corazón, cuando acercamos una cuchara a una boca, cuando cambiamos un pañal o arropamos una carne desnuda, cuando calmamos un llanto en medio de la noche. Eso es lo único, lo auténticamente “religioso”.

Entonces es Navidad; cuando Dios dependiente nos salva porque recibe nuestro amor. Entonces podemos mirar al cielo y ver la estrella.

domingo, 20 de diciembre de 2009

BÁLSAMO MUSICAL



¿Que qué pasó anoche? ¡Algo maravilloso! A las 7 de la tarde se presentaron aquí en Santa Ana, dándome un sorpresón, los treintaitantos componentes del coro de niños y jóvenes de Valencia del Ventoso... ¡vaya cara que debí poner! Primero aparecieron las "maestras" Sofía, Mari Cati (...), Valle y Mamen... ¡y luego toda la patulea de guitarras, gorros y guantes (hacía un frío...), las niñas dispuestas a cantar en la misa de la parroquia!

Las zagalas están ya mucho más creciditas... como nos vemos cada vez menos, pues se notan mucho los cambios, algunas son ya unas auténticas "mozas" e incluso ya medio "madres". Total, que disfrutamos un montón en la Eucaristía, la gente se quedó con la boca abierta y yo también ante la calidad de las canciones (han versionado "Jueves" de la Oreja y la han convertido en un precioso Padrenuestro), y vaya, más ancho que largo...

Ellos no saben el bien que me hicieron. No saben lo mal que me levanté ayer, como casi todos los días de esta semana; no saben que casi rompo a llorar cuando vi a tantas personas que venían a visitarme; no saben lo que significó para mi ese gesto, ese detalle de cariño.

Porque este cura de pueblo y de jóvenes es una persona muy débil; hay momentos en que me sostengo como por alfileres, en que la vida se me cae encima como una losa y me cuesta sonreír. Y ya tengo comprobado que el bálsamo mejor es el amor, la amistad, el cariño. Afortunadamente no me falta, y a veces lo disfruto cuando no lo pido y más lo necesito.

Madre mía... ¿qué hacer con tanto bien recibido? ¿Lo sabré convertir yo a mi vez en amor y servicio? En eso estamos...

sábado, 12 de diciembre de 2009

UN GRAN DÍA



Es ya de noche y hace un rato que he llegado a casa. Cansado, hecho polvo, me encuentro mi casa prácticamente sin puertas (ha habido que quitar cuatro para poner nuevos los bastidores, que estaban deformados) y pienso que este día ha sido un poco así: libre, con un precioso circular de la vida como pasa el aire de la noche entre las habitaciones de mi casa.

Resulta un gustazo echar el día con los muchachos de la JEC. En jornadas de convivencia como ésta, el cura de jóvenes se explaya, se deja llevar, sonríe, está como en su elemento... Claro, es mi sangre y mi "pedigrí", aquello para lo que me preparé más intensamente, lo que siempre el Señor me pidió: ¡los jóvenes! ¡Y qué esponténeamente salaos son estos días con la gente de la JEC! Qué fácil me resulta mezclarme, ocupar mi lugar y no sentirme ya ni descolocado, ni sin sitio ni extraño... En la JEC uno tiene el privilegio de no ser el protagonista, de que las cosas salgan con y por los jóvenes...

Y luego... Plácida. Plácida es una vecina de mi pueblo, vive una calle un poco más arriba de la mía. Es un luchadora: ha vencido varias veces al cáncer (esa "cosa mala" que empieza por "c"), ha movilizado al pueblo entero, que se vuelca en verano haciendo una velá donde se recaudan dinerales para yudar a los enfermos de esa "cosa mala"... A Plácida tenían que operarla porque tuvo tam´bién "eso" en la cabeza, y después de otra operación, tenía un problema en la vista y los ojos literalmente fuera de sus órbitas; ella estaba inquieta, presentía algo malo e insistió en hablar con el cura de su pueblo. Yo traté de animarla mucho diciéndole que si los médicos vieran el más mínimo riesgo para su vida no la operarían. Y entonces pasó lo peor: un derrame cerebral en el posoperatorio la ha tenido varias semanas en coma, al borde de la muerte...
Esta semana, Plácida se despertó; y esta tarde le he ido a visitar al hospital. Al principio le hablé mucho, le conté cosas del pueblo, de la parroquia... Ella asentía, yo veía que me entendía, que recibía con agrado la conversación (no puede hablar porque tiene puesta una traqueotomía, está intubada); todo el mundo trata de estimularla hablándole, ya desde que estaba en coma, hasta que se me acabaron las palabras. Entonces, con el único sonido del alimentador de oxígeno, le cogí la mano, la única mano que mueve, ella me apretaba, nos mirábamos y yo sonreía. Con un inmenso respeto, con la convicción poderosísima de estar estrechando la mano de Jesús, la miré largamente, le ofrecí una sonrisa entre emocionada y tímida, un poco abrumado por la grandeza de su debilidad. Vaya suertaza ser el cura de tu pueblo, Plácida; qué honor conocerte...

¿Cómo no iba a estar contento en la Eucaristía, un poco después? La Iglesia estaba un poco vacía (hoy había viajecito de la asociación de mujeres a Fregenal), pero yo estaba que me salía, sí señor. Me han pasado tantas cosas sencillas-buenas en este día, que creo que vale por muchas de las clases que recibí en la universidad. ¡Seguro!

domingo, 6 de diciembre de 2009

TAUTOLOGÍA

No me resulta fácil conducirme en la maraña de comentarios, entrevistas, cartas, respuestas y declaraciones a própósito del trámite parlametario del anteproyecto de la nueva ley que regulará el aborto en nuestro país. Difícil porque creo que desde diferentes instancias sociales simplemente se hablan lenguajes disintos, se esgrimen argumentos que para otros son sencllamente ininteigibles porque están formulados desde paradigmas mentales distintos, desde mundos aparentemente contrapuestos.

Como persona y como cura no voy a escribir hoy qué me parece el proyecto de ley porque no lo conozco suficientemente; no voy a caer en la tentación de opinar superficialmente sobre algo tan importante como una ley que trata de ordenar legislativamente algo tan serio como el aborto. Lo que está en juego es en el fondo la licitud del aborto como cuestión moral y social... pero en el fondo; lo concreto es una ley, es una forma puntual del ordenamiento jurídico, algo por lo tanto funcional, transitorio y fundamentalmente "laico", es decir, competencia de las instituciones de un país aconfesional como el nuestro. Conviene no olvidarlo.

En segundo lugar, me parece que este tema se ha convertido desde hace tiempo en un símbolo que utilizan los políticos y en general las personas "progresistas" para etiquetar y descalificar al catolicismo llamado "conservador". Pero también veo en este asunto un argumento recurrente de la Jerarquía para cargar periódicamente contra los gobiernos y sectores sociales que no son afines a las posturas de la Iglesia institución.

Este desenfoque, esta desinformación y este mutuo encasillamiento creo que lamentablemente impide cualquier debate sano, constructivo y democrático. No hay diálogo si "unos" recuerdan a "otros" que no están en su ámbito... cosa que no es cierta porque en la esfera pública cualquier persona puede legítimamete expresar su opinión sobre cualquier tema y no solamente los internautas (pobrecitos ellos hombre...) sino también los obispos. Pero tampoco hay diálogo si los "otros" se dedican a excluir a los "unos" que se atreven a disentir de la doctrina oficial, como si alguien pudiera jamás atribuirse la razón incontestable. Así no se puede.

Esta ley necesita mucho más consenso social, y para que haya algo parecido a un consenso tiene que haber un debate social suficientemente articulado, participativo, amplio y maduro; pero no me parece que las actitudes sea las más adecuadas. Cada cual debería revisar si sus cartucheras están libres de prejucios seculares y sus pistolas descargadas.

Por último... como católico, ¿cabe la posibilidad de disentir serena y lealmente de las posiciones oficialmente sostenidas por la autoridad? ¿Por qué se pide a los parlamentarios que disientan de las posiciones de su partido para ser coherentes con su conciencia o con su fe y no se admite que los creyentes puedan disentir de la doctrina oficial, no por frivolidad, sino también por coherencia consigo mismos, sin que nadie los excluya? ¿No es acaso esto una tautología?

Y sigo sin expresar qué me parece la ley y qué opino del aborto, que conste... Pero lo que más me preocupa es que se hable más de los derechos de autor que de la situación de los agricultores.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

CUALQUIER DIOS NO VALE



En medio de la perplejidad por varias muertes de niños y jóvenes, por haber perdido a Cristina, llegó el otro día uno de esos encuentros de preparación al Bautismo con los padres y padrinos. Ya se sabe: la gente, más o menos, a aguantar "la charla" con buena cara, generalmente excusándose porque cree que el cura les va a decir que "hay que ir a misa" y ellos pues, como casi todo el mundo, no van... Yo notando ya en mi estómago el retortijón, el frío en el cuerpo por las décimas de fiebre y las ganas de irme a la cama cuanto antes. Pero mira por dónde, de todo pequeño encuentro o experiencia, de todo trabajo por rutinario que sea, de todo se saca petróleo o perlas finas cuando menos te lo esperas (y esto también es algo ya muy repetido).

Un padre y una madrina, cuando sale el tema de "tener fe" como condición para bautizar al niño, dicen que no creen en nada, que Dios para ellos no existe; el muchacho (es un padre joven , horror, ¡los padres ya empiezan a ser más jóvenes que yo!) precisa: "Dios no existe, o por lo menos no como nos lo han contado". Toma castaña.

¿Por qué esta postura radical? Es una reacción ante la muerte de otro niño, su hijo y hermano, de cinco añitos... una muerte dolorosa, lenta, que ellos pidieron con todas sus fuerzas a Dios que evitara. Por eso ahora, decepcionados, no creen.

Y es que no vale cualquier Dios. No nos vale un Dios que castiga, que envía el mal o que está siempre vigilando si cumplimos las normas; tampoco vale un Dios de un día al año o de una procesión... Es un Dios impostor, hecho a nuestra medida (de los curas y de la gente), que no puede ser fundamento de esperanza cuando llega un momento de éstos. Un Dios con el que nos enfadamos ante estas experiencias es un Dios que "cuando todo iba bien" ya era sólo humo.

¿Qué fe enseñamos? ¿Qué fe transmitimos? ¿Qué fe vivimos? Una fe a veces "de la señorita Pepis", como de juguete o de broma. La primera comunión... para los niños, míralos qué guapos. La confesión también es cosa ya de niños, con sus pecadillos... ¿Y la Confirmación? Barnices que no engendran creyentes en el Dios de Jesús. Si creer consiste en sacar al niño vestido de nazareno o en echar en el cepillo de la Virgen de los Dolores, entonces es una fe débil, inconsistente, que no nos servirá para resistir los golpes de la vida, elaborar y vivir las experiencias más duras de forma creyente. Una fe que no nos dé esperanza en estos momentos realmente no sirve para nada, "más que para que la pise la gente"...
Me gustaría crecer en una fe seria, coherente, no "de la señorita Pepis"; me gustaría creer en el Dios de Jesús, un Dios que quiere sólo nuestro bien, con quien estamos a salvo y seguros a pesar de todo; Dios Padre y Madre que no es todopoderoso, que no puede librarnos del sufrimiento o resolver nuestros problemas, pero que está incondicionalmente a nuestro lado; que nos quiere y nos querrá siempre, aunque nos alejemos de Él, incluso aunque lo rechacemos.

Ése es el Dios que me vale.